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Mateo 16–18

Fariseos y saduceos piden señal

16 aEntonces los fariseos y los saduceosb se acercaron, y poniendo a prueba1 a Jesús, le pidieron que les mostrara una señal2 del cieloc.

2 Pero Él les dijo: «* Al caer la tarde ustedes dicen: “Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizoa.”

3 »Y por la mañana: “Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador”. ¿Saben ustedes discernir el aspecto1 del cielo, pero no pueden discernir las señales de los tiemposa?

4 »Una generación perversa y adúlteraa busca una señal, y no se le dará señal, sino la señal de Jonás». Y dejándolos, se fue.

La levadura de los fariseos y saduceos

5 Los discípulos, al pasar al otro lado, se habían olvidado de tomar panes.

6 Entonces Jesús les dijo: «Estén atentos y cuídensea de la levadura de los fariseos y saduceosb».

7 Y ellos discutían entre sí, diciendo: «Lo dice porque no tomamos panes»

8 Pero Jesús, dándose cuenta, dijo: «Hombres de poca fea, ¿por qué discuten entre ustedes que no tienen pan?

9 »¿Todavía no entienden ni recuerdan los cinco panes para los cinco mil, y cuántas cestas recogierona?

10 »¿Ni los siete panes para los cuatro mil, y cuántas canastas recogierona?

11 »¿Cómo es que no entienden que no les hablé de los panes? Pero cuídensea de la levadura de los fariseos y saduceosb».

12 Entonces entendieron que Él no les había dicho que se cuidaran de la levadura de los panes, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceosa.

La confesión de Pedro

13 aCuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipob, preguntó a Sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombrec?».

14 Y ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautistaa; y otros, Elíasb; pero otros, Jeremías o alguno de los profetas»

15 Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?», les preguntó* Jesús.

16 Simón Pedro respondió: «Tú eres el Cristoa, el Hijob del Dios vivientec»

17 Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonása, porque esto no te lo reveló carne ni sangreb, sino Mi Padre que está en los cielos.

18 »Yo también te digo que eres Pedro1a, y sobre esta roca2 edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades3b no prevalecerán contra ella.

19 »Yo te daré las llaves del reino de los cielosa; y lo que ates en la tierra, será1 atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será1 desatado en los cielosb».

20 Entonces ordenó a los discípulosa que a nadie dijeran que Él era el Cristob.

Jesús anuncia Su muerte y resurrección

21 aDesde entonces Jesucristo comenzó a declarar1 a Sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianosb, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.

22 Tomando aparte a Jesús, Pedro lo reprendió: «¡No lo permita Dios1, Señor! Eso nunca te acontecerá2»

23 Pero volviéndose Él, dijo a Pedro: «¡Quítate de delante de 1, Satanása! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres».

Condiciones para seguir a Jesús

24 Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: «Si alguien quiere venir en pos de , niéguese a mismo, tome su cruza y que Me siga.

25 »Porque el que quiera salvar su vida1, la perderá; pero el que pierda su vida1 por causa de , la hallaráa.

26 »Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?

27 »Porque el Hijo del Hombrea ha de venir en la gloria de Su Padreb con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conductac.

28 »En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombrea venir en Su reinob».

La transfiguración

17 aSeis días después, Jesús tomó* con Él a Pedrob, a Jacobo1 y a Juan su hermano, y los llevó* aparte a un monte alto.

2 Delante de ellos se transfiguró; y Su rostro resplandeció como el sol y Sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.

3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él.

4 Entonces Pedro dijo a Jesús: «Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, haré aquí tres enramadas1, una para Ti, otra2 para Moisés y otra2 para Elíasa»

5 Mientras estaba aún hablando, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nubea, diciendo: «Este es Mi Hijo amadob en quien Yo estoy complacido; óiganlo a Él»

6 Cuando los discípulos oyeron esto, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran temor.

7 Entonces Jesús se les acercó, y tocándolos, dijo: «Levántense y no temana».

8 Y cuando alzaron sus ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo.

Elías y Juan el Bautista

9 aMientras descendían del monte, Jesús les ordenó: «No cuenten a nadie la visiónb hasta que el Hijo del Hombrec haya resucitado de entre los muertosd.”

