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Acts 1:1–26:32

Capitulo 1

Introducción

El primer relato que escribí1, Teófiloa, trató de todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñarb,

2 hasta el día en que fue recibido arribaa, después de que por el Espíritu Santob había dado instrucciones a los apóstolesc que había escogidod.

3 A estos1 también, después de su padecimiento, se presentó vivo con2 muchas pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta díasa y hablándoles de lo concerniente al reino de Diosb.

4 Y reuniéndolos1, les mandó que no salieran de Jerusaléna, sino que esperaran la promesa del Padreb: La cual, les dijo, oísteis de ;

pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con1 el Espíritu Santoa dentro de pocos días2b.

La ascensión

6 Entonces los que estaban reunidos, le preguntaban, diciendo: Señor, ¿restaurarás en este tiempoa el reino a Israel?

Y Él les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridada;

pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotrosa; y me seréis testigosb en Jerusalén, en toda Judea y Samariac, y hasta los confines de la tierrad.

9 Después de haber dicho estas cosas, fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibióa y le ocultó de sus ojos.

10 Y estando mirando fijamente al cielo mientras Él ascendía1, aconteció2 que se presentaron junto a ellos dos varones en vestiduras blancasa,

11 que1 les dijeron: Varones galileosa, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielob, vendrá de la misma manerac, tal como le habéis visto ir al cielo.

En el aposento alto

12 Entonces regresaron a Jerusaléna desde el monte llamado de los Olivos1b, que está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

13 Cuando hubieron entrado en la ciudad, subieron al aposento altoa donde estaban hospedados, bPedro, Juan, Jacobo1 y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo1 hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judasc, hijo2 de Jacobo1.

14 Todos estos estaban unánimes, entregados de continuo a la oracióna junto con las mujeres1, y con Maríab la madre de Jesúsc, y con los hermanos de Elc.

La suerte de Judas y la elección de Matías

15 Por aquel tiempo1 Pedro se puso de pie en medio de los hermanosa (un grupo como de ciento veinte personas2 estaba reunido allí), y dijo:

16 Hermanos1, tenía que cumplirse la Escrituraa en que por boca de David el Espíritu Santo predijo acerca de Judas, el que se hizo guía de los que prendieron a Jesúsb.

17 Porque era contado entre nosotrosa y recibió parte en este ministeriob.

18 (Este, pues, con el precio de su infamia1a adquirió un terrenob, y cayendo de cabeza se reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron.

19 Y esto llegó al conocimiento de todos los que habitaban en Jerusalén, de manera que aquel terreno se llamó en su propia lengua1a Acéldama, es decir, campo de sangre.)

20 Pues en el libro de los Salmos está escrito:

Que sea hecha desierta su morada,

y no haya quien habite en ellaa;

y:

Que otro tome su cargo1b.

21 Por tanto, es necesario que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió1 entre nosotrosa,

22 comenzando desde el bautismo de Juana, hasta el día en que de entre nosotrosb fue recibido arriba, uno sea constituido testigo con nosotros de su resurrecciónc.

23 Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás (al que también llamaban Justo) y a Matíasa.

24 Y habiendo oradoa, dijeron: Tú, Señor, que conoces el corazónb de todos, muéstranos a cuál de estos dos has escogido

25 para ocupar1 este ministerioa y apostoladob, del cual Judas se desvió para irse al lugar que le correspondía.

26 Echaron1 suertesa y la suerte cayó sobre Matíasb, y fue contado2 con los once apóstolesc.

Capitulo 2

La venida del Espíritu Santo

Cuando llegó1 el día de Pentecostésa, estaban todos juntos2 en un mismo lugar.

2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que1 llenó toda la casa donde estaban sentadosa,

3 y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose1, se posaron2 sobre cada uno de ellos.

4 Todos fueron llenos del Espíritu Santoa y comenzaron a hablar en otras lenguasb, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.

5 Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadososa, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.

6 Y al ocurrir este estruendoa, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno les oía hablar en su propia lengua1.

7 Y estaban asombrados y se maravillabana, diciendo: Mirad, ¿no son galileosb todos estos que están hablando?

8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros les oímos hablar en nuestra lengua1 en la que hemos nacido?

