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Mateo 6–24

Capitulo 6

La verdadera observancia de la religión

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellosa; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

Las ofrendas

2 Por eso, cuando des limosna1, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombresa. En verdad os digo que ya han recibido su recompensab.

Pero , cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha,

para que tu limosna1 sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará2a.

La oración

5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las callesa, para ser vistos por los hombres1b. En verdad os digo que ya han recibido su recompensac.

Pero , cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puertaa, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensaráb.

Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabreríaa.

Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáisa.

El Padre nuestro

9 aVosotros, pues, orad de esta manera:

«Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

10 »Venga tu reinoa.

Hágase tu voluntadb,

así en la tierra como en el cielo.

11 »Danos hoy el pan nuestro de cada día1a.

12 »Y perdónanos nuestras deudas1, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudoresa.

13 »Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal1a. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén».2

14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotrosa.

15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresionesa.

El ayuno

16 Y cuando ayunéisa, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran1 sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensab.

17 Pero , cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostroa,

18 para no hacer ver1 a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensaráa.

El verdadero tesoro

19 No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran1 y robana;

20 sino acumulaos tesoros en el cieloa, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban;

21 porque donde esté tu1 tesoroa, allí estará también tu1 corazón.

22 aLa lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano1, todo tu cuerpo estará lleno de luz.

23 Pero si tu ojo está maloa, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande no será la oscuridad!

24 Nadie puede servir a dos señoresa; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas1b.

25 aPor eso os digo, no os preocupéis por vuestra vidab, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimentaa. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?

27 ¿Y quién de vosotros, por ansiosoa que esté, puede añadir una hora1 al curso de su vida2b?

28 Y por la ropa, ¿por qué os preocupáisa? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;

29 pero os digo que ni Salomóna en toda su gloria se vistió como uno de estos.

30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fea?

31 Por tanto, no os preocupéisa, diciendo: «¿Qué comeremoso «¿qué beberemoso «¿con qué nos vestiremos

32 Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestiala sabe que necesitáis todas estas cosas.

33 Pero buscad1 primero su2 reino3 y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas4a.

34 Por tanto, no os preocupéisa por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará1 de mismo. Bástele a cada2 día sus propios problemas.

Capitulo 7

El juicio hacia los demás

aNo juzguéis para que no seáis juzgados.

Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os mediráa.

¿Y por qué miras la mota1 que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojoa?

¿O cómo puedes decir1 a tu hermano: «Déjame sacarte la mota del ojo», cuando2 la viga está en tu ojoa?

¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.

6 No deis lo santo a los perrosa, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen.

La oración recibirá respuesta

7 aPedid, y se os daráb; buscad, y hallaréis; llamad1, y se os abrirá.

Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le1 dará una piedra,

10 o si1 le pide un pescado, le2 dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le pidena?

12 Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombresa, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetasb.

Dos puertas y dos sendas

13 Entrad por la puerta estrechaa, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición1, y muchos son los que entran por ella.

14 Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Cómo conocer a los falsos profetas

15 Cuidaos de los falsos profetasa, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapacesb.

16 Por sus frutos los conoceréisa. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malosa.

18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.

19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuegoa.

20 Así que, por sus frutos los conoceréisa.

21 No todo el que me dice: «Señor, Señora», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Muchos me dirána en aquel díab: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros1?».

23 Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de a, los que practicáis la iniquidad».

Los dos cimientos

24 aPor tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;

25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes1, soplaron los vientos y azotaron2 aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca.

26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena;

27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes1, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción.

28 Cuando1 Jesús terminóa estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanzab;

29 porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas.

Capitulo 8

Curación de un leproso

Y cuando bajó del monte, grandes multitudes le seguían.

aY he aquí, se le acercó un leproso y se postró ante Él1b, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

3 Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra1a.

4 Entonces Jesús le dijo*: Mira, no se lo digas a nadiea, sino veb, muéstrate al sacerdotec y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos.

Jesús sana al criado del centurión

5 aY cuando entró Jesús1 en Capernaúm se le acercó un centurión suplicándole,

6 y diciendo: Señor, mi criado1 está postrado en casa, paralíticoa, sufriendo mucho2.

7 Y Jesús le dijo*: Yo iré y lo sanaré.

8 Pero el centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra1 y mi criado2 quedará sano.

9 Porque yo también soy hombre bajo autoridada, con1 soldados a mis órdenes2; y digo a este: «Ve», y va; y al otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.

10 Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en Israel1 no he hallado en nadie una fe tan grande.

11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidentea, y se sentarán1 a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

12 Pero los hijos del reinoa serán arrojados a las tinieblas de afuerab; allí será el llanto y el crujir de dientesc.

13 Entonces Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creídoa, te sea hecho. Y el criado1 fue sanado en esa misma hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro y a muchos otros

14 aAl llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de este1 que yacía en cama2 con fiebre.

15 Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía.

16 Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniadosa; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermosb,

17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomo nuestras flaquezas y llevo1 nuestras enfermedadesa.

Lo que demanda el discipulado

18 Viendo Jesús una multitud a su alrededor, dio ordena de pasar al otro lado.

19 aY un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

20 Y Jesús le dijo*: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos

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