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Romanos 3:21–4:8

21 Pero ahora, aparte de la ley1, la justicia de Dios ha sido manifestadaa, confirmada por la ley y los profetasb.

22 Esta justicia de Dios por medio de la fea en Jesucristo es para todos los que creenb. Porque no hay distinciónc,

23 por cuanto todos pecaron1a y no alcanzan la gloria de Dios.

24 Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesúsa,

25 a quien Dios exhibió públicamente como propiciación1a por Su sangreb a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Diosc pasó por alto los pecados cometidos anteriormente2d,

26 para demostrar1 en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús2.

27 ¿Dónde está, pues, la jactanciaa? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿La de las obrasb? No, sino por la ley de la fe.

28 Porque1 concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley2a.

29 ¿O es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es también el Dios de los gentiles? Sí, también de los gentilesa,

30 porque en verdad Dios es unoa, el cual justificará en virtud de la fe a los circuncisos1b y por medio de la fe a los incircuncisos2b.

31 ¿Anulamos entonces la ley por medio de la fe? ¡De ningún modoa! Al contrario, confirmamos la leyb.

Abraham, justificado por la fe

4 ¿Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre según la carnea?

2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Diosa.

3 Porque ¿qué dice la Escritura? «Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justiciaa».

4 Ahora bien, al que trabajaa, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda;

5 pero al que no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justiciaa.

6 Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras:

7 «aBienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, Ycuyos pecados han sido cubiertos.

8 »Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomara en cuentáa».

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