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Hechos de los Apóstoles 27:9–26

La tempestad en el mar

9 Cuando ya había pasado mucho tiempo y la navegación se había vuelto peligrosa, pues hasta el Ayuno1a había pasado ya, Pablo los amonestaba,

10 diciéndoles: Amigos1, veo que de seguro este viaje va a ser con perjuicio y graves pérdidasa, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas.

11 Pero el centurión se persuadió más por lo dicho por el pilotoa y el capitán1 del barco, que por lo que Pablo decía.

12 Y como el puerto no era adecuado para invernar, la mayoría tomó la decisión de hacerse a la mar desde allí, por si les era posible arribar a Fenice, un puerto de Cretaa que mira hacia el nordeste y el sudeste1, y pasar el invierno allí.

13 Cuando comenzó a soplar un moderado1 viento del sur, creyendo que habían logrado su propósito, levaron anclas y navegabana costeando a Cretab.

14 Pero no mucho después, desde tierra1 comenzó a soplar2 un viento huracanadoa que se llama Euroclidón3,

15 y siendo azotada1 la nave, y no pudiendo hacer frente al viento nos abandonamos a él y nos dejamos llevar a la deriva.

16 Navegando1 al abrigo de una pequeña isla llamada Clauda2, con mucha dificultad pudimos sujetar el esquife.

17 Después que lo alzaron, usaron amarras1 para ceñir la nave; y temiendo encallara en los bancos de Sirte, echaron el ancla flotante2 y3 se abandonaron a la deriva.

18 Al día siguiente, mientras éramos sacudidos furiosamente por la tormenta, comenzaron a arrojar la carga1a;

19 y al tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar los aparejos de la nave.

20 Como ni el sol ni las estrellas aparecieron por muchos días, y una tempestad no pequeña se abatía sobre nosotros, desde entonces fuimos abandonando toda esperanza de salvarnos.

21 Cuando habían pasado muchos días sin comer1, Pablo se puso en pie en medio de ellos y dijo: Amigos2, debierais haberme hecho caso3 y no haber zarpado de Cretaa, evitando4 así este perjuicio y pérdidab.

22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimoa, porque no habrá pérdida de vida entre vosotros, sino solo del barco.

23 Porque esta noche estuvo en mi presenciaa un ángel del Diosb de quien soy y a quien sirvoc,

24 diciendo: «No temas, Pablo; has de comparecer ante el Césara; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigob».

25 Por tanto, tened buen ánimoa amigos1, porque yo confío en Dios, que acontecerá2 exactamente como se me dijo.

26 Pero tenemos que encallara en cierta islab.

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