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Hebreos 7–10

El sacerdocio de Melquisedec

7 Porque este Melquisedeca, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimob, que se encontró con Abraham cuando este regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo,

2 y Abraham le entregó1 el diezmo de todos los despojos. El nombre Melquisedec significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz.

3 Sin tener padre, ni madre, y sin genealogíaa, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Diosb, permanece sacerdote a perpetuidad.

Grandeza de Melquisedec

4 Consideren, pues, la grandeza de este Melquisedec a quien Abraham, el patriarcaa, dio el diezmob de lo mejor del botín1.

5 Y en verdad los hijos de Levía que reciben el oficio de sacerdote, tienen mandamiento en1 la ley de recoger el diezmo2 del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque estos son descendientes de Abraham3.

6 Pero aquel cuya genealogíaa no viene de ellos, recibió el diezmo1b de Abraham y bendijob al que tenía las promesasc.

7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

8 Aquí, ciertamente hombres mortales reciben el diezmo, pero allí, los recibe uno de quien se da testimonio de que vivea.

9 Y, por decirlo así, por medio de Abraham también Leví, que recibía diezmos, pagaba diezmos,

10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

Cristo, sacerdote para siempre

11 Ahora bien, si la perfección era por medio del sacerdocio levíticoa, (pues sobre esa base recibió el pueblo la leyb), ¿qué necesidad había de que se levantara otro sacerdote según el orden de Melquisedecc, y no designado según el orden de Aarón?

12 Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley.

13 Pues aquela de quien se dicen estas cosasb, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar.

14 Porque es evidente que nuestro Señor descendió1 de Judáa, una tribu de la cual Moisés no dijo nada tocante a sacerdotes.

15 Y esto es aún más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote,

16 que ha llegado a serlo, no sobre la base de una ley de requisitos físicosa, sino según el poder de una vida indestructibleb.

17 Pues de Cristo se da testimonio:

«Tú eres sacerdote para siempre

según el orden de Melquisedeca».

18 Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútila

19 (pues la ley nada hizo perfectoa), y se introduce una mejor esperanzab, mediante la cual nos acercamos a Diosc.

20 Y por cuanto no fue sin juramento,

21 pues en verdad ellos llegaron a ser sacerdotes sin juramento, pero Él, por un juramento del que Le dijo:

«El Señor ha jurado

Y no cambiará1a:

“Tú eres sacerdote para siempre2b”».

22 Por eso, Jesús ha venido a ser fiador1a de un mejor pactob.

23 Los sacerdotes anteriores eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar,

24 pero Jesús conserva Su sacerdocio inmutable1 puesto que permanece para siemprea.

25 Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre1a a los que por medio de Él se acercan a Diosb, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellosc.

26 Porque convenía que tuviéramos tal Sumo Sacerdotea: santob, inocentec, inmaculado, apartado de los pecadores, y exaltado más allá de los cielosd,

27 que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamentea, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblob. Porque esto Jesús lo hizo una vez para siemprec, cuando Él mismo se ofreciód.

28 Porque la ley designa como sumos sacerdotes a hombres débilesa, pero la palabra del juramento, que vino después de la ley, designa al Hijob, hecho perfecto para siemprec.

Jesús, Sumo Sacerdote del santuario celestial

8 Ahora bien, el punto principal de lo que se ha dicho es este: tenemos tal Sumo Sacerdotea, que se ha sentado a la diestra del tronob de la Majestad en los cielosb,

2 como ministroa del1 santuario y del1 tabernáculo verdadero2b, que el Señor erigió, no el hombrec.

3 Porque todo sumo sacerdotea está constituido para presentar ofrendas y sacrificiosb, por lo cual es necesario que este Sumo Sacerdote también tenga algo que ofrecer.

4 Así que si Él estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo sacerdotes que presentan las ofrendas según la leya;

5 los cuales sirven a lo que es copiaa y sombra de las cosas celestialesb, tal como Moisés fue1 advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo2c. Pues, dice Él: «Haz todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monted».

Cristo, mediador de un mejor pacto

6 Pero ahora Jesús ha obtenido un ministerio tanto mejor, por cuanto Él es también el mediadora de un mejor pactob, establecido sobre mejores promesas.

