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Hechos de los Apóstoles 2:1–41

2 Cuando llegó1 el día de Pentecostésa, estaban todos juntos en un mismo lugar,

2 y de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que1 llenó toda la casa donde estaban sentadosa.

3 Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose1, se posaron2 sobre cada uno de ellos.

4 Todos fueron llenos del Espíritu Santoa y comenzaron a hablar en otras lenguasb, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.

5 Había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadososa, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.

6 Al ocurrir este estruendoa, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua1.

7 Estaban asombrados y se maravillabana, diciendo: «Miren, ¿no son galileosb todos estos que están hablando?

8 »¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua1 en la que hemos nacido?

9 »Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, del Pontoa y de Asia1b,

10 de Frigiaa y de Panfiliab, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirenec, viajerosd de Roma, tanto judíos como prosélitos1e,

11 cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestros propios idiomas de las maravillas de Dios»

12 Todos estaban asombrados y perplejosa, diciéndose unos a otros: «¿Qué quiere decir esto?»

13 Pero otros se burlaban y decían: «Están borrachos1a»

Primer sermón de Pedro

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once apóstolesa, alzó la voz y les declaró: «Hombres de Judea y todos los que viven en Jerusalén, sea esto de su conocimiento y presten atención a mis palabras.

15 »Porque estos no están borrachos como ustedes suponen, pues apenas es la hora tercera1a;

16 sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:

17 aY sucederá en los últimos días”, dice Dios,

“Que derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne;

Y sus hijos y sus hijas profetizarán,

Sus jóvenes verán visiones,

Y sus ancianos soñarán sueños;

18 Y aun sobre Mis siervos y sobre Mis siervas

Derramaré de Mi Espíritu en esos días,

Y profetizarán.

19 “Y mostraré prodigios arriba en el cielo

Y señales abajo en la tierra:

Sangre, fuego y columna1 de humo.

20 “El sol se convertirá en tinieblas

Y la luna en sangre,

Antes que venga el día grande y glorioso1 del Señor.

21 “Y sucederá1 que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvoa”.

22 »Hombres de Israel, escuchen estas palabras: Jesús el Nazarenoa, varón confirmado1 por Dios entre ustedes con milagros2, prodigios y señales3b que Dios hizo en medio de ustedes a través de Élc, tal como ustedes mismos saben.

23 »Este fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento1 de Diosa, y ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos2 y lo mataronb.

24 »Pero Dios lo resucitóa, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ellab.

25 »Porque David dice de Él:

aVeía siempre al Señor en mi presencia;

Pues está a mi diestra para que yo no sea sacudido.

26 “Por lo cual mi corazón se alegró y mi lengua se regocijó;

Y aun hasta mi carne descansará en esperanza;

27 Pues Tú no abandonarás mi alma en el Hades1a,

Ni permitirás2 que Tu Santo vea corrupciónb.

28 Me has hecho conocer los caminos de la vida;

Me llenarás de gozo con Tu presencia”.

29 »Hermanos1, del patriarcaa David les puedo decir con franqueza que murió y fue sepultadob, y su sepulcroc está entre nosotros hasta el día de hoy.

30 »Pero siendo profetaa, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes1 en su tronob,

31 miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo1, que Ni fue abandonado en el Hades2, ni Su carne sufrió3 corrupcióna.

32 »A este Jesús resucitó Diosa, de lo cual todos nosotros somos testigosb.

33 »Así que, exaltado a1 la diestra de Diosa, y habiendo recibido del Padre la promesab del Espíritu Santoc, ha derramadod esto que ustedes ven y oyen.

34 »Porque David no ascendió a los cielos, pero él mismo dice:

aDijo el Señor a mi Señor:

‘Siéntate a Mi diestra,

35 hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies’ ”.

36 »Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israela, que a este Jesús a quien ustedes crucificaronb, Dios lo ha hecho Señor y Cristo1c»

Efectos del sermón de Pedro

37 Al oír esto, conmovidos profundamente1, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos2, ¿qué haremosa?».

38 Entonces Pedro les dijo: «Arrepiéntansea y sean bautizadosb cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.

39 »Porque la promesa es para ustedes y para sus hijosa y para todos los que están lejosb, para tantos como el Señor nuestro Dios llame»

40 Y Pedro, con muchas otras palabras testificabaa solemnemente y les exhortaba diciendo: «Sean salvos de esta perversa generaciónb»

41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas1a.

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