Hebreos 9:11–14
11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdotea de los bienes futuros1b, a través de2 un mayor y más perfecto tabernáculoc, no hecho con manosd, es decir, no de esta creacióne,
12 entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerrosa, sino por medio de Su propia sangreb, obteniendo1 redención eternac.
13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los torosa, y la ceniza de la novillab, rociadas sobre los que se han contaminado1, santifican para la purificación2 de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre de Cristoa, quien por el Espíritu eterno1b Él mismo se ofreció sin mancha a Diosc, purificará nuestra concienciad de obras muertase para servir al Dios vivof?