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Hebreos 9:12–22

12 entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerrosa, sino por medio de Su propia sangreb, obteniendo1 redención eternac.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los torosa, y la ceniza de la novillab, rociadas sobre los que se han contaminado1, santifican para la purificación2 de la carne,

14 ¿cuánto más la sangre de Cristoa, quien por el Espíritu eterno1b Él mismo se ofreció sin mancha a Diosc, purificará nuestra concienciad de obras muertase para servir al Dios vivof?

15 Por eso Cristoa es el mediadorb de un nuevo pacto1c, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto1, los que han sido llamadosd reciban la promesae de la herencia eternaf.

16 Porque donde hay un testamento1, necesario es que ocurra2 la muerte del testador.

17 Pues un testamento1 es válido solo en caso de muerte2, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador3.

18 Por tanto, ni aun el primer pacto1 se inauguró sin sangre.

19 Porque cuando Moisés terminó de promulgar1 todos los mandamientos a todo el puebloa, conforme a la leyb, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríosc, con agua y lana escarlata e hisopod, y roció el libro mismoe y a todo el pueblo,

20 diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios les ordenó a ustedes1a».

21 De la misma manera roció con sangre el tabernáculoa y todos los utensilios del ministerio.

22 Y según la ley, casi todoa ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdónb.

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