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Mark 6–12

Jesús enseña en Nazaret

6 aJesús se marchó de allí y llegó* a Su pueblob, y Sus discípulos lo siguieron*.

2 Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagogaa; y muchos que escuchaban se asombrabanb, diciendo: «¿Dónde obtuvo Este tales1 cosas, y cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros2 que hace con Sus manos?

3 »¿No es Este el carpintero, el hijo de María, y hermanoa de Jacobo1, José, Judas y Simónb? ¿No están Sus hermanasc aquí con nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Éld.

4 Y Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierraa, y entre sus parientes y en su casab».

5 Y no pudo hacer allí ningún milagro1; solo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso Sus manosa.

6 Estaba maravillado de la incredulidad de ellos.

Y recorría las aldeas de alrededor enseñandoa.

Jesús envía a los doce

7 aEntonces Jesús llamó* a los doceb y comenzó a enviarlos de dos en dosc, dándoles autoridad1 sobre los espíritus inmundos;

8 y les ordenó que no llevaran nada para el caminoa, sino solo un bordón; ni pan, ni alforja1, ni dinero en el cinto;

9 sino calzados con sandalias. «No lleven dos túnicas1», les dijo.

10 Y añadió: «Dondequiera que entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan de la población1.

11 »En cualquier lugar que no los reciban ni los escuchen, al salir de allí, sacúdanse el polvo de la planta1 de los piesa en testimonio contra ellos».

12 Saliendo los doce, predicaban1a que todos se arrepintieran.

13 También echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanabana.

Muerte de Juan el Bautista

14 aEl rey Herodes se enteró1 de esto, pues el nombre de Jesús2 se había hecho célebre, y la gente decía: «Juan el Bautistab ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él».

15 Pero otros decían: «Es Elías». Y decían otros: «Es un profeta, como uno de los profetas antiguosa».

16 Al oír esto, Herodes decía: «Juan, a quien yo decapité, ha resucitado»

17 Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipea, pues Herodes se había casado con ella.

18 Y Juan le decía a Herodes: «No te es lícito tener la mujer de tu hermanoa»

19 Herodíasa le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía,

20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santoa, y lo mantenía protegido. Cuando le oía se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharlo1.

21 Llegó un día oportuno, cuando Herodes, siendo su cumpleaños, ofreció un banquetea a sus nobles y comandantes1 y a los principales de Galileab;

22 y cuando la hija de Herodías1a entró y danzó, agradó a Herodes y a los que se sentaban2 a la mesa con él; y el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré»

23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reinoa»

24 Ella salió y dijo a su madre: «¿Qué pediré?». «La cabeza de Juan el Bautista», le respondió ella.

25 Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey con su petición1, diciendo: «Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja»

26 Aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban1 con él a la mesa, no quiso contradecirla.

27 Al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan1. Y él fue y lo decapitó en la cárcel,

28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29 Cuando los discípulos de Juan oyeron esto, fueron y se llevaron el cuerpo y le dieron sepultura1.

Alimentación de los cinco mil

30 Los apóstolesa se reunieron* con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñadob.

31 Y Él les dijo*: «Vengan, apártense de los demás a un lugar solitario y descansen un poco». Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comera.

a32 Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartadob.

33 Pero la gente los vio salir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.

34 Al desembarcar1, Jesús vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastora; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

35 Y cuando ya era muy tarde, Sus discípulos se acercaron a Él, diciendo: «El lugar está desierto y ya es muy tarde;

36 despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer1»

37 «Denles ustedes de comer», les contestó Jesús. Y ellos le dijeron*: «¿Quieres que vayamos y compremos 200 denarios1a de pan y les demos de comerb?».

38 Jesús les dijo*: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan y vean». Y cuando se cercioraron le dijeron*: «Cinco panes y dos peces».

39 Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde.

40 Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta.

41 Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo; partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran1a; también repartió los dos peces entre todos.