9 Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Pontoa y de Asia1b,

10 de Frigiaa y de Panfiliab, de Egipto y de las regiones de Libia1 alrededor de Cirenec, viajerosd de Roma, tanto judíos como prosélitos2e,

11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.

12 Todos estaban asombrados y perplejosa, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

13 Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos1a.

Primer sermón de Pedro

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los oncea, alzó la voz y les declaró: Varones judíos y todos los que vivís en Jerusalén, sea esto de vuestro conocimiento y prestad atención a mis palabras,

15 porque estos no están borrachos como vosotros suponéis, pues apenas es la hora tercera1 del díaa;

16 sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:

17 aY sucederá en los últimos días—dice Dios—

que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne;

y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,

vuestros jóvenes verán visiones,

y vuestros ancianos soñarán sueños;

18 y aun sobre mis siervos y sobre mis siervas

derramaré de mi Espíritu en esos días,

y profetizarán.

19 Y mostraré prodigios arriba en el cielo

y señales abajo en la tierra:

sangre, fuego y columna1 de humo.

20 El sol se convertirá en tinieblas

y la luna en sangre,

antes que venga el día grande y glorioso1 del Señor.

21 Y sucederá1 que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvoa.

22 Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazarenoa, varón confirmado1 por Dios entre vosotros con milagros2, prodigios y señales3b que Dios hizo en medio vuestro a través de Élc, tal como vosotros mismos sabéis,

23 a este, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento1 de Diosa, clavasteis en una cruz por manos de impíos2 y le matasteisb,

24 a quien Dios resucitóa, poniendo fin a la agonía1 de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ellab.

25 Porque David dice de Él:

aVeía siempre al Señor en mi presencia;

pues está a mi diestra para que yo no sea conmovido.

26 Por lo cual mi corazón se alegró y mi lengua se regocijó;

y aun hasta mi carne descansará en esperanza;

27 pues tu no abandonarás mi alma en el Hades1a,

ni permitirás2 que tu Santo vea corrupciónb.

28 Me has hecho conocer los caminos de la vida;

me llenarás de gozo con tu presencia.

29 Hermanos1, del patriarcaa David os puedo decir confiadamente que murió y fue sepultadob, y su sepulcroc está entre nosotros hasta el día de hoy.

30 Pero siendo profetaa, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes1 en su tronob,

31 miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo1, que ni fue abandonado en el Hades2, ni su carne sufrió3 corrupcióna.

32 A este Jesús resucitó Diosa, de lo cual todos nosotros somos testigosb.

33 Así que, exaltado a1 la diestra de Diosa, y habiendo recibido del Padre la promesab del Espíritu Santoc, ha derramadod esto que vosotros veis y oís.

34 Porque David no ascendió a los cielos, pero él mismo dice:

aDijo el Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi diestra,

35 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies».

36 Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israela, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteisb, Dios le ha hecho Señor y Cristo1c.

Efectos del sermón de Pedro

37 Al oír esto, compungidos de corazón1, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos2, ¿qué haremosa?

38 Y Pedro les dijo: Arrepentíosa y sed bautizadosb cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijosa y para todos los que están lejosb, para tantos como el Señor nuestro Dios llame.

40 Y con muchas otras palabras testificabaa solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos1 de esta perversa generaciónb.

41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas1a.

42 Y se dedicaban continuamentea a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del panb y a la oración1a.

Comunión de los creyentes

43 Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales1a eran hechas por los apóstoles2.

44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en comúna;

45 vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todosa, según la necesidad de cada uno.

46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pana en los hogaresb, comían juntos1 con alegría y sencillez de corazón,

47 alabando a Dios y hallando favor con todo el puebloa. Y el Señor añadía cada día al númerob de ellos los que iban siendo salvosc.

Capitulo 3

Curación de un cojo

Y cierto día Pedro y Juana subían al templo a la hora novena1, la de la oraciónb.

2 Y había un hombre, cojo desde su nacimiento1a, al que llevaban y ponían diariamente a la puertab del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosnac a los que entraban al templo.

3 Este, viendo a Pedro y a Juana que iban a entrar al templo, les pedía limosna.

4 Entonces Pedro, junto con Juan, fijando su vistaa en él, le dijo: ¡Míranos!

5 Y él los miró atentamente1, esperando recibir algo de ellos.

6 Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazarenoa, ¡anda

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