7 Pues si aquel primer pacto hubiera sido sin defectoa, no se hubiera buscado lugar para el segundo.

8 Porque reprochándolos, Él dice:

«Miren que vienen dias, dice el Señor,

En que1 estableceré un nuevo pactoa

Con la casa de Israel y con la casa de Judáb;

9 No como el pacto que hice con sus padres

El día que los tomé de la mano

Para sacarlos de la tierra de Egipto;

Porque no permanecieron en Mi pacto,

Y yo me desentendí de ellos, dice el Señora.

10 »Porque este es el pactoa que Yo haré1 con la casa de Israel

Después de aquellos días, dice el Señor:

Pondré Mis leyes en la mente de ellos,

Y las escribiré sobre sus corazonesb.

Yo seré su Dios,

Y ellos serán Mi puebloc.

11 »Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano1

Ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”,

Porque todos Me conocerána,

Desde el menor hasta el mayor de ellosb.

12 »Pues tendré misericordia de sus iniquidades,

Y nunca más me acordaré de sus pecadosa».

13 Cuando Dios dijo1: «Un nuevo pactoa», hizo anticuado al primero; y lo que se hace anticuado y envejece, está próximo a desaparecerb.

El santuario terrenal

9 Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas para el cultoa y el santuario terrenalb.

2 Porque había un tabernáculo1 preparadoa en la parte anterior2, en el cual estaban el candelabrob, la mesac, y los panes consagrados3d. Este se llama el lugar santo.

3 Y detrás del segundo veloa había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimob,

4 el cual tenía el altar de oro del incienso1a y el arca del pactob cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oroc que contenía el maná y la vara de Aarónd que retoñó y las tablas del pactoe.

5 Sobre el arca estaban los querubines de gloriaa que daban sombra al propiciatoriob. Pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle.

6 Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamentea al primer1 tabernáculo para oficiar en el culto.

7 Pero en el segundoa, solo entra el sumo sacerdoteb una vez al añoc, no sin llevar sangred, la cual ofrece por sí mismoe y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia1f.

8 Queriendo el Espíritu Santoa dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo1b aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie.

9 Esto es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificiosa que no pueden hacer perfectob en su conciencia al que practica ese culto,

10 ya que tienen que ver solo con comidasa y bebidasb, y diversos lavamientos1c, ordenanzas para el cuerpo2d impuestas hasta el tiempo de reformar las cosase.

La sangre del nuevo pacto

11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdotea de los bienes futuros1b, a través de2 un mayor y más perfecto tabernáculoc, no hecho con manosd, es decir, no de esta creacióne,

12 entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerrosa, sino por medio de Su propia sangreb, obteniendo1 redención eternac.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los torosa, y la ceniza de la novillab, rociadas sobre los que se han contaminado1, santifican para la purificación2 de la carne,

14 ¿cuánto más la sangre de Cristoa, quien por el Espíritu eterno1b Él mismo se ofreció sin mancha a Diosc, purificará nuestra concienciad de obras muertase para servir al Dios vivof?

15 Por eso Cristoa es el mediadorb de un nuevo pacto1c, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto1, los que han sido llamadosd reciban la promesae de la herencia eternaf.

16 Porque donde hay un testamento1, necesario es que ocurra2 la muerte del testador.

17 Pues un testamento1 es válido solo en caso de muerte2, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador3.

18 Por tanto, ni aun el primer pacto1 se inauguró sin sangre.

19 Porque cuando Moisés terminó de promulgar1 todos los mandamientos a todo el puebloa, conforme a la leyb, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríosc, con agua y lana escarlata e hisopod, y roció el libro mismoe y a todo el pueblo,

20 diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios les ordenó a ustedes1a».

21 De la misma manera roció con sangre el tabernáculoa y todos los utensilios del ministerio.

22 Y según la ley, casi todoa ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdónb.

El sacrificio definitivo

23 Por tanto, fue necesario que las representaciones1 de las cosas en los cielosa fueran purificadas de esta manera, pero las cosas celestiales mismasa, con mejores sacrificios que estos.

24 Porque Cristo1 no entró en un lugar santo2a hecho por manos, una representación3 del verdaderob, sino en el cielo mismoc, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotrosd,

25 y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdotea entra al Lugar Santísimo1b cada año con sangre ajena.

26 De otra manera, a Cristo le hubiera sido necesario sufrir muchas veces1 desde la fundación del mundoa; pero ahora, una sola vezb en la consumación de los siglosc, se ha2 manifestadod para destruir3 el pecado por el sacrificio de sí mismo4e.

27 Y así como está decretado1a que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juiciob,

28 así también Cristo, habiendo sido ofrecido una veza para llevar los pecados de muchosb, …

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