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La Biblia de las Américas
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Profecía de Jeremías a los judíos en Egipto

Palabra que vino a Jeremías para todos los judíos que moraban en la tierra de Egipto, los que moraban en Migdol, en Tafnesa, en Menfis1b y en la tierra de Patrosc, diciendo:

2 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Vosotros habéis visto toda la calamidad que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, y que he aquí, hoy están en ruinas y no hay en ellas moradora,

3 a causa de la maldad que ellos cometierona para provocarme a irab, quemando constantemente sacrificios1 y sirviendo a otros dioses que no habían conocido, ni ellos, ni vosotros, ni vuestros padresc.

4 »Con todo, os envié a todos mis siervos los profetas repetidas veces1a, diciendo: “No hagáis ahora esta cosa abominable que yo aborrezcob”.

5 »Pero no escucharon ni inclinaron su oído para apartarse de su maldad, para dejar de quemar sacrificios a otros diosesa.

6 »Por tanto, se derramó mi ira y mi furor y ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusaléna, que fueron convertidas en ruinas y en desolaciónb, como lo están hoy.

7 »Ahora pues, así dice el Señor Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: “¿Por qué os hacéis un daño tan grande a vosotros mismosa cortando de entre vosotros a hombre y mujer, niñob y lactante de en medio de Judá, sin que os quede remanente,

8 provocándome a ira con la obra de vuestras manos, quemando sacrificios a otros diosesa en la tierra de Egiptob, adonde habéis entrado a residir, de modo que seáis exterminados y vengáis a ser maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierrac?

9 “¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá y las maldades de sus mujeres, vuestras propias maldades y las maldades de vuestras mujeres, que cometieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusaléna?

10 “Pero hasta hoy no se han humillado1a, ni han temido, ni han andado en mi ley ni en mis estatutos que puse delante de vosotrosb y delante de vuestros padres”».

11 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «He aquí, volveré el rostro contra vosotros para mala, y para destruir a todo Judá.

12 »Y quitaré el remanente de Judá que ha decidido1 entrar en la tierra de Egipto para residir allí, y serán acabados en la tierra de Egipto; caerán a espada, por el hambre serán acabadosa. Tanto el pequeño como el grande morirán a espada y de hambreb; seréis motivo de maldición, de horror, de imprecación y de oprobioc.

13 »Y castigaré a los que moran en la tierra de Egipto, como he castigado a Jerusalén, con espada, con hambrea y con pestilencia.

14 »Y no quedará quien escape ni quien sobreviva del remanente de Judá que ha entrado en la tierra de Egiptoa para residir allí, para luego volver a la tierra de Judá a la cual añoran volver1 a fin de morar allíb, porque ninguno volverác, excepto algunos fugitivos».

15 Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban sacrificios a otros dioses, junto con todas las mujeres que estaban presentes, una gran multitud, y todo el puebloa que moraba en la tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo:

16 En cuanto al mensaje1a que nos has hablado en el nombre del Señor, no vamos a escucharteb,

17 sino que ciertamente cumpliremos toda palabra que ha salido de nuestra bocaa, y quemaremos1 sacrificios a la reina del cielob, derramándole libaciones, como hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalénc. Entonces teníamos bastante alimento2d, prosperábamos y no veíamos mal alguno.

18 Pero desde que dejamos de quemar sacrificios a la reina del cielo y derramarle libaciones, carecemos de todoa, y por la espada y por el hambre hemos sido acabados.

19 Y, dijeron las mujeres, cuando nosotras quemábamos sacrificios a la reina del cieloa y le derramábamos libaciones, ¿acaso sin saberlo nuestros maridosb le hacíamos tortas en su imagen1 y le derramábamos libaciones?

20 Entonces Jeremías habló a todo el pueblo, a hombres y a mujeres, a todo el pueblo que así le respondía, diciendo:

21 En cuanto a los sacrificios que habéis quemado en las ciudadesa de Judá y en las calles de Jerusalénb, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y el pueblo de la tierra, ¿no se ha acordado el Señor de ellos, y no ha venido esto a su mente1c?

