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Acts 20:1–27:44

Capitulo 20

Viaje de Pablo por Macedonia y Grecia

Después que cesó el alboroto, Pablo mandó llamar a los discípulosa, y habiéndolos exhortado, despidiéndose, partió para irb a Macedoniac.

2 Y después de recorrer aquellas regiones y de haberlos exhortado mucho, llegó a Grecia.

3 Pasó allí tres meses, y habiéndose tramado una conjura en su contra de parte de los judíosa cuando estaba por embarcarse para Siriab, tomó la decisión de regresar por Macedoniac.

4 Y lo acompañaban Sópater de Bereaa, hijo de Pirro; Aristarcob y Segundo de los tesalonicensesc; Gayod de Derbee, y Timoteof; Tíquicog y Trófimoh de Asia1i.

5 Pero estos se habían adelantado y nosa esperaban en Troasb.

6 Nos embarcamosa en Filiposb después de los días de los panes sin levadura1c, y en cinco días llegamos adonde ellos estaban en Troasd; y allí nos quedamos siete días.

Despedida de Pablo en Troas

7 Y el primer día de la semanaa, cuando estábamos reunidosb para partir el panc, Pablo les hablaba, pensando partir al día siguiente, y prolongó su discurso1 hasta la medianoche.

8 Había muchas lámparasa en el aposento altob donde estábamos reunidos;

9 y estaba sentado en la ventana un joven llamado Eutico; y como Pablo continuaba hablando, Eutico fue cayendo en un profundo sueño hasta que, vencido por el sueño, cayó desde el tercer piso y lo levantaron muerto.

10 Pero Pablo bajó y se tendió sobre éla, y después de abrazarlo, dijo: No os alarméis1, porque está vivo2b.

11 Y volviendo arriba, después de partir el pana y de comer1, conversó largamente con ellos hasta el amanecer, y entonces se marchó.

12 Y se llevaron vivo al muchacho, y quedaron grandemente1 consolados.

Viaje de Troas a Mileto

13 Entonces nosotrosa, adelantándonos a tomar la nave, zarpamos para Asón, con el propósito de recoger allí a Pablo, pues así lo había decidido, deseando ir por tierra1 hasta Asón.

14 Cuando nos encontró en Asón, lo recibimos a bordo y nos dirigimos a Mitilene.

15 Y zarpando de allí, al día siguiente llegamos frente a Quío; y al otro día atracamos en Samos; habiendo hecho escala en Trogilio1, al día siguiente llegamos a Miletoa.

16 Porque Pablo había decidido dejar a un lado a Efesoa para no detenerse en Asia1b, pues se apresuraba para estar, si le era posible, el día de Pentecostésc en Jerusalénd.

17 Y desde Mileto mandó mensaje a Efesoa y llamó a los ancianosb de la iglesia.

Despedida en Mileto

18 Cuando vinieron a él, les dijo:

¶Vosotros bien sabéis cómo he sido con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que estuve1 en Asia2a,

19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíosa;

20 cómo no rehuí declarar a vosotrosa nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa1,

21 testificandoa solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimientob para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristoc.

22 Y ahora, he aquí que yo, atado en espíritu1, voy a Jerusaléna sin saber lo que allá me sucederá,

23 salvo que el Espíritu Santoa solemnemente me da testimoniob en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y afliccionesc.

24 Pero en ninguna manera estimoa mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera1a y el ministeriob que recibí del Señor Jesúsc, para dar testimoniod solemnemente del evangelio de la gracia de Diose.

25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes anduve predicando el reinoa, volverá a ver mi rostro.

26 Por tanto, os doy testimonio1 en este día de que soy inocente2a de la sangre de todos,

27 pues no rehuí declarar a vosotrosa todo el propósito1 de Diosb.

28 Tened cuidado de vosotros y de toda la greya, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos1 para pastorear la iglesia de Dios2b, la cual Él compró3 con su propia sangrec.

29 Sé que después de mi partida, vendrán lobos ferocesa entre vosotros que no perdonarán el rebañob,

30 y que de entre vosotros mismos se levantarán algunos1 hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulosa tras ellos.

31 Por tanto, estad alerta, recordando que por tres añosa, de noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimasb.

32 Ahora os encomiendo a Dios1a y a la palabra de su graciab, que es poderosa para edificarosc y daros la herencia entre todos los santificadosd.

33 Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciadoa.

