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Juan 3–20

Capitulo 3

El nuevo nacimiento

Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemoa, prominente1b entre los judíos.

2 Este vino a Jesús1 de noche y le dijo: Rabía, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales2b que tú haces si Dios no está con élc.

3 Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo1a no puede ver el reino de Diosb.

4 Nicodemo le dijo*: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

5 Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritua no puede entrar en el reino de Diosb.

Lo que es nacido de la carne, carne esa, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te asombres de que te haya dicho: «Os es necesario nacer de nuevo1».

El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde vaa; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto?

10 Jesús respondió y le dijo: eres maestroa de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?

11 En verdad, en verdad te digo que hablamos lo que sabemosa y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimoniob.

12 Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales?

13 Nadie ha subido al cieloa, sino el que bajó del cielob, es decir, el Hijo del Hombrec que está en el cielo1.

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desiertoa, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombreb,

15 para que todo aquel que cree, tenga en Él1 vida eternaa.

El amor de Dios

16 Porque de tal manera amó Dios al mundoa, que dio a su Hijo unigénito1b, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eternac.

17 Porque Dios no envióa a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Élb.

18 El que cree en Él no es condenado1a; pero el que no cree, ya ha sido condenado1, porque no ha creído en el nombre del unigénito2 Hijo de Diosb.

19 Y este es el juicio: que la luz vino al mundoa, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malasb.

20 Porque todo el que hace lo malo odia la luza, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas.

21 Pero el que practica la verdada viene a la luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios.

Testimonio final de Juan el Bautista

22 Después de esto vino Jesús con sus discípulosa a la tierra de Judea, y estaba allí con ellos, y bautizabab.

23 Juan también bautizaba en Enón, cerca de Salim, porque allí había mucha agua1; y muchos venían y eran bautizados.

24 Porque Juan todavía no había sido metido en la cárcela.

25 Surgió entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificacióna.

26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabía, mira, el que estaba contigo al otro lado del Jordánb, de quien diste testimonioc, está bautizando y todos van a Él.

27 Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada si no le es dado del cieloa.

28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: «Yo no soy el Cristo1a, sino que he sido enviado delante de Él».

29 El que tiene la novia es el novioa, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Y por eso, este gozo mío se ha completadob.

30 Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya.

31 El que procede de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, procede1 de la tierra y habla de la tierraa. El que procede del cielo está sobre todosb.

32 Lo que Él ha visto y oído, de eso da testimonio; y nadie recibe su testimonioa.

33 El que ha recibido su testimonio ha certificadoa esto: que Dios es veraz.

34 Porque aquel a quien Dios ha enviadoa habla las palabras de Dios, pues Él da el Espíritub sin medida1.

35 El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su manoa.

36 El que cree en el Hijo tiene vida eternaa; pero el que no obedece1b al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

Capitulo 4

La mujer samaritana

Por tanto, cuando el Señora supo que los fariseos habían oído que Él1 hacía y bautizabab más discípulos que Juan

2 (aunque Jesús mismo no bautizabaa, sino sus discípulosb),

3 salió de Judeaa y partió otra vez para Galileab.

4 Y tenía que pasar por Samariaa.

5 Llegó*, pues, a una ciudad de Samariaa llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo Joséb;

6 y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó1 junto al pozo. Era como la hora sexta2.

7 Una mujer de Samaria vino* a sacar agua, y Jesús le dijo*: Dame de beber.

8 Pues sus discípulosa habían ido a la ciudadb a comprar alimentos.

9 Entonces la mujer samaritanaa le dijo*: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanosb.)

10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber», le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua vivaa.

11 Ella le dijo*: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua vivaa?

12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozoa del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?

13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed,

14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamása, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eternab.

15 La mujer le dijo*: Señor, dame esa agua, para que no tenga seda ni venga hasta aquí a sacarla.

16 Él le dijo*: Ve, llama a tu marido y ven acá.

17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo*: Bien has dicho: «No tengo marido»,

18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad.

19 La mujer le dijo*: Señor, me parece que tú eres profetaa.

20 Nuestros padres adorarona en este monteb, y vosotros decís que en Jerusalénc está el lugar donde se debe adorar.

21 Jesús le dijo*: Mujer, créeme; la hora vienea cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padreb.

22 Vosotros adoráis lo que no conocéisa; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene1 de los judíosb.

23 Pero la hora viene, y ahora esa, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritub y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.

24 Dios es espíritu1, y los que le adoran deben adorarle en espíritua y en verdad.

25 La mujer le dijo*: Sé que el Mesíasa viene (el que es llamado Cristob); cuando Él venga nos declarará todo.

26 Jesús le dijo*: Yo soya, el que habla contigo.

27 En esto llegaron sus discípulosa y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella?

28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo* a los hombres:

29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hechoa. ¿No será este el Cristo1b?

30 Y salieron de la ciudad e iban a Él.

31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí1a, come.

32 Pero Él les dijo: Yo tengo para comer una comida que vosotros no sabéis.

33 Los discípulosa entonces se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer?

34 Jesús les dijo*: Mi comida es hacer la voluntad del que me envióa y llevar a cabo su obrab.

35 ¿No decís vosotros: «Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega»? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que ya están blancos para la siegaa.

36 Ya el segador recibe salarioa y recoge frutob para vida eternac, para que el que siembra se regocije juntamente con el que siega.

37 Porque en este caso el dicho es verdadero: «Uno es el que siembra y otro el que siegaa».

38 Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y vosotros habéis entrado en su labor.

39 Y de aquella ciudada, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: Él me dijo todo lo que yo he hechob.

40 De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días.

41 Y muchos más creyeron por su palabra,

42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho1, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que este es en verdad el Salvador del mundoa.

43 Después de los dos díasa, salió de allí para Galilea.

44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que a un profeta no se le honra en su propia tierraa.

45 Así que cuando llegó a Galilea, los galileos le recibieron, pues habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiestaa; porque ellos también habían ido a la fiesta.

Curación del hijo de un oficial del rey

46 Entonces vino otra vez a Caná de Galileaa, donde había convertido el agua en vinob. Y había allí cierto oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúmc.

47 Cuando él oyó que Jesús había venido de Judea a Galileaa, fue a su encuentro y le suplicaba que bajara y sanara a su hijo, porque estaba al borde de la muerte.

48 Jesús entonces le dijo: Si no veis señales1 y prodigiosa, no creeréis.

49 El oficial del rey le dijo*: Señor, baja antes de que mi hijo muera.

50 Jesús le dijo*: Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fuea.

51 Y mientras bajaba, sus siervos le salieron al encuentro y le dijeron que su hijo1 vivía.

52 Entonces les preguntó a qué hora había empezado a mejorar. Y le respondieron: Ayer a la hora séptima1 se le quitó2 la fiebre.

53 El padre entonces se dio cuenta que fue a la hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive. Y creyó él y toda su casaa.

54 Esta1 fue la segunda señal2a que Jesús hizo cuando fue de Judea a Galileab.

Capitulo 5

Curación de un paralítico

Después de esto, se celebraba1 una fiesta2 de los judíos, y Jesús subió a Jerusaléna.

2 Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejasa, un estanque que en …

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