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2 Pedro 1:1–3:18

1 Simón1 Pedro, siervoa y apóstol de Jesucristob, a los que han recibido una fe como2 la nuestrac, mediante3 la justiciad de nuestro Dios y Salvador, Jesucristoe:

2 Gracia y paz les sean multiplicadasa a ustedes en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señorb.

Virtudes del cristiano

3 Pues Su divino podera nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquelb que nos llamó por1 Su gloriac y excelencia2.

4 Por ellas Él nos ha concedido Sus preciosas y maravillosas promesasa, a fin de que ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divinab, habiendo escapadoc de la corrupciónd que hay en el mundoe por causa de los malos deseos.

5 Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadana a su fe, virtudb, y a la virtud, conocimientoc;

6 al conocimiento, dominio propioa, al dominio propio, perseveranciab, y a la perseverancia, piedadc,

7 a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amora.

8 Pues estas virtudes, al estar en ustedes y al abundar, no los dejarán ociosos ni estérilesa en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristob.

9 Porque el que carece de estas virtudes es ciegoa o corto de vista, habiendo olvidado la purificaciónb de sus pecados pasados.

10 Así que, hermanos, sean cada vez más diligentes para hacer firme su llamadoa y elecciónb de parte de Dios. Porque mientras hagan estas cosas nunca caeránc.

11 Pues de esta manera les será concedidaa ampliamenteb la entrada al reino eternoc de nuestro Señor y Salvador Jesucristod.

Propósito de la carta

12 Por tanto, siempre estaré listo para recordarles estas cosas, aunque ustedes ya las sabena y han sido confirmados en la verdad que está presente en ustedesb.

13 También considero justoa, mientras esté en este cuerpo1b, estimularlos recordándolesc estas cosas2,

14 sabiendo que mi separación del cuerpo1 terrenal es inminentea, tal como me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristob.

15 Además, yo procuraré con diligencia, que en todo tiempo, después de mi partidaa, ustedes puedan recordar estas cosas.

Testigos de la gloria de Cristo

16 Porque cuando les dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristoa, no seguimos fábulas ingeniosamente inventadasb, sino que fuimos testigos oculares de Su majestadc.

17 Pues cuando Él recibió honor y gloria de Dios Padre, la Majestuosa Gloriaa le hizo esta declaración1b: «Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido»

18 Nosotros mismos escuchamos esta declaración1, hecha desde el cielo cuando estábamos con Él en el monte santoa.

La palabra profética

19 Y así tenemos la palabra proféticaa más segura1b, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención como a una lámparac que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunted y el lucero de la mañanae aparezca en sus corazonesf.

20 Pero ante todo sepan estoa, que ninguna profecíab de la Escritura es asunto de interpretación personal,

21 pues ninguna profecía fue dada1 jamás por un acto de voluntad humanaa, sino que hombres inspirados2 por el Espíritu Santo hablaron de parte de Diosb.

Profetas y maestros falsos

2 Pero se levantaron falsos profetasa entre el pueblo, así como habrá también falsos maestrosb entre ustedesc, los cuales encubiertamente introduciránd herejías destructorase, negando incluso al Señorf que los compró1g, trayendo sobre sí una destrucción repentina.

2 Muchos seguirán su sensualidada, y por causa de ellos, el camino de la verdadb será blasfemadoc.

3 En su avariciaa los explotaránb con palabras falsasc. El juicio de ellos, desde hace mucho tiempo no está ociosod, ni su perdición dormida.

4 Porque1 Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infiernoa y los entregó a fosos de tinieblasb, reservados para juicio.

5 Tampoco perdonó al mundo antiguoa, sino que guardó a Noé, un predicador de justicia, con otros siete1b, cuando trajo el diluvio sobre el mundoc de los impíos.

6 También condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizasa, poniéndolas de ejemplob para los que habrían de vivir impíamente despuésc.

7 Además rescató al justo Lota, abrumado por la conducta sensualb de hombres libertinos1c

8 (porque ese justoa, por lo que veía y oía mientras vivía entre ellos, diariamente sentía su alma justa atormentada por las iniquidades de ellos).

