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Mateo 11–27

Capitulo 11

Jesús sale a enseñar y predicar

Y sucedió que cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulosa, se fue de allí a enseñar y predicar1 en las ciudades de ellosb.

Jesús y los discípulos de Juan

2 aY al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo1, mandó por medio de sus discípulos

3 a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir1a, o esperaremos a otro?

4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y contad a Juan lo que oís y veis:

los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyena, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio1b.

Y bienaventurado es el que no se escandaliza de a.

Jesús habla de Juan el Bautista

7 Mientras ellos se marchaban, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desiertoa? ¿Una caña sacudida por el viento?

Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que usan ropas finas están en los palacios1 de los reyes.

Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profetaa? , os digo, y uno que es más que un profeta.

10 Este es de quien está escrito:

«He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,

quien preparará tu camino delante de tia».

11 En verdad os digo que entre los nacidos de mujer1 no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.

12 Y desde los días de Juan el Bautistaa hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia1, y los violentos lo conquistan por la fuerza2.

13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.

14 Y si queréis aceptarlo, él es Elíasa, el que había de venir1.

15 El que tiene oídos1, que oigaa.

16 Pero, ¿con qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, que dan voces a los otros,

17 y dicen: «Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos endechas, y no os lamentasteis1».

18 Porque vino Juan que no comíaa ni bebíab, y dicen: «Tiene un demonioc».

19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: «Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos1 y de pecadoresa». Pero2 la sabiduría se justifica por sus hechos3.

Ayes sobre ciudades de Galilea

20 Entonces comenzó a increpar a las ciudades en las que había hecho la mayoría de sus milagros1, porque no se habían arrepentidoa.

21 ¡aAy de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaidab! Porque si los milagros1 que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidónc, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y cenizad.

22 Por eso os digo que en el día del juicioa será más tolerableb el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.

23 Y , Capernaúma, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades1b descenderás2c! Porque si los milagros3 que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodomad, esta hubiera permanecido hasta hoy.

24 Sin embargo, os digo que en el día del juicioa será más tolerableb el castigo para la tierra de Sodoma que para ti.

La gran invitación

25 aEn aquel tiempo1, hablando2 Jesús, dijo: Te alabo3, Padreb, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentesc, y las revelaste a los niños.

26 , Padrea, porque así fue de tu agrado.

27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padrea; y nadie conoce1 al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce1 al Padre, sino el Hijob, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

28 Venid a , todos los que estáis cansados1 y cargados, y yo os haré descansara.

29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de a, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almasb.

30 Porque mi yugo es fácil1 y mi carga ligeraa.

Capitulo 12

Jesús, Señor del día de reposo

aPor aquel tiempo1 Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigasb y a comer.

2 Y cuando lo vieron los fariseos, le dijeron: Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposoa.

3 Pero Él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,

cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes consagrados1a, que no les era lícito comer, ni a él ni a los que estaban con él, sino solo a los sacerdotes?

¿O no habéis leído en la ley, que en los días de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y están sin culpa?

Pues os digo que algo1 mayor que el templo está aquía.

Pero si hubierais sabido lo que esto significa1: «Misericordia2 quiero y no sacrificioa», no hubierais condenado a los inocentes.

Porque el Hijo del Hombrea es Señor del día de reposo.

Jesús sana al hombre de la mano seca

9 aPasando de allí, entró en la sinagoga de ellos.

10 Y he aquí, había allí un hombre que tenía una mano seca. Y para poder acusarle, le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposoa?

11 Y Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una sola oveja, si esta se le cae en un hoyo en día de reposo, no le echa mano y la sacaa?

12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una ovejaa! Por tanto, es lícito hacer bien en el día de reposo.

13 Entonces dijo* al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restauradaa, sana como la otra.

14 Pero cuando los fariseos salieron, se confabularon1 contra Él, para ver cómo podrían destruirlea.

Jesús, el siervo escogido

15 Mas Jesús, sabiéndolo, se retiró de allí. Y muchos le siguieron, y los sanó a todosa.

16 Y les advirtió que no revelaran quién era Él1a;

17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:

18 Mirad, mi Siervo1, a quien he escogido2a;

mi amado en quien se agrada3 mi almab;

sobre El pondré mi Espírituc,

y a las naciones4 proclamara justicia5.

19 No contenderá, ni gritaraa,

ni habrá quien en las calles oiga su voz.

20 No quebrara la caña cascada,

ni apagara la mecha que humeaa,

hasta que lleve1 a la victoria la justicia2.

21 Y en su nombre pondrán las naciones1 su esperanzaa.

Jesús y Beelzebú

22 aEntonces le trajeron un endemoniado ciego y mudob, y lo sanó, de manera que el mudo hablaba y veía.

23 Y todas las multitudes estaban asombradas, y decían: ¿Acaso no es este el Hijo de Davida?

24 Pero cuando los fariseos lo oyeron, dijeron: Este no expulsa los demonios sino por Beelzebú, el príncipe de los demoniosa.

25 aY conociendo Jesús sus pensamientos, les dijob: Todo reino dividido contra mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra misma no se mantendrá en pie.

26 Y si Satanás expulsa a Satanása, está1 dividido contra mismo; ¿cómo puede entonces mantenerse en pie su reino?

27 Y si yo expulso los demonios por Beelzebúa, ¿por quién los expulsan vuestros hijosb? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.

28 Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros.

29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata1? Y entonces saqueará su casa.

30 El que no está conmigo, está contra ; y el que no recoge conmigo, desparramaa.

31 aPor eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.

32 Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo1a ni en el venidero.

33 O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbola.

34 ¡Camada de víborasa! ¿Cómo podéis hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la bocab.

35 El hombre bueno de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malasa.

36 Y yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicioa.

37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

Escribas y fariseos demandan señal

38 Entonces le respondieron algunos de los escribas y fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver una señal1 de parte tuyaa.

39 Pero respondiendo Él, les dijo: aUna generación perversa y adúltera demanda señal1, y ninguna señal1 se le dará, sino la señal1 de Jonás el profeta;

40 porque como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres nochesa, así estará el Hijo del Hombreb tres días y tres noches en el corazón de la tierrac.

41 Los hombres de Nínivea se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonásb; y mirad, algo más grande que Jonás está aquíc.

42 La Reina del Sura se levantará con esta generación en el juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y mirad, algo más grande que Salomón está aquíb.

43 aCuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla.

44 Entonces dice: «Volveré a mi casa de donde salí»; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada.

45 Va entonces, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primeroa. Así será también con esta generación perversa.

La madre y los hermanos de Jesús

46 aMientras Él aún estaba hablando a la multitud, he aquí, su madreb y sus hermanosc estaban afuera, deseando hablar con Él.

47 Y alguien le dijo: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera deseando hablar contigo.

48 Pero respondiendo Él al que se lo decía, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?

49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ¡He aquí mi madre y mis hermanos!

50 Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Capitulo 13

Parábolas sobre el reino

Ese mismo día salió Jesús de la casaa y se sentó ba la orilla del mar.

2 Y se congregaron junto a Él grandes multitudes, por lo que subió a una barcaa y se sentó

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