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Luke 7:37–50

37 Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado1 a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfumea;

38 y poniéndose detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume.

39 Pero al ver esto el fariseo que le había invitado, dijo para sí1: Si este fuera un profeta2a, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora.

40 Y respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte: Y él dijo*: Di, Maestro.

41 Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios1a y el otro cincuenta;

42 y no teniendo ellos con qué pagara, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más?

43 Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Y Jesús le dijo: Has juzgado correctamente.

44 Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para los piesa, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos.

45 No me diste besoa, pero ella, desde que entré, no ha cesado1 de besar mis pies.

46 No ungiste mi cabeza con aceitea, pero ella ungió mis pies con perfume.

47 Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama.

48 Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonadosa.

49 Los que estaban sentados1 a la mesa con Él comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este que hasta perdona pecadosa?

50 Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvadoa, vete en pazb.

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