34 Vosotros sabéis que estas manosa me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigob.

35 En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir».

36 Cuando terminó de hablar1, se arrodilló y oróa con todos ellos.

37 Y comenzaron a llorar desconsoladamente1, y abrazando a2 Pablo, lo besabana,

38 afligidos1 especialmente por la palabra que había dicho de que ya no volverían a ver su rostroa. Y lo acompañaronb hasta el barco.

Capitulo 21

Despedida en Tiro

Después de separarnosa de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directob a Cos, al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara;

2 y encontrando un barco que partía para Feniciaa, subimos a bordo y nos hicimos a la vela.

3 Cuando avistamos Chiprea, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siriab, y desembarcamos en Tiroc porque la naved debía dejar su cargamento allí.

4 Después de hallar a los discípulosa, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu1b, que no fuera a Jerusalén2.

5 Y pasados aquellos días1 partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañarona hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orarb en la playa, nos despedimos unos de otros.

6 Entonces subimos al barco y ellos regresaron a sus hogaresa.

Pablo en Cesarea

7 Terminado el viaje desde Tiroa, llegamos a Tolemaida, y después de saludar a los hermanosb, nos quedamos con ellos un día.

8 Al día siguiente partimos y llegamos a Cesareaa, y entrando en la casa de Felipe, el evangelistab, que era uno de los sietec, nos quedamos con él.

9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizabana.

10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agaboa,

11 quien vino1 a vernos, y tomando el cinto de Pabloa, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santob: «Así ataránc los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentilesd».

12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no subiera a Jerusaléna.

13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesúsa.

14 Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señora.

15 Después de estos días nos preparamos y comenzamos a subir hacia Jerusaléna.

16 Y nos acompañaron también algunos de los discípulosa de Cesareab, quienes nos condujeron a Mnasón, de Chiprec, un antiguod discípulo con quien deberíamos hospedarnos.

Pablo en Jerusalén

17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanosa nos recibieron con regocijo.

18 Y al día siguiente Pablo fue1 con nosotros a ver a Jacobo2a, y todos los ancianosb estaban presentes.

19 Y después de saludarlos, comenzó a referirles una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentilesa mediante su ministeriob.

20 Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaban a Diosa y le dijeron: Hermano, ya ves cuántos miles1 hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la leyb;

21 y se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisésa, diciéndoles que no circuncidenb a sus hijos ni observen1 las tradicionesc.

22 Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer? Porque sin duda la multitud se reunirá1 pues oirán que has venido.

23 Por tanto, haz esto que te decimos: Tenemos cuatro hombres que han hecho un voto1a;

24 tómalos y purifícate junto con ellosa, y paga sus gastos1 para que se rasuren la cabezab; y todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives2 ordenadamente, acatando la ley.

25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito, habiendo decidido que deben abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicacióna.

26 Entonces Pablo tomó consigo a los hombres, y al día siguiente, purificándose1 junto con ellosa, fue al templo, notificando de la terminación de los días de purificaciónb, hasta que el sacrificio se ofreciera por cada uno de ellos.

El tumulto en el templo

27 Cuando estaban para cumplirse los siete díasa, los judíosb de Asia1c, al verlo en el templo, comenzaron a incitar a todo el pueblo, y le echaron mano,

28 gritando: ¡Israelitas1, ayudadnos! Este es el hombre que enseña2 a todos, por todas partes, contra nuestro pueblo, la ley y este lugara; además, incluso ha traído griegos al templo, y ha profanado este lugar santob.

29 Pues anteriormente habían visto a Trófimoa el efesiob con él en la ciudad, y pensaban que Pablo lo había traído al templo.

30 Se alborotó toda la ciudad, y llegó el pueblo corriendo de todas partes1; apoderándose de Pablo lo arrastraron fuera del temploa, y al instante cerraron las puertas.

31 Mientras procuraban matarlo, llegó aviso al comandante1 de la compañía2 romanaa que toda Jerusalén estaba en confusión.

32 Inmediatamente tomó consigo algunos soldados y centuriones, y corrió hacia ellos; cuando vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pabloa.

33 Entonces el comandante llegó y lo prendió, y ordenó que lo atarana con dos cadenasb; y preguntaba quién era y qué había hecho.

34 Pero entre la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otraa, y como él no pudo averiguar con certeza los hechos, debido al tumulto, ordenó que lo llevaran al cuartelb.

35 Cuando llegó a las gradasa, sucedió que los soldados tuvieron que cargarlo por causa de la violencia …

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