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Romanos 5–6

Capitulo 5

Resultados de la justificación

Por tanto, habiendo sido justificados por la fea, tenemos1 paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristob,

2 por medio de quien también hemos obtenido entradaa por la fe a esta gracia en la cual estamos firmesb, y nos gloriamos1 en la esperanza de la gloria de Dios.

3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos1a en las tribulacionesb, sabiendo que la tribulación produce paciencia2c;

4 y la paciencia1a, carácter probadob; y el carácter probado, esperanza;

5 y la esperanza no desilusionaa, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dadob.

6 Porque mientras aún éramos débiles1, a su tiempoa Cristo murió por los impíosb.

7 Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno.

8 Pero Dios demuestraa su amor para con nosotrosb, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotrosc.

9 Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por1 su sangrea, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Élb.

10 Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijoa, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por1 su vidab.

11 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos1 en Diosa por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliaciónb.

Adán y Cristo comparados

12 Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecadoa, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaronb;

13 pues antes de la ley1 había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa cuando no hay leya.

14 Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adána, el cual es figura1 del que había de venirb.

15 Pero no sucede con la dádiva como con la transgresión1. Porque si por la transgresión de uno2 murieron los muchosa, mucho más, la gracia de Dios y el don por la gracia de un hombre, Jesucristob, abundaron para los muchos.

16 Tampoco sucede con el don como con lo que vino por medio de aquel1 que pecó; porque ciertamente el juicio surgió a causa de una transgresión, resultando en2 condenacióna; pero la dádiva surgió a causa de muchas transgresiones resultando en3 justificación.

17 Porque si por la transgresión de uno, por este1 reinó la muertea, mucho más reinarán en vida por medio de uno, Jesucristob, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

18 Así pues, tal como por una transgresión resultó1 la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justiciaa resultó1 la justificación de vida para todos los hombresb.

19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadoresa, así también por la obediencia de unob los muchos serán constituidos justosc.

20 Y la ley se introdujo para que abundara la transgresióna, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la graciab,

21 para que así como el pecado reinó en la muertea, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señorb.

Capitulo 6

Muertos al pecado

¿Qué diremos, entoncesa? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abundeb?

2 ¡De ningún modoa! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en élb?

3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizadosa en Cristo Jesúsb, hemos sido bautizados en su muerte?

4 Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertosa por la gloria del Padreb, así también nosotros andemos en novedad de vidac.

5 Porque si hemos sido unidos1 a Él en la semejanza2 de su muertea, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección,

6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombrea fue crucificado con Élb, para que nuestro cuerpo de pecadoc fuera destruido1, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;

7 porque el que ha muerto, ha sido libertado1 del pecadoa.

8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Éla,

9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertosa, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre Élb.

10 Porque por cuanto El murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios.

11 Así también vosotros, consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús1a.

Siervos, no del pecado, sino de la justicia

12 Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortala para que no obedezcáis sus lujurias;

13 ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo1a al pecado como instrumentos2 de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos2 de justiciab.

14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotrosa, pues no estáis bajo la leyb sino bajo la graciac.

Libertados del pecado

15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la graciaa? ¡De ningún modob!

16 ¿No sabéisa que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle1, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecadob para muertec, o de la obediencia para justicia?

17 Pero gracias a Diosa, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis1 obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fuisteis entregadosb;

18 y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justiciaa.

19 Hablo en términos humanosa, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justiciab, para santificación.

20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justiciaa.

21 ¿Qué fruto teníais entonces en1 aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muertea.

22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecadoa y hechos siervos de Diosb, tenéis por vuestro frutoc la santificación, y como resultado la vida eternad.

23 Porque la paga del pecado es muertea, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestrob.

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