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Hebreos 9:7–15

7 pero en el segundoa, solo entra el sumo sacerdoteb una vez al añoc, no sin llevar sangred, la cual ofrece por sí mismoe y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia1f.

8 Queriendo el Espíritu Santoa dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo1b aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie;

9 lo cual es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificiosa que no pueden hacer perfectob en su conciencia al que practica ese culto,

10 puesto que tienen que ver solo con comidasa y bebidasb, y diversas abluciones1c y ordenanzas para el cuerpo2d, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosase.

La sangre del nuevo pacto

11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdotea de los bienes futuros1b, a través de2 un mayor y más perfecto tabernáculoc, no hecho con manosd, es decir, no de esta creacióne,

12 y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerrosa, sino por medio de su propia sangreb, entró al Lugar Santísimoc una vez para siempred, habiendo obtenido1 redención eternae.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los torosa, y la ceniza de la becerrab rociada sobre los que se han contaminado1, santifican para la purificación2 de la carne,

14 ¿cuánto más la sangre de Cristoa, el cual por el Espíritu eterno1b se ofreció a sí mismo sin mancha a Diosc, purificará vuestra2 concienciad de obras muertase para servir al Dios vivof?

15 Y por eso Éla es el mediadorb de un nuevo pacto1c, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto1, los que han sido llamadosd reciban la promesae de la herencia eternaf.

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