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2 Corinthians 1:1–5:21

Capitulo 1

Saludo

Pablo, apóstol de Cristo Jesúsa por la voluntad de Diosb, y el hermano Timoteoc:

¶A la iglesia de Diosd que está en Corintoe, con todos los santos que están en toda Acayaf:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristoa.

El Dios de toda consolación

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristoa, Padre de misericordias y Dios de toda consolaciónb,

4 el cual nos consuela en toda tribulacióna nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.

5 Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia1, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristoa.

6 Pero si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvacióna; o si somos consolados, es para vuestro consuelo, que obra al soportar las mismas aflicciones que nosotros también sufrimos.

7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros está firmemente establecida, sabiendo que como sois copartícipes de los sufrimientos, así también lo sois de la consolacióna.

8 Porque no queremos que ignoréis, hermanosa, acerca de nuestra aflicción sufrida1 en Asia2b, porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vidac.

9 De hecho1, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos,

10 el cual nos libróa de tan gran peligro de muerte y nos librará, y en quien hemos puesto nuestra esperanzab de que Él aún nos ha de librar,

11 cooperando también vosotros con nosotros con la oracióna, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don que nos ha sido impartido por medio de las oraciones de muchosb.

Sinceridad de Pablo

12 Porque nuestra satisfacción1 es esta: el testimonio de nuestra concienciaa que en la santidad2 y en la sinceridad que viene de Diosb, no en sabiduría carnalc sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia vosotros.

13 Porque ninguna otra cosa os escribimos sino lo que leéis y entendéis, y espero que entenderéis hasta el fina,

14 así como también nos habéis entendido en parte, que nosotros somos el motivo de vuestra gloria, así como también vosotros la nuestra en el día de nuestro Señor Jesúsa.

15 Y con esta confianza me propuse ir primero a vosotrosa para que dos veces recibierais bendición1b,

16 es decir1, quería visitaros de paso2 a Macedoniaa, y de Macedonia ir de nuevo a vosotrosb y ser encaminado por vosotros en mi viajec a Judea.

17 Por tanto, cuando me propuse esto, ¿acaso obré precipitadamente? O lo que me propongo, ¿me lo propongo conforme a la carnea, para que en mí haya al mismo tiempo el sí, sí, y el no, no?

18 Pero como Dios es fiela, nuestra palabra a vosotros no es sí y nob.

19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesúsa, que fue predicado entre vosotros por nosotros (por mí y Silvanob y Timoteoc) no fue sí y no, sino que ha sido sí en Éld.

20 Pues tantas como sean las promesas de Diosa, en Él todas son síb; por eso también por medio de Él, Aménc, para la gloria de Dios por medio de nosotros.

21 Ahora bien, el que nos confirmaa con vosotros en Cristo, y el que nos ungiób, es Dios,

22 quien también nos sellóa y nos dio el Espíritu en nuestro corazónb como garantía1.

23 Mas yo invoco a Dios como testigoa sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he vuelto a Corintob.

24 No es que nos enseñoreemos de vuestra fea, sino que somos colaboradores con vosotros para vuestro gozo; porque en la fe permanecéis firmesb.

Capitulo 2

Problemas en la iglesia de Corinto

Pero en mí mismo decidí esto: no ir otra vez a vosotrosa con tristeza.

2 Porque si yo os causo tristezaa, ¿quién será el que me alegre sino aquel a quien entristecí?

3 Y esto mismo os escribía, para que cuando yo llegue no tenga tristeza de parte de los que debieran alegrarmeb, confiando en todos vosotrosc de que mi gozo sea el mismo de todos vosotros.

4 Pues por la mucha aflicción y angustia de corazón os escribí con muchas lágrimas, no para entristecerosa, sino para que conozcáis el amor que tengo especialmente por vosotros.

5 Pero si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto (para no exagerar1) a todos vosotrosa.

6 Es suficiente para tal persona este castigoa que le fue impuesto por la mayoría;

7 así que, por el contrario, vosotros más bien deberíais perdonarloa y consolarlo, no sea que en alguna manera este1 sea abrumado por tanta2 tristeza.

