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Juan 4:9–22

9 Entonces la mujer samaritanaa le dijo*: «¿Cómo es que Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanosb)

10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua vivaa».

11 Ella le dijo*: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua vivaa?

12 »¿Acaso eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozoa del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?»

13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed,

14 pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamása, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eternab».

15 «Señor», le dijo* la mujer, «dame esa agua, para que no tenga seda ni venga hasta aquí a sacarla»

16 Jesús le dijo*: «Ve, llama a tu marido y ven acá».

17 «No tengo marido», respondió la mujer. Jesús le dijo*: «Bien has dicho: “No tengo marido”,

18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad».

19 La mujer le dijo*: «Señor, me parece que Tú eres profetaa.

20 »Nuestros padres adorarona en este monteb, y ustedes dicen que en Jerusalénc está el lugar donde se debe adorar»

21 Jesús le dijo*: «Mujer, cree lo que te digo: la hora vienea cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padreb.

22 »Ustedes adoran lo que no conocena; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene1 de los judíosb.

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