10 Los discípulos entonces le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elíasa debe venir primero?»

11 Respondió Jesús: «Elías ciertamente viene, y restaurará todas las cosas;

12 pero Yo les digo que Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que le hicieron1 todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombrea va a padecer a manos de ellos».

13 Entonces los discípulos entendieron que Él les había hablado de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho epiléptico

14 aCuando llegaron a la multitud, se acercó a Jesús un hombre, que arrodillándose delante de Él, dijo:

15 «Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico1a y sufre terriblemente, porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.

16 »Lo traje a Tus discípulos y ellos no pudieron curarlo»

17 Jesús respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo acá».

18 Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento1.

19 Entonces los discípulos, llegándose a Jesús en privado, dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»

20 Y Él les dijo*: «Por la poca fe de ustedes; porque en verdad les digo que si tienen fea como un grano de mostazab, dirán a este montec: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada les será imposibled.

21 1»Pero esta clase no sale sino con oración y ayunoa».

Otra vez Jesús anuncia Su muerte

22 aMientras andaban juntos por Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

23 Lo matarán, y al tercer día resucitaráa». Y ellos se entristecieron mucho.

Pago del impuesto del templo

24 Cuando llegaron a Capernaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban las dos dracmas1 del impuesto del temploa y dijeron: «¿No paga su maestro el impuesto del temploa?».

25 «Sí», contestó* Pedro. Y cuando él llegó a casa, Jesús se le anticipó1, diciendo: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributosa o impuestosb los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?».

26 «De los extraños», respondió Pedro. «Entonces los hijos están exentos1», le dijo Jesús.

27 «Sin embargo, para que no los escandalicemos1a, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga2; y cuando le abras la boca hallarás un siclo3; tómalo y dáselo por ti y por ».

El mayor en el reino de los cielos

18 aEn aquel momento1 se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?»

2 Él, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos,

3 y dijo: «En verdad les digo que si no se convierten1 y se hacen como niñosa, no entrarán en el reino de los cielos.

4 »Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.

5 »Y el que reciba a un niño como este1 en Mi nombre, me recibe a .

6 »Pero al quea haga pecar1 a uno de estos pequeñitos que creen en b, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.

¡Ay de los que son piedras de tropiezo!

7 »¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezoa; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

8 »Si tu mano o tu pie te hace pecar, córtalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eternoa.

9 »Y si tu ojo te hace pecar, arráncalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno1 de fuegoa.

10 »Miren que no desprecien a uno de estos pequeñitos, porque les digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de Mi Padrea que está en los cielos.

11 1»Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdidoa.

Parábola de la oveja perdida

12 »¿Qué les parece? a Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada?

13 »Y si sucede que la halla, en verdad les digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado.

14 »Así, no es la voluntad del1 Padre2 que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Sobre la exhortación y la oración

15 »Si tu hermano peca1a, ve y repréndelo a solas2; si te escucha, has ganado a tu hermano.

16 »Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigosa.

17 »Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesiaa; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentilb y el recaudador de impuestos1.

18 »En verdad les digo, que todo lo que ustedes aten1 en la tierra, será2 atado en el cielo; y todo lo que desaten3 en la tierra, será2 desatado en el cieloa.

19 »Además les digo, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por1 Mi Padrea que está en los cielos.

20 »Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellosa».

Importancia del perdón

21 Entonces acercándose Pedro, preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mía que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete vecesb?».

22 Jesús le contestó*: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces sietea.

Parábola de los dos deudores

23 »Por eso, el reino de los cielosa puede compararse1 a cierto2 rey que

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