Cargando…

Lucas 19:41–24:53

Jesús llora sobre Jerusalén

41 Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ellaa,

42 diciendo: ¡Si también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.

43 Porque sobre ti vendrán días, cuando1 tus enemigos echarán terraplén delante de tia, te sitiarán y te acosarán por todas partesb.

44 Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedraa, porque no conociste el tiempo de tu visitaciónb.

Jesús echa a los mercaderes del templo

45 aY entrando en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,

46 diciéndoles: Escrito está: «Y mi casa será casa de oracióna», pero vosotros la habéis hecho cueva de ladronesb.

Jesús enseña en el templo

47 Y enseñaba diariamente en el temploa, pero los principales sacerdotes, los escribas y los más prominentes del pueblo procuraban matarleb;

48 y no encontraban la manera de hacerlo1, porque todo el pueblo estaba pendiente de Él, escuchándole.

Capitulo 20

La autoridad de Jesús puesta en duda

aY aconteció que en uno de los días cuando Él enseñaba a la gente en el templob y anunciaba el evangelioc, se le enfrentaron los principales sacerdotes y los escribas con los ancianosd,

2 y le hablaron, diciéndole: Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio esta autoridad?

3 Respondiendo Él, les dijo: Yo también os haré una pregunta1; decidme:

El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?

5 Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: «Del cielo», Él dirá: «¿Por qué no le creísteis?».

6 Pero si decimos: «De los hombres», todo el pueblo nos matará a pedradas, pues están convencidos de que Juan era un profetaa.

7 Y respondieron que no sabían de dónde era.

8 Jesús entonces les dijo: Tampoco yo os diré1 con qué autoridad hago estas cosas.

Parábola de los labradores malvados

9 aY comenzó a referir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y se fue de viaje por mucho tiempo.

10 Y al tiempo de la vendimia envió un siervo a los labradores para que le dieran parte del fruto de la viña; pero los labradores, después de golpearlo, lo enviaron con las manos vacías.

11 Volvió a enviar otro siervo; y ellos también a este, después de golpearlo y ultrajarlo, lo enviaron con las manos vacías.

12 Volvió a enviar un tercero; y a este también lo hirieron y echaron fuera.

13 Entonces el dueño1 de la viña dijo: «¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá a él lo respetarána».

14 Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre , diciendo: «Este es el heredero; matémoslo para que la heredad sea nuestra».

15 Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. Por tanto, ¿qué les hará el dueño1 de la viña?

16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará la viña a otrosa. Y cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Nunca suceda tal cosab!

17 Pero Él, mirándolos fijamente, dijo: Entonces, ¿qué quiere decir1 esto que está escrito:

«La piedra que desecharon los constructoresa,

esa, en piedra angular2 se ha convertidob»?

18 Todo el que caiga sobre esa piedra será hecho pedazos; y aquel sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvoa.

El pago del impuesto al César

19 Los escribas y los principales sacerdotes procuraron echarle manoa en aquella misma hora, pero temieron al pueblo; porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola.

20 aY acechándole, enviaron espías que fingieran ser justos, para sorprenderle en alguna declaración1b a fin de entregarle al poder y autoridad del gobernadorc.

21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no te guías por las apariencias1, sino que enseñas con verdad el camino de Dios.

22 ¿Nos es lícito pagar1 impuesto al Césara, o no?

23 Pero Él, percibiendo su astucia, les dijo:

24 Mostradme un denario1. ¿De quién es la imagen y la inscripción que lleva? Y ellos le dijeron: Del César.

25 Entonces Él les dijo: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Diosa.

26 Y no podían sorprenderle en palabra alguna1a delante del pueblo; y maravillados de su respuesta, callaron.

Pregunta sobre la resurrección

27 aY acercándose a Él algunos de los saduceos (los que dicen que no hay resurrección), le preguntaron,

28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: «Si el hermano de alguno muere, teniendo mujer, y no deja hijos, que su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermanoa».

29 Eran, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin dejar hijos;

30 y el segundo1

31 y el tercero la tomaron; y de la misma manera también los siete, y murieron sin dejar hijos.

