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Nehemiah 8:1–10:39

Capitulo 8

Esdras lee la ley

Se reunió todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que estaba delante de la puerta de las Aguasa, y pidieron1 al escriba Esdrasb que trajera el libro de la ley de Moisés que el Señor había dado2 a Israelc.

2 Entonces el sacerdote Esdras trajo la leya delante de la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían entender lo que oían. Era el primer día del mes séptimob.

3 Y leyó en el libro1 frente a la plaza que estaba delante de la puerta de las Aguasa, desde el amanecer2 hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

4 El escriba Esdras estaba sobre un estrado de madera que habían hecho para esta ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías; y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam.

5 Y abrió Esdras el libro a la vista de todo el puebloa, pues él estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso en pieb.

6 Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén, Aména!, mientras alzaban las manos; después se postraron y adoraron al Señor rostro en tierrab.

7 También Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán, Pelaías, y los levitas, explicaban la ley al pueblo mientras el pueblo permanecía en su lugar.

8 Y leyeron en el libro de la ley de Dios, traduciéndolo1 y dándole el sentido para que entendieran la lectura.

9 Entonces Nehemías, que era el gobernador1a, y Esdras, el sacerdote y escribab, y los levitas que enseñaban al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Este día es santo para el Señor vuestro Diosc; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la leyd.

10 También les dijo: Id, comed de la grosura, bebed de lo dulce, y mandad raciones a los que no tienen nada preparadoa; porque este día es santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza.

11 Los levitas calmaron a todo el pueblo diciendo: Callad, porque el día es santo, no os entristezcáis.

12 Y todo el pueblo se fue a comer, a beber, a mandar porcionesa y a celebrar una gran fiesta1, porque comprendieron las palabras que les habían enseñadob.

13 Al segundo día los jefes de casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto al escriba Esdras para entender las palabras de la ley.

14 Y encontraron escrito en la ley que el Señor había mandado por medio1 de Moisés que los hijos de Israel habitaran en tabernáculos2 durante la fiesta del mes séptimoa.

15 Y ellos proclamaron y circularon1 pregóna en todas sus ciudades y en Jerusalénb, diciendo: Salid al monte y traed ramas de olivo, ramas de olivo silvestre2, ramas de mirto, ramas de palmera y ramas de otros árboles frondosos, para hacer tabernáculos, como está escritoc.

16 El pueblo salió y las trajeron e hicieron tabernáculos para sí, cada uno en su terradoa, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguasb y en la plaza de la puerta de Efraínc.

17 Toda la asamblea de los que habían regresado de la cautividad hicieron tabernáculos y habitaron en ellos1. Los hijos de Israel ciertamente no habían hecho de esta manera desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel díaa. Y hubo gran regocijob.

18 Y leyó Esdras del libro de la ley de Diosa cada día, desde el primer día hasta el último día. Celebraron la fiesta siete días, y al octavo día hubo una asamblea solemne según lo establecidob.

Capitulo 9

Arrepentimiento y confesión

El día veinticuatro de este mesa se congregaron los hijos de Israel en ayunob, vestidos de cilicio y con polvo sobre síc.

2 Y los descendientes1 de Israel se separaron de todos los extranjerosa, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padresb.

3 Puestos de pie, cada uno en su lugara, leyeron en el libro de la ley del Señor su Dios por una cuarta parte del día; y por otra cuarta parte confesaron y adoraron al Señor su Dios.

4 Y sobre el estrado de los levitas se levantaron Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bania y Quenani, y clamaron en alta voz al Señor su Dios.

5 Entonces los levitas, Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías, dijeron: Levantaos, bendecid al Señor vuestro Dios por siempre y para siempre.

Sea bendito tu glorioso nombre

y exaltado sobre toda bendición y alabanza.

6 Solo tú eres el Señora.

Tú hiciste los cielos,

los cielos de los cielos con todo su ejército,

la tierra y todo lo que en ella hayb,

los mares y todo lo que en ellos hay.

Tú das vida a todos ellosc

y el ejército de los cielos se postra ante ti.

7 Tú eres el Señor Dios

que escogiste a Abrama,

lo sacaste de Ur de los Caldeosb

y le diste por nombre Abrahamc.

8 Hallaste fiel su corazón delante de ti,

e hiciste con él un pacto

para darle la tierra del cananeo,

del heteo, del amorreo,

del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo,

para darla a su descendencia1a.

Y has cumplido tu palabrab, porque eres justo.

¶9 Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egiptoa,

y escuchaste su clamor junto al mar Rojo1b.

