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Marcos 3–9

Jesús sana al hombre de la mano seca

3 aOtra vez entró Jesús en una sinagogab; y había allí un hombre que tenía una mano seca1.

2 Y lo observabana para ver si lo sanaba en el día de reposo, para poder acusar a Jesúsb.

3 Y Jesús le dijo* al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte aquí en medio».

4 Entonces Jesús dijo* a los otros: «¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar?». Pero ellos guardaban silencio.

5 Y mirando con enojo a los que lo rodeaban, y entristecido por la dureza de sus corazones, le dijo* al hombre: «Extiende tu mano». Y él la extendió, y su mano quedó sana1a.

6 Pero cuando los fariseos salieron, enseguida comenzaron a tramar1 con los herodianosa en contra de Jesús, para ver cómo lo podrían destruir.

Las multitudes siguen a Jesús

7 aEntonces Jesús se retiró al mar con Sus discípulos, y una gran multitud de Galilea lo siguió. Y también de Judeab,

8 de Jerusalén, de Idumeaa, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y Sidónb, una gran multitud, que al oír todo lo que Jesús hacía, vino a Él.

9 Y dijo a Sus discípulos que tuvieran lista una barca para Él por causa de la multituda, para que no lo oprimieran;

10 porque Él había sanado a muchosa, de manera que todos los que tenían afliccionesb, para tocar a Jesús, se echaban sobre Élc.

11 Y siempre que los espíritus inmundos veían a Jesús, caían delante de Él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Diosa»

12 Pero Él les advertía con insistencia que no revelaran Su identidad1a.

Designación de los doce apóstoles

13 Después Jesús subió* al montea, llamó*b a los que Él quiso, y ellos vinieron a Él.

14 Designó a doce1, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar,

15 y para que tuvieran autoridad de expulsar demonios.

16 Designó, pues, a los doce: a Simón (a quien puso por nombre Pedro),

17 Jacobo1, hijo de Zebedeo, y Juan hermano de Jacobo (a quienes puso por nombre Boanerges, que significa: «Hijos del Trueno»);

18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo1, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita2;

19 y Judas Iscariote, el que también lo entregó.

Jesús y Beelzebú

20 Jesús llegó* a una casaa, y la multitud se juntó* de nuevob, a tal punto que ellos ni siquiera podían comer1c.

21 Cuando Sus parientesa oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: «Está fuera de síb»

22 Y los escribas que habían descendido de Jerusaléna decían: «Tiene a Beelzebúb; y expulsa los demonios por medio del príncipe de los demoniosc»

23 aLlamándolos junto a Él, Jesús les hablaba en parábolasb: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanásc?

24 »Si un reino está dividido contra mismo, ese reino no puede perdurar.

25 »Si una casa está dividida contra misma, esa casa no podrá permanecer.

26 »Y si Satanása se ha levantado contra mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin1.

27 »Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata1; entonces podrá saquear su casaa.

28 »En verdad les digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombresa, y las blasfemias con que blasfemen,

29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdóna, sino que es culpable de pecado eterno».

30 Porque decían: «Tiene un espíritu inmundo»

La madre y los hermanos de Jesús

31 aEntonces llegaron* Su madre y Sus hermanos, y quedándose afuera, mandaron a llamar a Jesús.

32 Y había una multitud sentada alrededor de Él, y le dijeron*: «Tu madre y Tus hermanos1 están afuera y te buscan»

33 «¿Quiénes son Mi madre y Mis hermanos?», les dijo* Jesús.

34 Y mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de Él, dijo*: «Aquí están Mi madre y Mis hermanosa.

35 »Porque cualquiera que hace la voluntad de Diosa, ese es Mi hermano, y hermana y madre».

Parábola del sembrador

4 aComenzó Jesús a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó1 a Él una multitud tan grandeb que tuvo que subirse a una barcac que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar.

2 Les enseñaba muchas cosas en parábolasa, y les decía en Su enseñanza:

3 «Escuchen: El sembrador salió a sembrar;

4 y al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.

5 »Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra.

6 »Pero cuando salió el sol, se quemó, y por no tener raíz, se secó.

7 »Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.

8 »Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno».

9 Y añadió: «El que tiene oídos para oír, que oigaa».

Explicación de la parábola

10 Cuando Jesús se quedó solo, Sus seguidores1 junto con los doce Le preguntaban sobre las parábolas.

11 «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios», les decía, «pero los que están afueraa reciben todo en parábolasb;

12 para que viendo, vean pero no perciban, y oyendo, oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonadosa».

13 aTambién les dijo*: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderán todas las otras parábolas?

14 »El sembrador siembra la palabra.

15 »Estos que están junto al camino donde se siembra la palabra, son aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanása y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos.

16 »Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo;

17 pero no tienen raíz profunda en mismos, sino que solo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida se apartan de ella1.

18 »Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; estos son los que han oído la palabra,

19 pero las preocupaciones del mundo1, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estérila.

20 »Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por unoa».

21 También Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candeleroa?

22 »Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luza.

23 »Si alguno tiene oídos para oír, que oigaa».

24 Además les decía: «Cuídense de lo que oigan. Con la medida con que ustedes midan, se les mediráa, y aun más se les dará.

25 »Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitaráa».

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Jesús decía también: «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierraa,

27 y se acuesta1 de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe.

28 »La tierra produce fruto por misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro1 en la espiga.

29 »Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete1 la hoza, porque ha llegado el tiempo de la siega».

Parábola del grano de mostaza

30 aTambién Jesús decía: «¿A qué compararemos el reino de Diosb, o con qué parábola lo describiremos?

31 »Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra,

32 sin embargo, después de sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombraa».

33 Con muchas parábolas como estas Jesús les hablaba la palabra, según podían oírla;

34 y sin parábolas1a no les hablaba, pero lo explicabab todo en privado a Sus propios discípulos.

Jesús calma la tempestad

35 aEse mismo día, caída ya la tarde, Jesús les dijo*: «Pasemos al otro lado».

36 Despidiendo1 a la multitud, lo llevaron* con ellos en la barcaa, como estaba; y había otras barcas con Él.

37 Pero se levantó* una violenta tempestad1, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya la barca se llenaba de agua.

38 Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre una almohadilla; entonces lo despertaron* y le dijeron*: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

39 Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cálmate1, sosiégate2». Y el viento cesó, y sobrevino una gran calmaa.

40 Entonces les dijo: «¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fea?».

41 Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: «¿Quién, pues, es Este que aun el viento y el mar le obedecen?»

El endemoniado gadareno

5 aLlegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos1.

2 Cuando Jesús salió de la barcaa, enseguida se acercó a Él, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundob,

3 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas;

4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo.

5 Siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras.

6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de Él;

7 y gritando a gran voz, dijo*: «¿Qué tengo yo que ver contigo1, Jesús, Hijo del Diosa Altísimob? Te imploro por Dios que no me atormentesc»

8 Porque Jesús le decía: «Sal del hombre, espíritu inmundo».

9 «¿Cómo te llamas?», le preguntó Jesús. «Me llamo Legióna», respondió*, «porque somos muchos».

10 Le rogaba entonces con insistencia que no los enviara fuera de la tierra.

11 Había allí una gran manada de cerdos paciendo junto al monte.

12 Y los demonios le rogaron, diciendo: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos»

13 Jesús les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la manada, unos 2,000, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron1.

14 Los que cuidaban los cerdos1 huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a

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