32 Por último, murió también la mujer.

33 Por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.

34 Y Jesús les dijo: Los hijos de este sigloa se casan y son dados en matrimonio,

35 pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel sigloa y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni son dados en matrimonio;

36 porque tampoco pueden ya morir, pues son como ángeles, y son hijos de Diosa, siendo hijos de la resurrección.

37 Pero que los muertos resucitan, aun Moisés lo enseñó, en aquel pasaje sobre la zarza ardiendo, donde llama al Señor, el Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacoba.

38 Él no es Dios de muertos, sino de vivosa; porque todos viven para Élb.

39 Y algunos de los escribas respondieron, y dijeron: Maestro, bien has hablado.

40 Porque ya no se atrevían a preguntarle nadaa.

Jesús, Hijo y Señor de David

41 aEntonces Él les dijo: ¿Cómo es que dicen que el Cristo1 es el hijo de Davidb?

42 Pues David mismo dice en el libro de los Salmos:

El Señor dijo a mi Señor:

«Siéntate a mi diestraa,

43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus piesa».

44 David, por tanto, le llama «Señor». ¿Cómo, pues, es Él su hijo?

Advertencia contra los escribas

45 aMientras todo el pueblo escuchaba, dijo a los discípulos:

46 Cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y son amantes de los saludos respetuosos en las plazas, y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetesa;

47 que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; ellos recibirán mayor condenación.

Capitulo 21

La ofrenda de la viuda

aLevantando Jesús la vista, vio a los ricos que echaban sus ofrendas1 en el arca del tesoro.

2 Y vio también a una viuda pobre que echaba allí dos pequeñas monedas de cobre1a;

3 y dijo: En verdad os digo, que esta viuda tan pobre echó más que todos ellos;

porque todos ellos echaron en la ofrenda1 de lo que les sobraba2, pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para vivir3a.

Profecía sobre la destrucción del templo

5 aY mientras algunos estaban hablando del templo, de cómo1 estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:

En cuanto a estas cosas que estáis mirando, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedraa que no sea derribada.

7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo sucederá1 esto, y qué señal2 habrá cuando estas cosas vayan a suceder?

8 Y Él dijo: Mirad que no seáis engañados; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: «Yo soya el Cristo1», y: «El tiempo está cerca». No los sigáisb.

Y cuando oigáis de guerras y disturbios, no os aterroricéis; porque estas cosas tienen que suceder primero, pero el fin no sucederá inmediatamente.

Señales y persecuciones

10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino;

11 habrá grandes terremotos, y plagas y hambres en diversos lugares; y habrá terrores y grandes señales1 del cielo.

12 Pero antes de todas estas cosas aos echarán mano, y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.

13 Esto os dará oportunidad de testificar1a.

14 Por tanto, proponed en vuestros corazones no preparar de antemano vuestra defensaa;

15 porque yo os daré palabras1a y sabiduría que ninguno de vuestros adversarios podrá resistir ni refutar.

16 Pero seréis entregados aun por padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros,

17 y seréis odiados de todos por causa de mi nombre.

18 Sin embargo, ni un cabello de vuestra cabezaa perecerá.

19 Con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas1a.

20 Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitosa, sabed entonces que su desolación está cerca.

21 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes, y los que estén en medio de la ciudad1, aléjense; y los que estén en los campos, no entren en ellaa;

22 porque estos son días de venganzaa, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

23 ¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra, e ira para este puebloa;

24 y caerán a filo de espadaa, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentilesb, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplanc.

La venida del Hijo del Hombre

25 Y habrá señales1 en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejas a causa del rugido del mar y de las olas,

26 desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo1; porque las potencias de los cielos serán sacudidas.

27 Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene en una nubea con poder y gran gloriab.

28 Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguíos1 y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redencióna.

Parábola de la higuera

29 Y les refirió una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.

30 Cuando ya brotan las hojas, al verlo, sabéis por vosotros mismosa que el verano ya está cerca.

31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cercaa.

32 En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.

33 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarána.

Exhortación a velar

34 Estad alertaa, no sea que vuestro corazón se cargue con

Leer más



Un servicio de Software Bíblico Logos