Santiago 1:19–25
19 Esto lo sabena, mis amados hermanosb. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablarc, tardo para la irad;
20 pues la ira del hombre no obra la justicia de Diosa.
21 Por lo cual, desechando toda inmundiciaa y todo resto de malicia1, reciban ustedes con humildad la palabra implantadab, que es poderosa para salvar sus almas.
22 Sean hacedores de la palabraa y no solamente oidores que se engañan a sí mismos.
23 Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural1 en un espejoa;
24 pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente1 se olvida de qué clase de persona es.
25 Pero el que mira atentamente1 a la ley perfecta, la ley de la libertada, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz2, este será bienaventurado en lo que hace3b.