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Nueva Biblia de las Américas
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Jesús es entregado a Pilato

27 Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejoa para dar muerte a Jesús.

2 Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregarona a Pilato, el gobernadorb.

Muerte de Judas

3 Entonces Judasa, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata (30 siclos: 432 gramos de plata)b a los principales sacerdotes y a los ancianos,

4 «He pecado entregando sangre inocente», dijo Judas. «A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú1a!», dijeron ellos.

5 Y arrojando las monedas de plata en el santuarioa, Judas se marchó; y fue y se ahorcób.

6 Los principales sacerdotes tomaron las monedas de plata, y dijeron: «No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre»

7 Y después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los extranjeros.

8 Por eso ese campo se ha llamado Campo de Sangrea hasta hoy.

9 Entonces se cumplió lo anunciado1 por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: «aY tomaron2 las treinta monedas de plata, el precio de aquel cuyo precio había sido fijado por los israelitas;

10 y las dieron1 por el Campo del Alfarero, como el Señor me había ordenado».

Jesús ante Pilato

11 aJesús fue llevado delante del gobernador1, y este2 lo interrogó: «¿Eres Tú el Rey de los judíosb?». « lo dicesc», le contestó Jesús.

12 Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondióa.

13 Entonces Pilato le dijo*: «¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?»

14 Jesús no le respondió ni a una sola pregunta1, por lo que el gobernador estaba muy asombradoa.

Jesús o Barrabás

15 aAhora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran.

16 Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás.

17 Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: «¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristoa

18 Porque él sabía que lo habían entregado por envidia.

19 Y estando Pilato sentado en el tribunala, su mujer le mandó aviso, diciendo: «No tengas nada que ver con ese Justob, porque hoy he sufrido mucho en sueñosc por causa de Él»

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesúsa.

21 El gobernador les preguntó de nuevo: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?». Ellos respondieron: «A Barrabás»

22 Pilato les dijo*: «¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristoa?». «¡Sea crucificado!», dijeron* todos.

23 Pilato preguntó: «¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban aún más: «¡Sea crucificado!»

24 Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumultoa, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Soy inocente de la sangreb de este Justo1c. ¡Allá ustedes2d

25 Todo el pueblo contestó: «¡Caiga Su sangre sobre nosotrosa y sobre nuestros hijos!»

26 Entonces les soltó a Barrabás, y después de hacer azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificadoa.

Los soldados se burlan de Jesús

27 aEntonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio1b, y reunieron alrededor de Él a toda la tropa2c romana.

28 Después de quitarle la ropa, le pusieron encima un manto escarlataa.

29 Y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre Su cabezaa, y una caña1 en Su mano derecha; y arrodillándose delante de Él, le hacían burla, diciendo: «¡Salve, Rey de los judíosb

30 Le escupíana, y tomaban la caña y lo golpeaban en la cabeza.

31 Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron Sus ropas y lo llevaron para ser crucificadoa.

32 aY cuando salían, hallaron a un hombre de Cireneb llamado Simón, al cual1 obligaron a que llevara Su cruz.

La crucifixión

33 aCuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa Lugar de la Calaverab,

34 Le dieron a beber vino mezclado con hiela; pero después de probarlo, no lo quiso beberb.

35 Y habiendo crucificado a Jesús, se repartieron Sus vestidos echando suertes1a;

36 y sentados, lo custodiaban allía.

37 Pusieron sobre Su cabeza la acusación contra Él, que decía1: «ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOSa»

38 Entonces fueron crucificados* con Él dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabezaa

40 y diciendo: «Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificasa, sálvate a Ti mismo. Si Tú eres el Hijo de Dios, desciende de la cruzb»

41 De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de Él, decían:

42 «A otros salvó; a Él mismo no puede salvarse1a. Rey de Israel esb; que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él.

43 »En Dios confía; que lo libre ahora si Él lo quierea; porque ha dicho: “Yo soy el Hijo de Dios”».

44 En la misma forma lo injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con Éla.

Muerte de Jesús

45 aDesde la hora sexta1 hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena2.

46 Y alrededor de la hora novena1, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: «E, E, ¿lema sabactani?». Esto es: «Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has abandonadoa?».

47 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: «Este llama a Elías»

48 Al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a bebera.

49 Pero los otros dijeron: «Deja, veamos si Elías lo viene a salvar* »

50 Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritua.

a51 En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajob, y la tierra temblóc y las rocas se partieron;

52 y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormidoa resucitaron;

53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudada y se aparecieron a muchos.

54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesúsa, cuando vieron el terremotob y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: «En verdad este era Hijo de Dios1c»

55 Y muchas mujeresa que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirleb, estaban allí, mirando de lejos.

56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de Joséa, y la madre de los hijos de Zebedeob.

Sepultura de Jesús

57 aAl atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús.

58 Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran.

59 Tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio de lino,

60 y lo puso en su propio sepulcro nuevo que él había excavado en la roca. Después de rodar una piedra grandea a la entrada del sepulcro, se fue.

61 María Magdalena estaba allí, y la otra Maríaa, sentadas frente al sepulcro.

Guardias en la tumba

62 Al día siguiente, que es el día después de la preparación1a, se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos,

63 y le dijeron1: «Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: “Después de tres días resucitaré2a

64 »Por eso, ordene usted que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan Sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: “Él ha resucitado de entre los muertos”; y el último engaño será peor que el primero»

65 Pilato les dijo: «Una guardiaa tienen; vayan, asegúrenlo como ustedes saben»

66 Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardiaa, sellaronb la piedrac.

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