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Gálatas 3–4

La fe y la vida cristiana

3 ¡Oh, gálatasa insensatos! ¿Quién los ha fascinado1 a ustedes, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado públicamente como crucificadob?

2 Esto es lo único que quiero averiguar1 de ustedes ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe2a?

3 ¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado por1 el Espíritu, ¿van a terminar2 ahora por la carne?

4 ¿Han padecido tantas cosas en vano? ¡Si es que en realidad fue en vanoa!

5 Aquel, pues, que les suministra el Espíritua y hace milagros1 entre ustedesb, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe2c?

6 Así Abraham creyó a Dios y le fue contado como justiciaa.

7 Por tanto, sepan que los que son de fea, estos son hijos de Abrahamb.

8 La Escritura, previendo que Dios justificaría1 a los gentiles2 por la fe, anunció de antemano las buenas nuevas a Abraham, diciendo: «En ti serán benditas todas las nacionesa».

9 Así que, los que son de la fe son bendecidos con Abrahama, el creyente.

10 Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlasa».

11 Y que nadie es justificado ante Dios por la leya es evidente, porque «El justo vivirá por la fe1b».

12 Sin embargo, la ley no se basa en la1 fe. Al contrario, «El que las2 hace, vivirá por3 ellasa».

13 Cristo nos redimió de la maldición de la leya, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: «Maldito todo el que cuelga de un madero1b»,

14 a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentilesa, para que recibiéramosb la promesa del Espíritu mediante la fec.

La promesa, y el propósito de la ley

15 Hermanosa, hablo en términos humanos1b. Un pacto, aunque sea humano2c, una vez ratificado nadie lo invalida ni le añade condiciones.

16 Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia1a. No dice: «y a las descendencias2», como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: «y a tu descendenciab», es decir, Cristo3.

17 Lo que digo es esto: la ley, que vino 430 añosa más tarde, no invalida un pacto ratificado anteriormente por Dios, como para anular la promesa.

18 Porque si la herencia depende1 de una ley, ya no depende1 de una promesaa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio de una promesab.

19 Entonces, ¿para qué fue dada la ley? Fue añadida a causa de1 las transgresionesa, hasta que viniera la descendencia2 a la cual había sido hecha la promesab, ley que fue promulgada mediante ángelesc por mano de un mediadord.

20 Ahora bien, un mediador no representa a uno1 solo, pero Dios es uno soloa.

21 ¿Es entonces la ley contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún modoa! Porque si se hubiera dado una ley capaz de impartir vida, entonces la justicia ciertamente hubiera dependido1 de la leyb.

22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecadoa, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a todos los que creen.

23 Antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley, confinadosa para la fe que había de ser revelada.

24 De manera que la ley ha venido a ser nuestro guía para conducirnos a Cristoa, a fin de que seamos justificados por la feb.

25 Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo el guía1a.

26 Pues todos ustedes son hijos de Diosa mediante la fe en Cristo Jesúsb.

27 Porque todos los que fueron bautizados en Cristoa, de Cristo se han revestidob.

28 No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni1 mujera, porque todos son unob en Cristo Jesúsc.

29 Y si ustedes son de Cristoa, entonces son descendencia1 de Abraham, herederos según la promesab.

La adopción es solo mediante Jesucristo

4 Digo, pues: mientras el heredero es menor de edad,1 en nada es diferente del siervo2, aunque sea el dueño de todo,

2 sino que está bajo guardianes y tutores1 hasta la edad señalada2 por el padre.

3 Así también nosotros, mientras éramos niños, estábamos sujetos a servidumbrea bajo las cosas elementales1 del mundob.

4 Pero cuando vino la plenitud del tiempoa, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujerb, nacido bajo la leyc,

5 a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijosa.

6 Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazonesa, clamando: «¡Abba! ¡Padreb

7 Por tanto, ya no eres siervo1, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios2a.

No se vuelvan a la esclavitud

8 Pero en aquel tiempo, cuando ustedes no conocían a Diosa, eran siervosb de los que por naturaleza no son diosesc.

9 Pero ahora que conocen1 a Dios, o más bien, que son2 conocidos por Diosa, ¿cómo es que se vuelven otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales3b, a las cuales desean volver a estar esclavizados de nuevo?

10 Ustedes observan los díasa, los meses, las estaciones y los años.

11 Temo que quizá he trabajado en vano por ustedes.

12 Les ruego, hermanosa, háganse como yo, pues yo también me he hecho como ustedesb. Ningún agravio me han hecho.

13 Pero saben que fue por causa de una enfermedad física1 que les prediqué el evangelio la primera vez2.

14 Y lo que para ustedes fue una prueba1 en mi condición física2, que no despreciaron ni rechazaron3, sino que me recibieron como un ángel de Dios, como a Cristo Jesúsa mismob.

15 ¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvieron1? Pues testigo soy en favor de ustedes2 de que de ser posible, se hubieran sacado los ojos y me los hubieran dado.

16 ¿Me he vuelto, por tanto, enemigo de ustedes al decirles la verdad1a?

17 Algunos les tienen celo, no con buena intención, sino que quieren excluirlos a fin de que ustedes muestren celo por ellos.

18 Es bueno mostrar celo con buena intención siempre, y no solo cuando yo estoy presente con ustedesa.

19 Hijos míosa, por quienes de nuevo sufro dolores de partob hasta que Cristo sea formado en ustedesc,

20 quisiera estar presente con ustedes ahora y cambiar mi tono, pues estoy perplejoa en cuanto a ustedes.

Alegoría de la libertad en Cristo

21 Díganme, los que desean estar bajo la ley, ¿no oyen a la leya?

22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la siervaa y otro de la libreb.

23 Pero el hijo de la sierva nació según la carnea, y el hijo de la libre por medio de la promesab.

24 Esto contiene una alegoría1a, pues estas mujeres son dos pactos. Uno procede del monte Sinaíb que engendra hijos para ser esclavos2c; este3 es Agar.

25 Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos.

26 Pero la Jerusalén de arribaa es libre; esta1 es nuestra madre.

27 Porque escrito está:

«Regocíjate, oh estéril, la que no concibes;

prorrumpe y clama, tú que no tienes dolores de parto,

porque más son los hijos de la desolada,

que de la que tiene maridoa».

28 Y ustedes, hermanos, como Isaac, son hijos de la promesaa.

29 Pero así como entonces el que nació según la carnea persiguiób al que nació según el Espíritu, así también sucede ahorac.

30 Pero, ¿qué dice la Escritura?

«Echa fuera a la sierva y a su hijo,

pues el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la librea».

31 Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre* .

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