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Lucas 17–21

Capitulo 17

Advertencias a los discípulos

Y Jesús dijo a sus discípulos: Es inevitable que vengan tropiezos1, pero ¡ay de aquel por quien vienena!

Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar, que hacer tropezar1 a uno de estos pequeñosa.

¡Tened cuidado1! Si tu hermano peca, repréndeloa; y si se arrepiente, perdónalo.

Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo1a.

La fe y el servicio

5 Y los apóstolesa dijeron al Señorb: ¡Auméntanos la fe!

6 Entonces el Señora dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostazab, diríais a este sicómoroc: «Desarráigate y plántate en el mar». Y os obedecería1.

¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: «Ven enseguida y siéntate1 a comer»?

¿No le dirá más bien: «Prepárame algo para cenar, y vístete1 adecuadamente, y sírvemea hasta que haya comido y bebido; y después2 comerás y beberás »?

¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó?

10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: «Siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho».

Los diez leprosos

11 Y aconteció que mientras iba camino a Jerusaléna, pasaba entre1 Samariab y Galilea,

12 y al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distanciaa,

13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestroa! ¡Ten misericordia de nosotros!

14 Cuando Él los vio, les dijo: Id y mostraos a los sacerdotesa. Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios.

15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Diosa en alta voz.

16 Y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús1, dándole gracias; y este era samaritanoa.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve … ¿dónde están?

18 ¿No hubo ninguno que regresara1 a dar gloria a Diosa, excepto este extranjero?

19 Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha sanado1a.

Llegada del reino de Dios

20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo vendría el reino de Diosa, Jesús les respondió, y dijo: El reino de Dios no viene con señalesb visibles1,

21 ni dirán: «¡Mirad, aquí está!» o: «¡Allía está!» Porque he aquí, el reino de Dios entre1 vosotros está.

22 Y dijo a los discípulos: Vendrán díasa cuando ansiaréis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.

23 Y os dirán: «¡Mirad allí! ¡Mirad aquí!». No vayáis, ni corráis tras ellosa.

24 Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo1 del cielo hasta el otro extremo1 del cielo, así será el Hijo del Hombre en su díaa.

25 Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generacióna.

26 aTal como ocurrió en los días de Noéb, así será también en los días del Hijo del Hombre.

27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.

28 Fue lo mismo que1 ocurrió en los días de Lota: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían;

29 pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los destruyó a todos.

30 Lo mismo1 acontecerá el día en que el Hijo del Hombre sea reveladoa.

31 En ese día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a llevárselos; y de igual modo, el que esté en el campo no vuelva atrása.

32 Acordaos de la mujer de Lota.

33 Todo el que procure preservar su vida1, la perderá; y todo el que la pierda, la conservaráa.

34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; uno será tomado y el otro será dejado.

35 Estarán dos mujeres moliendo en el mismo lugar; una será tomada y la otra será dejadaa.

36 1Dos estarán en el campo; uno será tomado y el otro será dejadoa.

37 Respondiendo ellos, le dijeron*: ¿Dónde, Señor? Y Él les dijo: Donde esté el cuerpo, allí también se juntarán los buitres1a.

Capitulo 18

Parábola de la viuda y el juez injusto

Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orara en todo tiempo, y no desfallecerb,

2 diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre algunoa.

Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: «Hazme justicia de mi adversario».

Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para : «Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre algunoa,

sin embargo, porque esta viuda me molestaa, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia1b».

6 Y el Señora dijo: Escuchad lo que dijo* el juez injusto.

¿Y no hará Dios justiciaa a sus escogidosb, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?1c

Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe1a en la tierra?

Parábola del fariseo y el publicano

9 Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismosa como justos, y despreciaban a los demásb:

10 Dos hombres subieron al templo a orara; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos1.

11 El fariseo puesto en pie, orabaa para de esta manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos.

12 »Yo ayunoa dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que ganob».

13 Pero el recaudador de impuestos, de piea y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielob, sino que se golpeaba el pechoc, diciendo: «Dios, ten piedad de1 , pecador».

14 Os digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzadoa.

Jesús y los niños

15 aY le traían aun a los niños muy pequeños para que los tocara, pero al ver esto los discípulos, los reprendían.

16 Mas Jesús, llamándolos a su lado, dijo: Dejad que los niños vengan a , y no se lo impidáis, porque de los que son como estos1 es el reino de Dios.

17 En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en éla.

El joven rico

18 aY cierto hombre prominente1 le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios.

20  sabes los mandamientos: «No cometas adulterio, No mates, No hurtes, No des falso testimonio, Honra a tu padre y a tu madrea».

21 Y él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.

22 Cuando Jesús oyó esto, le dijo: Te falta todavía una cosa; vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielosa; y ven, síguemeb.

23 Pero al oír esto, se puso muy triste, pues era sumamente rico.

24 Mirándolo Jesús, dijo: ¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezasa!

25 Porque es más fácil que un camello pase1 por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Diosa.

26 Los que oyeron esto, dijeron: ¿Y quién podrá salvarse?

27 Y Él respondió: Lo imposible para los hombres, es posible para Diosa.

28 Y Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo1 y te hemos seguidoa.

29 Entonces Él les dijo: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Diosa,

30 que no reciba muchas veces más en este tiempo, y en el siglo venideroa, la vida eterna.

Jesús anuncia su muerte por tercera vez

31 aTomando aparte a los doce, Jesús les dijo: Mirad, subimos a Jerusalénb, y se cumplirán todas las cosas que están escritas por medio de los profetas acerca del Hijo del Hombrec.

32 Pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burla, afrentado y escupidoa;

33 y después de azotarle, le matarán, y al tercer día resucitará.

34 Pero ellos no comprendieron nada de esto; este dicho les estaba encubiertoa, y no entendían lo que se les decía.

Curación de un ciego

35 aY aconteció que al acercarse a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigandob.

36 Al oír que pasaba una multitud, preguntaba qué era aquello.

37 Y le informaron que pasaba Jesús de Nazaret.

38 Entonces gritó, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mía!

39 Y los que iban delante lo reprendían para que se callara; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mía!

40 Jesús se detuvo y1 ordenó que se lo trajeran; y cuando estuvo cerca, le preguntó:

41 ¿Qué deseas que haga por ti? Y él dijo: Señor, que recobre la vista.

42 Jesús entonces le dijo: Recibe1 la vista, tu fe te ha sanado2a.

43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Diosa; cuando toda la gente vio aquello, dieron gloria a Diosb.

Capitulo 19

Zaqueo

Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudada.

2 Y1 un hombre llamado2 Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos3 y era rico,

3 trataba de ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, ya que él era de pequeña estatura.

4 Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlea, porque Jesús estaba a punto de pasar por allí.

5 Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa.

6 Entonces él se apresuró a descender y le recibió con gozo1.

7 Y al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Ha ido a hospedarse con1 un hombre pecador.

8 Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señora: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudadob a alguno, se lo restituiré cuadruplicadoc.

9 Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, ya que él también es hijo de Abrahama;

10 porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdidoa.

Parábola de las minas

11 Estando ellos oyendo estas cosas, continuando Jesús, dijo una parábola, porque Él estaba cerca de Jerusaléna y ellos pensaban que el reino de Dios iba a aparecerb de un momento a otro.

12 Por eso dijo: aCierto hombre de familia noble fue a un país lejano a recibir un reino para y después volver.

13 Y llamando a

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