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Apocalipsis 3–11

Capitulo 3

Mensaje a la iglesia de Sardis

Y escribe al ángel de la iglesia en Sardisa:

«El que tiene los siete Espíritus de Diosb y las siete estrellasc, dice esto: “Yo conozco tus obrasd, que tienes nombre de que vives, pero estás muertoe.

Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras delante de mi Dios.

Acuérdatea, pues, de lo que1 has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntetea. Por tanto, si no velas, vendréb como ladrónc, y no sabrás a qué hora vendré sobre tid.

Pero tienes unos pocos1a en Sardisb que no han manchado sus vestidurasc, y andarán conmigo vestidos de blancod, porque son dignos.

Así el vencedor1a será revestido de2 vestidurasb blancas y no borraré su nombre del libro de la vidac, y reconoceré su nombre delante de mi Padred y delante de sus ángeles.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesiasa”».

Mensaje a la iglesia de Filadelfia

7 Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfiaa:

«El Santob, el Verdaderoc, el que tiene la llave de Davidd, el que abre y nadie cierra1, y cierra y nadie abre, dice esto:

Yo conozco tus obrasa. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrarb, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombrec.

He aquí, yo entregaré1 a aquellos de la sinagoga de Satanása que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a2 tus piesb, y sepan que yo te he amadoc.

10 Porque has guardado la palabraa de mi perseveranciab, yo también te guardaréc de la hora de la prueba1d, esa hora que está por venir sobre todo el mundo2e para probar3 a los que habitan sobre la tierraf.

11 Vengo prontoa; retén firme lo que tienesb, para que nadie tome tu coronac.

12 Al vencedor1a le haré una columna en el templo de mi Diosb, y nunca más saldrá de allí2; escribiré sobre él el nombre de mi Diosc, y el nombre de la ciudad de mi Diosd, la nueva Jerusaléne, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevof.

13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesiasa”».

Mensaje a la iglesia de Laodicea

14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodiceaa:

«El Aménb, el Testigo fiel y verdaderoc, el Principio1 de la creación de Diosd, dice esto:

15 Yo conozco tus obrasa, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o calienteb!

16 Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

17 Porque dices:Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad’; y no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudoa,

18 te aconsejo que de compresa oro refinado por fuegob para que te hagas rico, y vestiduras blancasc para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudezd, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver.

19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amoa; , pues, celoso y arrepiénteteb.

20 He aquí, yo estoy a la puertaa y llamob; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigoc.

21 Al vencedor1a, le concederé sentarse conmigo en mi tronob, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su tronoc.

22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesiasa”».

Capitulo 4

Visión del trono de Dios

Después de esto miréa, y vi1 una puerta abierta en el cielob; y la primera voz que yo había oído, como sonido de trompetac que hablaba conmigo, decía: Subed acá y te mostraré las cosas que deben suceder después de estase.

2 Al instante estaba yo en el Espíritu1a, y vi2 un trono colocado en el cielob, y a uno sentado en el tronoc.

3 Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspea y sardio1b, y alrededor del trono había un arco iris2c, de aspecto semejante a la esmeraldad.

4 Y alrededor del tronoa había veinticuatro tronosb; y sentadosc en los tronos, veinticuatro ancianosd vestidos de ropas blancase, con coronas de oro en la cabezaf.

5 Del trono salían relámpagosa, voces1 y truenos; y delante del trono había siete lámparasb de fuego ardiendo, que son los siete Espíritus de Diosc.

6 Delante del trono había como un mar transparente semejante al cristala; y en medio del trono y alrededor del tronob, cuatro seres vivientesc llenos de ojos por delante y por detrásd.

7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo ser era semejante a un becerro; el tercer ser tenía el rostro como el de un hombre, y el cuarto ser era semejante a un águila volandoa.

8 Y los cuatro seres vivientesa, cada uno de ellos con1 seis alasb, estaban llenos de ojos alrededor y por dentroc, y día y noched no cesaban de decir2:

Santo, Santo, Santo, es el Señore Dios,

el Todopoderosof, el que era, el que es y el que ha de venirg.

