Ana elevó esta oración:
«Mi corazón se alegra en el SEÑOR;
en él radica mi poder.
Puedo celebrar su salvación
y burlarme de mis enemigos.
»Nadie es santo como el SEÑOR;
no hay roca como nuestro Dios.
¡No hay nadie como él!
»Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez;
¡no profieran palabras soberbias!
El SEÑOR es un Dios que todo lo sabe,
y él es quien juzga las acciones.
»El arco de los poderosos se quiebra,
pero los débiles recobran
1 Samuel 2:1–30:31