42 Todos comieron y se saciaron.

43 Recogieron doce cestas llenas de los pedazosa, y también de los peces.

44 Los que comieron los panes eran 5,000 hombresa.

Jesús anda sobre el mar

45 aEnseguida Jesús hizo que Sus discípulos subieran a la barcab y fueran delante de Él al otro lado, a Betsaidac, mientras Él despedía a la multitud.

46 Después de despedirse de ellosa, se fue al monte a orarb.

47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él estaba solo en tierra.

48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la nochea1, fue* hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.

49 Pero cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar;

50 porque todos lo vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo*: «¡Tengan ánimoa; soy Yo, no temanb!».

51 Subió con ellos a la barcaa, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera,

52 porque no habían entendido lo de1 los panes, sino que su mente estaba embotada2a.

Jesús en Genesaret

53 aTerminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron en la orilla.

54 Cuando salieron de la barca, la gente enseguida reconoció a Jesús,

55 y recorrieron apresuradamente toda aquella región, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde oían decir que Él estaba.

56 Dondequiera que Él entraba en aldeas, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocara siquiera el borde de Su mantob; y todos los que lo tocaban quedaban curados1.

Lo que contamina al hombre

7 aLos fariseos, y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalénb, se reunieron alrededor de Él;

2 y vieron que algunos de Sus discípulos comían el pan con manos inmundasa, es decir, sin lavar.

3 (Porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos de que se laven las manos cuidadosamente1, observando así la tradición de los ancianosa.

4 Cuando vuelven de la plaza, no comen a menos de que se laven1; y hay muchas otras cosas que han recibido para observarlas, como el lavamiento2 de los vasosa, de los cántaros y de las vasijas de cobre.)

5 Así que los fariseos y los escribas le preguntaron*: «¿Por qué Tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianosa, sino que comen1 con manos inmundas2b

6 Jesús les respondió: Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito:

Este pueblo con los labios Me honra,

pero su corazon esta muy lejos de Mia.

7 Mas en vano Me rinden culto,

Enseñando como doctrinas preceptos de hombresa”.

8 »Dejando el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de los hombresa».

9 También les decía: «Astutamente1 ustedes violan el mandamiento de Dios para guardar su tradicióna.

10 »Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madrea”; y: “El que hable mal de su padre o de su madre, que muera1b”.

11 »Pero ustedes dicen: “Si un hombre dice al padre o a la madre: ‘Cualquier cosa mía con que pudieras beneficiarte es corbána (es decir, ofrenda1 a Dios)’ ”,

12 ya no le dejan hacer nada en favor de su padre o de su madre;

13 invalidando así la palabra de Dios por la tradicióna de ustedes, la cual han transmitido, y hacen muchas cosas semejantes a estas».

14 Llamando de nuevo a la multitud, Jesús les decía: «Escuchen todos lo que les digo y entiendan:

15 no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre.

16 »1Si alguno tiene oídos para oír, que oiga».

17 Cuando Jesús dejó a la multitud y entró en casaa, Sus discípulos le preguntaron acerca de la parábolab.

18 «¿También ustedes son tan faltos de entendimiento?», les dijo*. «¿No comprenden que todo lo que de afuera entra al hombre no lo puede contaminar,

19 porque no entra en su corazón, sino en el estómago1, y se elimina2?». Jesús declaró así limpiosa todos los alimentosb.

20 También decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombrea.

21 »Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones1, robos, homicidios, adulterios,

22 avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia1a, calumnia, orgullo2 e insensatez.

23 »Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre».

La mujer sirofenicia

24 aLevantándose de allí, Jesús se fue a la región de Tiro1b, y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero2 no pudo pasar inadvertido;

25 sino que enseguida, al oír hablar de Él, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a Sus pies.

26 La mujer era gentil1, sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara al demonio fuera de su hija.

27 Y Jesús le decía: «Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien1 tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos».

28 «Es cierto, Señor», le dijo* ella; «pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos»

29 Jesús le dijo: «Por esta

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