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Juan 4:1–45

La mujer samaritana

Por tanto, cuando el Señora supo que los fariseos habían oído que Él1 hacía y bautizabab más discípulos que Juan

2 (aunque Jesús mismo no bautizabaa, sino sus discípulosb),

3 salió de Judeaa y partió otra vez para Galileab.

4 Y tenía que pasar por Samariaa.

5 Llegó*, pues, a una ciudad de Samariaa llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo Joséb;

6 y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó1 junto al pozo. Era como la hora sexta2.

7 Una mujer de Samaria vino* a sacar agua, y Jesús le dijo*: Dame de beber.

8 Pues sus discípulosa habían ido a la ciudadb a comprar alimentos.

9 Entonces la mujer samaritanaa le dijo*: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanosb.)

10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber», le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua vivaa.

11 Ella le dijo*: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua vivaa?

12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozoa del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?

13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed,

14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamása, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eternab.

15 La mujer le dijo*: Señor, dame esa agua, para que no tenga seda ni venga hasta aquí a sacarla.

16 Él le dijo*: Ve, llama a tu marido y ven acá.

17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo*: Bien has dicho: «No tengo marido»,

18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad.

19 La mujer le dijo*: Señor, me parece que tú eres profetaa.

20 Nuestros padres adorarona en este monteb, y vosotros decís que en Jerusalénc está el lugar donde se debe adorar.

21 Jesús le dijo*: Mujer, créeme; la hora vienea cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padreb.

22 Vosotros adoráis lo que no conocéisa; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene1 de los judíosb.

23 Pero la hora viene, y ahora esa, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritub y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.

24 Dios es espíritu1, y los que le adoran deben adorarle en espíritua y en verdad.

25 La mujer le dijo*: Sé que el Mesíasa viene (el que es llamado Cristob); cuando Él venga nos declarará todo.

26 Jesús le dijo*: Yo soya, el que habla contigo.

27 En esto llegaron sus discípulosa y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella?

28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo* a los hombres:

29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hechoa. ¿No será este el Cristo1b?

30 Y salieron de la ciudad e iban a Él.

31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí1a, come.

32 Pero Él les dijo: Yo tengo para comer una comida que vosotros no sabéis.

33 Los discípulosa entonces se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer?

34 Jesús les dijo*: Mi comida es hacer la voluntad del que me envióa y llevar a cabo su obrab.

35 ¿No decís vosotros: «Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega»? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que ya están blancos para la siegaa.

36 Ya el segador recibe salarioa y recoge frutob para vida eternac, para que el que siembra se regocije juntamente con el que siega.

37 Porque en este caso el dicho es verdadero: «Uno es el que siembra y otro el que siegaa».

38 Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y vosotros habéis entrado en su labor.

39 Y de aquella ciudada, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: Él me dijo todo lo que yo he hechob.

40 De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días.

41 Y muchos más creyeron por su palabra,

42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho1, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que este es en verdad el Salvador del mundoa.

43 Después de los dos díasa, salió de allí para Galilea.

44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que a un profeta no se le honra en su propia tierraa.

45 Así que cuando llegó a Galilea, los galileos le recibieron, pues habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiestaa; porque ellos también habían ido a la fiesta.

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