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Hechos de los Apóstoles 20:18–35

Despedida en Mileto

18 Cuando vinieron a él, les dijo:

«Ustedes bien saben cómo he sido con ustedes todo el tiempo, desde el primer día que estuve1 en Asiaa.

19 »He servido al Señor con toda humildad, con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíosa.

20 »Bien saben cómo no rehuí declararles a ustedesa nada que fuera útil, y de enseñarles públicamente y de casa en casa1,

21 testificandoa solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimientob para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristoc.

22 »Ahora yo, atado en espíritu1, voy a Jerusaléna sin saber lo que allá me sucederá,

23 salvo que el Espíritu Santoa solemnemente me da testimoniob en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y afliccionesc.

24 »Pero en ninguna manera estimoa mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera1a y el ministeriob que recibí del Señor Jesúsc, para dar testimoniod solemnemente del evangelio de la gracia de Diose.

25 »Y ahora, yo sé que ninguno de ustedes, entre quienes anduve predicando el reinoa, volverá a ver mi rostro.

26 »Por tanto, les doy testimonio1 en este día de que soy inocente2a de la sangre de todos,

27 pues no rehuí declararlesa todo el propósito1 de Diosb.

28 »Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregacióna, en medio de la cual el Espíritu Santo les ha hecho obispos1 para pastorear la iglesia de Diosb, la cual Él compró2 con Su propia sangrec.

29 »Sé que después de mi partida, vendrán lobos ferocesa entre ustedes que no perdonarán el rebañob.

30 »También de entre ustedes mismos se levantarán algunos1 hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulosa tras ellos.

31 »Por tanto, estén alerta, recordando que por tres añosa, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimasb.

32 »Ahora los encomiendo a Dios1a y a la palabra de Su graciab, que es poderosa para edificarlosc y darles la herencia entre todos los santificadosd.

33 »Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciadoa.

34 »Ustedes saben que estas manosa me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigob.

35 “En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.’ ”

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