10 Entonces hiciste señales y maravillas contra Faraóna,

contra todos sus siervos y contra todo el pueblo de su tierra;

pues supiste que ellos los trataban con soberbia,

y te hiciste un nombreb como el de hoy.

11 Dividiste el mar delante de ellosa,

y pasaron por medio del mar sobre tierra firme;

y echaste en los abismos a sus perseguidores,

como a una piedra en aguas turbulentas1b.

12 Con columna de nube los guiaste de día,

y con columna de fuego de noche,

para alumbrarles el camino

en que debían andara.

13 Luego bajaste sobre el monte Sinaía,

y desde el cielo hablaste con ellosb;

les diste ordenanzas justas y leyes verdaderas,

estatutos y mandamientos buenosc.

14 Les hiciste conocer tu santo día de reposoa,

y les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley

por medio1 de tu siervo Moisés.

15 Les proveíste pan del cielo para su hambrea,

les sacaste agua de la peña para su sedb,

y les dijiste que entraran a poseer

la tierra que tú habías jurado darles1c.

¶16 Pero ellos, nuestros padres, obraron con soberbiaa,

endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientosb.

17 Rehusaron escuchar,

y no se acordaron de las maravillas que hiciste entre ellosa;

endurecieron su cerviz y eligieron un jefe para volver a su esclavitud en Egipto1b.

Pero tú eres un Dios de perdón,

clemente y compasivo,

lento para la ira y abundante en misericordiac,

y no los abandonaste.

18 Ni siquiera cuando se hicieron

un becerro de metal fundido

y dijeron: «Este es tu Dios

que te sacó de Egipto»,

y cometieron grandes blasfemias1a,

19 tú, en tu gran compasión,

no los abandonaste en el desiertoa;

la columna de nube no los dejó de día,

para guiarlos en el camino,

ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde debían andarb.

20 Y diste tu buen Espíritu para instruirlesa,

no retiraste tu maná de su boca,

y les diste agua para su sed.

21 Por cuarenta años proveíste para ellos en el desierto y nada les faltóa,

sus vestidos no se gastaron ni se hincharon sus pies.

22 También les diste reinos y pueblos,

y se los repartiste con sus límites1.

Y tomaron posesión de la tierra de Sehón, rey2 de Hesbón,

y la tierra de Og, rey de Basána.

23 Y multiplicaste sus hijos como las estrellas del cieloa,

y los llevaste a la tierra

que habías dicho a sus padres que entraran a poseerla.

24 Y entraron los hijos y poseyeron la tierraa.

Y tú sometiste delante de ellos a los habitantes de la tierra, a los cananeos,

y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra,

para hacer con ellos como quisieranb.

25 Y capturaron ciudades fortificadasa y una tierra fértil1b.

Tomaron posesión de casas llenas de toda cosa buena,

cisternas excavadas, viñas y olivares,

y árboles frutales en abundanciac.

Y comieron, se saciaron, engordarond

y se deleitaron en tu gran bondade.

¶26 Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra tia,

echaron tu ley a sus espaldasb,

mataron a tus profetasc que los amonestaban1

para que se volvieran a tid,

y cometieron grandes blasfemias2e.

27 Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, que los oprimierona,

pero en el tiempo de su angustia clamaron a ti,

y tú escuchaste desde el cielo, y conforme a tu gran compasiónb

les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresoresc.

28 Pero cuando tenían descansoa, volvían a hacer lo malo delante de ti;

por eso tú los abandonabas en mano de sus enemigos para que los dominaran;

y cuando clamaban de nuevo a ti, tú oías desde el cielo

y muchas veces los rescataste conforme a tu compasiónb.

29 Los amonestaste1 para que volvieran a tu leya,

pero ellos obraron con soberbia y no escucharon tus mandamientosb, sino que pecaron contra tus ordenanzas,

las cuales si el hombre las cumple, por ellas vivirác.

Y dieron la espalda en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharond.

30 Sin embargo, tú los soportaste por muchos añosa,

y los amonestaste1b con tu Espírituc por medio2 de tus profetas,

pero no prestaron oído.

Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas3 tierras.

31 Pero en tu gran compasión no los

exterminastea ni los abandonaste,

porque tú eres un Dios clemente y compasivob.

¶32 Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, poderoso y temible, que guardas el pacto y la misericordiaa,

no parezca insignificante ante ti toda la aflicción

que nos ha sobrevenido, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo,

desde los días de los reyes de Asiriab hasta el día de hoy.

33 Mas tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros,

porque tú has obrado fielmentea,

pero nosotros perversamente.

34 Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no han observado tu ley

ni han hecho caso a tus mandamientos ni a tus amonestaciones1 con que los amonestabas2.

35 Pero ellos en

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