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1 Corintios 15:20–57

Cristo, garantía de la resurrección

20 Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertosa, primiciasb de los que durmieron1c.

21 Porque ya que la muerte entró por un hombrea, también por un hombre vino la resurrección de los muertos.

22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificadosa.

23 Pero cada uno en su debido orden1: Cristo, las primiciasa; luego los que son de Cristob en Su venidac.

24 Entonces vendrá el fin, cuando Él entregue el reinoa al Dios y Padreb, después que haya terminado1 con todo dominio y toda autoridad y poderc.

25 Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus piesa.

26 Y el último enemigo que será eliminado1 es la muertea.

27 Porque Dios ha puesto todo en sujeción bajo Sus piesa. Pero cuando dice que todas las cosas están sujetas a Élb, es evidente que se exceptúa a Aquel que ha sometido a Él todas las cosas.

28 Y cuando todo haya sido sometido a Éla, entonces también el Hijo mismo se sujetará a Aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todosb.

29 De no ser así, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si de ninguna manera los muertos resucitan, ¿por qué, entonces, se bautizan por ellos?

30 Y también, ¿por qué estamos en peligro a toda horaa?

31 Les aseguro, hermanos, por la satisfacción1 que siento por ustedes en Cristo Jesús nuestro Señor, que cada día estoy en peligro de muerte2a.

32 Si por motivos humanos1 luché contra fierasa en Éfesob, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremosc.

33 No se dejen engañara: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres»

34 Sean sobriosa, como conviene1, y dejen de pecar; porque algunos no tienen conocimiento de Diosb. Para vergüenza de ustedes lo digoc.

La gloria del cuerpo resucitado

35 Pero alguien diráa: «¿Cómo resucitan los muertosb? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?».

36 ¡Necioa! Lo que tú siembras no llega a tener vida si antes no muereb.

37 Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que nacerá1, sino el grano desnudo, quizás de trigo o de alguna otra especie2.

38 Pero Dios le da un cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpoa.

39 No toda carne es la misma carne, sino que una es la de los hombres, otra la1 de las bestias, otra la1 de las aves y otra la de los peces.

40 Hay, asimismo, cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, pero la gloria del celestial es una, y la del terrestre es otra.

41 Hay una gloria del sol, y otra gloria de la luna, y otra gloria de las estrellas; pues una estrella es distinta de otra estrella en gloria.

42 Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo corruptible1a, se resucita un cuerpo incorruptible2b;

43 se siembra en deshonra, se resucita en gloriaa; se siembra en debilidad, se resucita en poder;

44 se siembra un cuerpo naturala, se resucita un cuerpo espiritualb. Si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual.

45 Así también está escrito: «El primer hombre, Adán, fue hecho alma vivientea». El último Adánb, espíritu que da vidac.

46 Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual.

47 El primer hombre es de la tierraa, terrenal1b; el segundo hombre es del cielo.

48 Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestialesa.

49 Y tal como hemos traído la imagen del terrenala, traeremos1 también la imagen del celestialb.

La victoria final sobre la muerte

50 Esto digo, hermanos: que la carne y la sangrea no pueden heredar el reino de Diosb; ni lo que se corrompe1 hereda lo incorruptible2c.

51 Así que les digo un misterioa: no todos dormiremos1, pero todos seremos transformadosb

52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Pues la trompeta sonaráa y los muertos resucitaránb incorruptibles, y nosotros seremos transformadosc.

53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidada.

54 Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Devorada ha sido la muerte en victoriaa.

55 »¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro1, tu aguijóna?».

56 El aguijón de la muerte es el pecadoa, y el poder del pecado es la leyb;

57 pero a Dios graciasa, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristob.

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