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Luke 6:20–49

Las bienaventuranzas

20 Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía: Bienaventuradosa vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Diosb.

21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de a, os colman de insultosb y desechan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.

23 Alegraos en ese día y saltada de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres trataban1 de la misma manera a los profetasb.

24 Pero ¡ay de vosotros los ricosa!, porque ya estáis recibiendo todo vuestro consuelob.

25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados1!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis.

26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban1 sus padres a los falsos profetasa.

El amor verdadero y su recompensa

27 Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecena;

28 bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperana.

29 aAl que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa1, no le niegues tampoco la túnica.

30 A todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames.

31 Y así como queréis que los hombres os hagan, haced con ellos de la misma maneraa.

32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los amana.

33 Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.

34 Si prestáisa a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad.

35 Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced biena, y prestad no esperando nada a cambio1, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimob; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos.

36 Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso.

El juicio hacia los demás

37 aNo juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad1, y seréis perdonadosb.

38 Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en vuestro regazoa. Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medirb.

39 Les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyoa?

40 Un discípulo no está por encima de su maestroa; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su maestro1.

41 ¿Y por qué miras la mota1 que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?

42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, déjame sacarte la mota1 que está en tu ojo», cuando mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad para sacar la mota1 que está en el ojo de tu hermano.

43 aPorque no hay árbol bueno que produzca fruto malo, ni a la inversa1, árbol malo que produzca fruto bueno.

44 Pues cada árbol por su fruto se conoce. Porque los hombres no recogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarzaa.

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es maloa; porque de la abundancia del corazón habla su bocab.

Los dos cimientos

46 ¿Y por qué me llamáis: «Señor, Señora», y no hacéis lo que yo digo?

47 aTodo el que viene a y oye mis palabras y las pone en práctica1, os mostraré a quién es semejante:

48 es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo1 y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente2 rompió contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida.

49 Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente rompió contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa.

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