9 Y cada vez que1 los seres vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el tronoa, al que vive por los siglos de los siglosb,

10 los veinticuatro ancianosa se postran1 delante delb que está sentado en el tronoc, y adoran2 al que vive por los siglos de los siglosd, y echan3 sus coronas delante del tronoe, diciendo:

11 Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el podera, porque tú creaste todas las cosasb, y por tu voluntad existen1 y fueron creadas.

Capitulo 5

El Cordero y el libro de los siete sellos

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el tronoa un libro1 escrito por dentro y por fuera2b, sellado con siete sellosc.

2 Y vi a un ángel poderoso1a que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?

3 Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierraa, podía abrir el libro ni mirar su contenido1.

4 Y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de mirar su contenido1.

5 Entonces uno de los ancianos me dijo*: No llores; mira, el Leóna de la tribu de Judáb, la Raíz de Davidc, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos.

6 Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos1a, a un Corderob, de pie, como inmoladoc, que tenía siete cuernosd y siete ojose, que son los siete Espíritus de Diosf enviados por toda la tierra.

7 Y vino, y tomó el libro de la mano derechaa del que estaba sentado en el tronoa.

8 Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientesa y los veinticuatro ancianosb se postraronc delante del Corderod; cada uno tenía un arpae y copas1 de orof llenas de incienso, que son las oraciones de los santosg.

9 Y cantaban* un cántico nuevoa, diciendo:

Digno eres de tomar el librob y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmoladoc, y con tu sangre compraste1 para Diosd a gente de toda tribue, lengua, pueblo y nación.

10 Y los has hecho1 un reinoa y sacerdotesa para nuestro Dios; y reinarán2 sobre la tierrab.

11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del tronoa y de los seres vivientesb y de los ancianosc; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millaresd,

12 que decían a gran voz:

El Corderoa que fue inmoladob digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza.

13 Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos haya, oí decir:

Al que está sentado en el tronob, y al Corderoc, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglosd.

14 Y los cuatro seres vivientesa decían: Aménb. Y los ancianosc se postraron y adoraron1d.

Capitulo 6

Los primeros cuatro sellos

Vi cuando el Corderoa abrió uno de los siete sellosb, y oí a uno de los cuatro seres vivientesc que decía, como con voz de truenod: Ven1.

2 Miré, y he aquí, un caballo blancoa; y el que estaba montado en él tenía un arco; se le dio una coronab, y salió conquistando y para conquistarc.

3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser vivientea que decía: Ven.

4 Entonces salió otro caballo, rojoa; y al que estaba montado en él se le concedió quitar la paz de la tierrab y que los hombres se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada.

5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser vivientea que decía: Ven. Y miré, y he aquí, un caballo negrob; y el que estaba montado en él tenía una balanza en la manoc.

6 Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientesa que decía: Un litro1 de trigo por un denario2, y tres litros1 de cebada por un denario2, y no dañes el aceite y el vinob.

7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser vivientea que decía: Ven.

8 Y miré, y he aquí, un caballo amarillento1a; y el que estaba montado en él se llamaba Muerteb; y el Hades2b lo seguía. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierrac, para matar con espada, con hambre, con pestilencia3 y con las fieras de la tierra.

El quinto sello

9 Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajoa del altarb las almasc de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Diosd y del testimonio que habían mantenidoe;

10 y clamaban a gran voz, diciendoa: ¿Hasta cuándo, oh Señor1b santoc y verdadero, esperarás para juzgard y vengar2 nuestra sangre de los que moran en la tierrae?

11 Y se les dio a cada uno una vestidura blancaa; y se les dijo que descansaran un poco más de tiempob, hasta que se completarac también el númerod de sus consiervos y de sus hermanos que habrían de ser muertos como ellos lo habían sido.

El sexto sello

12 Vi cuando el Cordero abrió el sexto sello, y hubo un gran terremotoa, y el sol se puso negrob como cilicioc hecho de cerda, y la luna toda se volvió como sangre,

13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierraa, como la higuerab deja caer sus higos verdes al ser sacudida por un fuerte viento.

14 Y el cielo desapareció1 como un pergamino2 que se enrollaa, y todo monte e isla fueron removidos de su lugarb.

15 Y los reyes de la tierraa, y los grandes, los comandantes1, los ricos, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;

16 y decían* a los montes y a las peñasa: Caed sobre …

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