9 El Señor, pues, sabe rescatar de tentación a los piadososa, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juiciob,

10 especialmente a los que andan tras la carne en sus deseos corrompidosa y desprecian la autoridad. Atrevidos y obstinadosb, no tiemblan cuando blasfeman de las majestades angélicas1c,

11 cuando los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio injurioso contra ellos delante del Señora.

12 Pero estos, como animales irracionalesa, nacidos como criaturas de instinto para ser capturados y destruidos1b, blasfemando de lo que ignoran, serán también destruidos con la destrucción de esas criaturas2,

13 sufriendo el mal como pago de su iniquidada. Cuentan por deleite andar en placeres disolutos durante el díab. Son manchas e inmundicias, deleitándosec en sus engaños1 mientras banquetean con ustedesd.

14 Tienen los ojos llenos de adulterio y nunca cesan de pecar. Seducena a las almas inestablesb. Tienen un corazón ejercitado en la avariciac; son hijos de maldiciónd.

15 Abandonando el camino recto, se han extraviadoa, siguiendo el camino de Balaam, el hijo de Beorb, quien amó el pago de la iniquidadc,

16 pero fue reprendido por su transgresión, pues una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la locura del profetaa.

17 Estos son manantiales sin aguaa, bruma impulsada por una tormenta, para quienes está reservada la oscuridad de las tinieblasb.

18 Pues hablando con arroganciaa y vanidadb, seducenc mediante deseos carnales, por sensualidadd, a los que hace poco escaparone de los que viven en el error.

19 Les prometen libertad, mientras que ellos mismos son esclavos de la corrupción, pues uno es esclavo de aquello que lo ha vencidoa.

20 Porque si después de haber escapadoa de las contaminaciones del mundo por el conocimientob de nuestro Señor y Salvador Jesucristoc, de nuevo son enredados en ellasd y vencidos, su condición postrera viene a ser peor que la primerae.

21 Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que habiéndolo conocido, apartarsea del santo mandamientob que les fue dadoc.

22 Les ha sucedido a ellos según el proverbio verdadero: «El perro vuelve a su propio vómitoa», y: «La puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno».

La promesa de la venida del Señor

3 Amadosa, esta es ya la segunda carta que les escribo, en las cuales, como recordatorio, despierto en ustedes su sincero entendimiento1b,

2 para que recuerden las palabras dichas de antemanoa por los santos profetasb, y el mandamiento del Señor y Salvadorc declarado por los apóstoles de ustedes.

3 Ante todo, sepan estoa: que en los últimos díasb vendrán burladoresc con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasionesd,

4 y diciendo: «¿Dónde está la promesaa de Su venidab? Porque desde que los padres durmieron1c, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creaciónd»

5 Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que1 los cielos existían desde hace mucho tiempoa, y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguasb por la palabra de Dios,

6 por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundadoa por el aguab.

7 Pero los cielos y la tierra actualesa están reservados por Su palabra para el fuegob, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíosc.

El día del Señor

8 Pero, amadosa, no ignoren esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un díab.

9 El Señor no se tardaa en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es pacienteb para con ustedes1, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento2c.

10 Pero el día del Señora vendrá como ladrónb, en el cual los cielos pasaránc con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego1 intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas2d.

11 Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no deben ser ustedes en santa conducta y en piedad,

12 esperando y apresurando la venida del día de Diosa, en1 el cual los cielos serán destruidos por fuego2b y los elementosc se fundirán con intenso calor!

13 Pero, según Su promesaa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierrab, en los cuales mora la justiciac.

Exhortación final

14 Por tantoa, amadosb, puesto que ustedes aguardan estas cosas, procuren con diligencia ser halladosc por Él en paz, sin mancha e irreprensiblesd.

15 Consideren la pacienciaa de nuestro Señor como salvación, tal como les escribió también nuestro amado hermano Pablob, según la sabiduría que le fue dadac.

16 Asimismo en todas sus cartas habla en ellas de estoa; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entenderb, que los ignorantes e inestablesc tuercen, como también tuercen el resto de las Escriturasd, para su propia perdición1.

17 Por tanto, amadosa, sabiendo esto de antemano, estén en guardiab, no sea que arrastrados por el errorc de hombres libertinos1d, caigane de su firmeza.

18 Antes bien, crezcan en la gracia y el conocimientoa de nuestro Señor y Salvador Jesucristob. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidadc. Amén.

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