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Luke 11:1–13:35

Capitulo 11

Jesús enseña sobre la oración

Y aconteció que estando Jesús1 orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos.

aY Él les dijo: Cuando oréis, decid:

«1Padre, santificado sea tu nombre.

Venga tu reino.

3 »Danos hoy1 el pan nuestro de cada día2a.

4 »Y perdónanos nuestros pecados,

porque también nosotros perdonamos a todos los que nos debena.

Y no nos metas en tentación».

5 También les dijo: Supongamos que uno de vosotros1 tiene un amigo, y va a él a medianoche y le dice: «Amigo, préstame tres panes,

porque un amigo mío ha llegado de viaje a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle1»;

y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados1; no puedo levantarme para darte nada».

Os digo que aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, no obstante, por su importunidad1a se levantará y le dará cuanto necesite.

Y yo os digo: aPedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

10 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

11 O suponed que a uno de vosotros que es padre, su hijo le pide1 pan; ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un2 pescado; ¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado?

12 O si le1 pide un huevo; ¿acaso le dará un escorpión?

13 Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial1 dará el Espíritu Santo a los que se lo pidana?

Jesús y Beelzebú

14 aEstaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo, y sucedió que cuando el demonio salió, el mudo habló; y las multitudes se maravillaron.

15 Pero algunos de ellos dijeron: Él echa fuera los demonios por Beelzebúa, príncipe de los demoniosb.

16 Y otros, para ponerle1 a prueba, demandaban de Él una señal2a del cielo.

17 aPero conociendo Él sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra mismo es asolado; y una casa dividida contra misma1, se derrumba.

18 Y si también Satanása está dividido contra mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Porque vosotros decís que yo echo fuera demonios por Beelzebúb.

19 Y si yo echo fuera demonios por Beelzebúa, ¿por quién los echan fuera vuestros hijos? Por consiguiente, ellos serán vuestros jueces.

20 Pero si yo por el dedo de Diosa echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegadob a vosotros.

21 Cuando un1 hombre fuerte, bien armado, custodia su palacio, sus bienes están seguros2.

22 Pero cuando uno más fuerte que él lo ataca y lo vence, le quita todas sus armas en las cuales había confiado y distribuye su botín.

23 El que no está conmigo, contra está; y el que conmigo no recoge, desparramaa.

24 aCuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso; y al no hallarlo, dice: «Volveré a mi casa de donde salí».

25 Y cuando llega, la encuentra barrida y arreglada.

26 Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero.

La verdadera dicha

27 Y sucedió que mientras decía estas cosas, una de las mujeres en la multitud alzó su voz y le dijo: ¡Dichosa la matriz1 que te concibió2 y los senos que te criarona!

28 Pero El dijo: Al contrario, dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardana.

La gente demanda señal

29 Como la multitud se aglomeraba, comenzó a decir: aEsta generación es una generación perversa; busca señal1b, y ninguna señal1 se le dará, sino la señal1 de Jonás.

30 Porque de la misma manera que Jonás vino a ser una señal1a para los ninivitas, así también lo será el Hijo del Hombre para esta generación.

31 La Reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomóna; y mirad, algo más grande que Salomón está aquí.

32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonása; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí.

La lámpara del cuerpo

33 Nadie, cuando enciende una lámpara, la pone en un sótano ni debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que los que entren vean la luza.

34 aLa lámpara de tu cuerpo es tu ojo; cuando tu ojo está sano1, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando está malo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad.

35 Mira, pues, que la luz que en ti hay no sea oscuridad.

36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, sin tener parte alguna en tinieblas, estará totalmente iluminado como cuando la lámpara te alumbra con sus rayos.

Jesús denuncia a los fariseos y a los intérpretes de la ley

37 Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó* que comiera con él; y Jesús entró y se sentó1 a la mesa.

38 Cuando el fariseo vio esto, se sorprendió de que Jesús no se hubiera lavado1 primero antes de comer, según el ritual judíoa.