22 El Señor no pudo soportar más, a causa de la maldad de vuestras obrasa y a causa de las abominaciones que habíais cometidob; por eso vuestra tierra fue convertida en ruinas, objeto de horror y maldición, sin habitantesc, como está hoy.

23 Porque quemasteis sacrificios y pecasteis contra el Señor y no obedecisteis la voz del Señor ni anduvisteis en su leya, ni en sus estatutos, ni en sus testimonios, por tanto, os ha sobrevenido esta calamidadb, como sucede hoyc.

24 Entonces Jeremías dijo a todo el pueblo y a todas las mujeres: Oíd la palabra del Señora, todo Judá, los que estáis en la tierra de Egiptob:

25 Así dice el Señora de los ejércitos, el Dios de Israel1: «Vosotros y vuestras mujeres habéis hablado con vuestra boca y lo habéis realizado con vuestras manos, diciendo: “Ciertamente cumpliremos los votos que hemos hecho de quemar sacrificios a la reina del cielo y de derramarle libacionesb.’ ¡Id a cumplir2 vuestros votos! ¡Poned por obra vuestros votos!».

26 Pero1 oíd la palabra del Señor, todo Judá, los que habitáis en la tierra de Egipto: «He aquí, he jurado por mi gran nombre»—dice el Señora—«que nunca más será invocado mi nombreb en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: “Vive el Señor Dios2c”.

27 »He aquí, velo sobre ellos para mal y no para biena, y serán acabados todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto por la espada y por el hambre hasta que sean totalmente exterminados1b.

28 »Y los que escapen de la espada, pocos en número1, volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judáa. Entonces sabrá todo el remanente de Judá que ha ido a la tierra de Egiptob para residir allí, qué palabra ha de permanecer, si la míac o la de ellos.

29 »Y esta será la señal para vosotros»—declara el Señora—«de que os voy a castigar en este lugar, para que sepáis que ciertamente mis palabras permaneceránb para mal contra vosotros».

30 Así dice el Señor: «He aquí, entregaré a Faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babiloniaa, su enemigo, que buscaba su vidab».

LBLA

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Reconociendo la crítica necesidad de una traducción exacta de la Biblia, y en un español contemporáneo, Lockman Bible Ministries, a través del departamento de traducciones, ha producido La Biblia de las Américas®, la cual es una traducción de los idiomas originales de las Escrituras y presenta la Palabra de Dios en forma clara y comprensible; por tanto, fácil de leerse y de ser entendida por todos, además de ser muy conveniente para estudios bíblicos serios.

LITERAL: Porque es traducida directamente del hebreo, arameo y griego al español, tomando en cuenta cada palabra en estos idiomas originales. La Biblia de las Américas® traduce (no interpreta) el sentido de las palabras de los idiomas originales. Por eso, Ud. puede leerla con la seguridad y convicción de que está leyendo la PALABRA DE DIOS.

CONFIABLE: Porque se tradujo literal y objetivamente. Ud. puede confiar que en el español se representan con exactitud y claridad las palabras de los idiomas originales. LBLA® es la primera Biblia en español que fue producida por un equipo internacional e interdenominacional de eruditos evangélicos de varios países de América Latina y también de España y los Estados Unidos. Se terminó en 1986 después de quince años de ardua labor. The Lockman Foundation, que produjo LBLA® , es conocida en el campo bíblico como un líder en la producción y publicación de Biblias fieles a los idiomas originales.

FÁCIL DE LEER: Porque se han observado las reglas de la gramática española moderna en un estilo ágil y ameno en un texto de alta calidad literaria y sumamente comprensible. Esta versión se ha producido con la firme convicción de que las Sagradas Escrituras, según fueron escritas originalmente en hebreo, arameo y griego, fueron inspiradas por Dios, y son de provecho para la formación integral del cristiano. Puesto que las Escrituras son la eterna palabra de Dios, hablan siempre con renovado poder a cada generación para dar sabiduría que lleva a la salvación en Cristo, equipando al creyente para disfrutar de una vida abundante y feliz en la tierra, y constituyéndolo en testimonio viviente de la verdad para la gloria eterna de Dios.

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