8 Por lo cual os ruego que reafirméis vuestro amor hacia él.

9 Pues también con este fin os escribía, para poneros a prueba1b y ver si sois obedientes en todoc.

10 Pero a quien perdonéis algo, yo también lo perdono; porque en verdad, lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por vosotros en presencia de Cristoa,

11 para que Satanása no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus ardidesb.

De Troas a Macedonia

12 Cuando llegué a Troasa para predicar el evangelio de Cristob, y se me abrió una puerta en el Señorc,

13 no tuve reposo en mi espíritu al no encontrar a Titoa, mi hermano; despidiéndome, pues, de ellosb, salí para Macedoniac.

Triunfantes en Cristo

14 Pero gracias a Diosa, que en Cristo siempre nos lleva en triunfob, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fraganciac de su conocimientod.

15 Porque fragante aroma1a de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierdenb;

16 para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vidaa. Y para estas cosas ¿quién está capacitado1b?

17 Pues no somos como muchos, que comercian con1 la palabra de Diosa, sino que con sinceridadb, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristoc.

Capitulo 3

Ministros del nuevo pacto

¿Comenzamos otra vez a recomendarnosa a nosotros mismos? ¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendaciónb para vosotros o de parte de vosotros?

2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombresa,

3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada1 por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritua del Dios vivob; no en tablas de piedrac, sino en tablas de corazones humanos2d.

4 Y esta1 confianza tenemos hacia Dios por medio de Cristoa:

5 no que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Diosa,

6 el cual también nos hizo suficientes como ministros1a de un nuevo pactob, no de la letra, sino del Espírituc; porque la letra mata, pero el Espíritu da vidad.

7 Y si el ministerio de muertea grabado con letras en piedrasb fue con gloria, de tal manera que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por causa de la gloria de su rostro, que se desvanecíac,

8 ¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del Espíritu?

9 Porque si el ministerio de condenacióna tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de justiciab.

10 Pues en verdad, lo que tenía gloria, en este caso no tiene gloria por razón de la gloria que lo sobrepasa.

11 Porque si lo que se desvanece fue con1 gloria, mucho más es con2 gloria lo que permanece.

Transformados de gloria en gloria

12 Teniendo, por tanto, tal esperanzaa, hablamos con1 mucha franquezab,

13 y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecersea.

14 Pero el entendimiento de ellos se endureció1; porque hasta el día de hoy, en la lecturaa del antiguo pacto2b el mismo velo permanece sin alzarse, pues solo en Cristo es quitadoc.

15 Y1 hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones;

16 pero cuando alguno se vuelve al Señor, el velo es quitadoa.

17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señora, hay libertadb.

18 Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejoa la gloria del Señorb, estamos siendo transformados en la misma imagenc de gloria en gloria, como por el Señord, el Espíritu.

Capitulo 4

Ministros de Cristo

Por tanto, puesto que tenemos este ministerioa, según hemos recibido misericordiab, no desfallecemosc;

2 sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso1a, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Diosb, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamosc a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios.

3 Y si todavía nuestro evangelioa está veladob, para1 los que se pierdenc está velado,

4 en los cuales el dios de este mundoa ha cegado el entendimiento1b de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristoc, que es la imagen de Dios2d.

5 Porque no nos predicamos a nosotros mismosa, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor1 de Jesús.

6 Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luza, es el que ha resplandecido en nuestros corazonesb, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristoc.

7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barroa, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotrosb.

8 Afligidos en todoa, pero no agobiadosb; perplejosc, pero no desesperados;

9 perseguidosa, pero no abandonadosb; derribados, pero no destruidosc;

10 llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte1 de Jesúsa, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpob.

11 Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo1 mortal.

12 Así que en nosotros obra la muerte, pero en vosotros, la vida.

13 Pero teniendo el mismo espíritu de fea, según lo que está escrito: Creí, por tanto habléb, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos;

14 sabiendo que aquel que resucitó al Señor Jesúsa, a nosotros …

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