39 Pero el Señora le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos1 de robo y de maldadb.

40 Neciosa, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de adentro?

41 Dad más bien lo que está dentro1 como obra de caridada, y entonces2 todo os será limpiob.

42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos!, porque pagáis el diezmo dea la menta y la ruda y toda clase de hortaliza, y sin embargo pasáis por alto la justicia y el amor de Dios; pero esto es lo que debíais haber practicado sin descuidar lo otrob.

43 ¡Ay de vosotros, fariseos!, porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y los saludos respetuosos en las plazasa.

44 ¡Ay de vosotros!, porque sois como sepulcrosa que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo.

45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley1a, le dijo*: Maestro, cuando dices esto, también a nosotros nos insultas.

46 Y Él dijo: ¡Ay también de vosotros, intérpretes de la ley1a!, porque cargáis a los hombres con cargas difíciles de llevar, y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con uno de vuestros dedosb.

47 ¡Ay de vosotros!, porque edificáis los sepulcros de1 los profetasa, y fueron vuestros padres quienes los mataron.

48 De modo que sois testigos, y aprobáis las acciones de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros.

49 aPor eso la sabiduría de Dios también dijo: «Les enviaré profetas y apóstolesb, y de ellos, matarán a algunos y perseguirán1 a otros,

50 para que la sangre de todos los profetas, derramada desde la fundación del mundoa, se le cargue1 a esta generación,

51 desde la sangre de Abela hasta la sangre de Zacaríasb, que pereció entre el altar y la casa de Dios; , os digo que le será cargada1 a esta generación».

52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley1a!, porque habéis quitado la llave del conocimiento; vosotros mismos no entrasteis, y a los que estaban entrando se lo impedisteisb.

53 Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera, y a interrogarle minuciosamente sobre muchas cosas,

54 tramando contra Éla para atraparle en algo que dijera1b.

Capitulo 12

Advertencia contra la hipocresía

En estas circunstancias, cuando una multitud de miles y miles1 se había reunido, tanto que se atropellaban2 unos a otros, Jesús comenzó a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseosa, que es la hipocresía.

aY nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse.

Por lo cual, todo lo que habéis dicho en la oscuridad se oirá a la luz, y lo que habéis susurrado1 en las habitaciones interiores, será proclamado desde las azoteasa.

Y yo os digo, amigos míosa: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no tienen más nada que puedan hacer.

Pero yo os mostraré a quién debéis temer: temeda al que, después de matar, tiene poder para arrojar al infierno1b; , os digo: a este, ¡temed!

¿No se venden cinco pajarillos1 por dos cuartos2a? Y sin embargo, ni uno de ellos está olvidado ante Dios.

Es más, aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contadosa. No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

Y os digo, que a todo el que me1 confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre le2 confesará también ante los ángeles de Diosa;

pero el que me niegue delante1 de los hombres, será negadoa delante1 de los ángeles de Diosb.

10 Y a todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonaráa.

11 Y cuando os lleven a las sinagogasa y ante los gobernantes y las autoridades, no os preocupéisb de cómo o de qué hablaréis en defensa propia, o qué vais a decir;

12 porque el Espíritu Santo en esa misma hora os enseñará lo que debéis decira.

Advertencia contra la avaricia

13 Uno de la multitud le dijo: Maestro, dile a mi hermano que divida la herencia conmigo.

14 Pero Él le dijo: ¡Hombrea! ¿Quién me ha puesto por juez o árbitro sobre vosotros?

15 Y les dijo: Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienesa.

16 También les refirió una parábola, diciendo: La tierra de cierto hombre rico había producido mucho.

17 Y pensaba dentro de , diciendo: «¿Qué haré, ya que no tengo dónde almacenar mis cosechas?».

18 Entonces dijo: «Esto haré: derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi grano y mis bienes.

19 »Y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes depositados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértetea».

20 Pero Dios le dijo: «¡Necioa! Esta misma noche te reclaman el almab; y ahora, ¿para quién será lo que has provistoc?».

21 Así es el que acumula tesoro para , y no es rico para con Diosa.

Advertencia contra la ansiedad

22 Y dijo a sus discípulos: aPor eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida1, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis.

23 Porque la vida

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