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Nueva Biblia de las Américas
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Últimas palabras de David

2 Y acercándose los días de su muerte, Davida dio órdenes a su hijo Salomón:

2 «Yo voy por el camino de todos en la tierraa. Sé, pues, fuerteb y sé hombre.

3 »Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en Sus caminos, guardando Sus estatutos, Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisésa, para que prosperesb en todo lo que hagas y dondequiera que vayas,

4 para que el Señor cumpla la promesa que me hizo1a: “Si tus hijos guardan su caminob, andando delante de Mí con fidelidad2, con todo su corazónc y con toda su alma, no te faltará3 hombre sobre el trono de Israeld”.

5 »También sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarviaa, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel, a Abner, hijo de Ner, y a Amasab, hijo de Jeterc, a los cuales mató; también derramó sangre de guerra en tiempo de paz. Y puso sangre de guerra en el cinturón que lo ceñía y en las sandalias que tenía en sus pies.

6 »Haz, pues, conforme a tu sabiduría, y no permitas que sus canas desciendan al Seol1a en paz.

7 »Pero muestra bondad a los hijos de Barzilai el galaaditaa, y que estén entre los que comen a tu mesab; porque ellos me ayudaron1c cuando huía de tu hermano Absalón.

8 »Mira, contigo está Simei, hijo de Gera, el benjamita de Bahurima; él fue el que me maldijo con una terrible1 maldición el día que yo iba a Mahanaim. Pero cuando descendió a mi encuentro en el Jordán, le juré por el Señor, diciendo: “No te mataréb a espada”.

9 »Pero ahora, no lo dejes sin castigo, porque eres hombre sabio. Sabrás lo que debes hacer con él y harás que desciendan sus canas con sangre al Seola».

10 Y durmió David con sus padres y fue sepultadoa en la ciudad de Davidb.

11 Los días que David reinó sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusaléna.

12 Salomón se sentó en el trono de David su padre y su reino se afianzó en gran maneraa.

Salomón consolida su reino

13 Entonces Adonías, hijo de Haguit, vino a Betsabé, madre de Salomón; y ella le dijo: «¿Vienes en paza?». «En paz», respondió él.

14 Y añadió: «Tengo algo que decirle1». Y ella dijo: «Habla».

15 «Usted sabe», dijo él, «que el reino era míoa y que todo Israel esperaba que yo fuera rey1b; pero el reino ha cambiado de manos y ha venido a ser de mi hermanoc, porque por voluntad del Señor era suyod.

16 »Ahora yo le hago una petición, no me la niegue* ». «Habla», le dijo ella.

17 Él entonces dijo: «Le ruego que hable al rey Salomón, pues él no se lo negará, para que me dé por mujer a Abisag la sunamitaa».

18 «Muy bien», dijo Betsabé, «hablaré por ti al rey».

19 Betsabé fue al rey Salomón para hablarle por Adonías. El rey se levantó a recibirla, se inclinó delante de ella, y se sentó en su trono; hizo colocar un trono para la madre del reya y ella se sentó a su diestrab.

20 Entonces ella dijo: «Te hago una pequeña petición; no me la nieguesa». «Pide, madre mía, porque no te la negaré», le dijo el rey.

21 Y ella dijo: «Que se dé a Abisag la sunamitaa por mujer a tu hermano Adonías».

22 El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? Pide para él también el reinoa, pues es mi hermano mayorb, y con él están el sacerdote Abiatar y Joab, hijo de Sarviac».

23 Y el rey Salomón juró por el Señor, diciendo: «Así me haga Dios y aun más, si Adonías no ha hablado esta palabra contra su propia vida1a.

24 »Ahora pues, vive el Señor que me ha confirmado y me ha puesto en el trono de mi padre David, y que me ha hecho una casa1a como había prometido, que hoy mismo Adonías morirá».

25 El rey Salomón envió a1 Benaía, hijo de Joiadaa, y este atacó a Adonías2 y lo mató3.

26 Entonces dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatota, a tu campo, porque mereces morir1b; pero no te daré muerte en esta ocasión2 porque llevaste el arca del Señor Dios3 delante de mi padre Davidc, y porque fuiste afligido con todas las cosas con que mi padre fue afligidod».

27 Así Salomón privó1 a Abiatar de ser sacerdote del Señor, para que se cumpliera la palabra que el Señor había hablado acerca de la casa de Elía en Silo.

28 Cuando las noticias llegaron a Joab, porque Joab había seguido a Adoníasa, aunque no había seguido a Absalónb, Joab huyó a la tienda del Señor y se agarró de los cuernos del altarc.

29 Y se le informó al rey Salomón que Joab había huido a la tienda del Señor, y que estaba junto al altar. Entonces Salomón envió a Benaía, hijo de Joiadaa, diciendo: «Ve y atácalob».

30 Benaía entró en la tienda del Señor y le dijo: «Así ha dicho el rey: “Sal de ahí”». Pero él dijo: «No, pues moriré aquí». Benaía llevó la respuesta1 al rey: «Así Joab habló y así me respondió».

31 Y el rey le dijo: «Haz como él ha dichoa; atácalo, mátalo y entiérralo, para que quites de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab derramó sin causab.

32 »El Señor hará volver su sangre sobre su propia cabezaa, porque él atacó a dos hombres más justos y mejores que él y los matób a espada sin que mi padre David lo supiera: a Abnerc, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasad, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá.

33 »Su sangre, pues, recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia1 para siemprea; pero para David y su descendencia1, para su casa y su trono, haya paz de parte del Señor para siempre».

34 Entonces subió Benaía, hijo de Joiada, lo atacó y lo matóa; y fue sepultado en su casa en el desiertob.

35 En su lugar el rey nombró sobre el ejército a Benaía, hijo de Joiadaa, y el rey nombró al sacerdote Sadocb en lugar de Abiatarc.

36 Después el rey envió a llamar a Simeia, y le dijo: «Edifícate una casa en Jerusalén, vive ahí y no salgas de allí a ninguna parte.

37 »Porque el día que salgas y pases el torrente Cedróna, ten por cierto que sin duda morirás; tu sangre recaerá1 sobre tu cabezab».

38 Entonces Simei dijo al rey: «La palabra es buena; como ha dicho el rey mi señor, así lo hará su siervo». Y vivió Simei en Jerusalén muchos días.

39 Pero aconteció que después de tres años, dos de los siervos de Simei huyeron a donde Aquis, hijo de Maaca, rey de Gata. Le avisaron a Simei: «Tus siervos están en Gat».

40 Simei se levantó, ensilló su asno y fue a Gat a ver a Aquis para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei y trajo sus siervos de Gat.

41 Pero informaron a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat y había vuelto.

42 Entonces el rey envió a llamar a Simei y le dijo: «¿No te hice jurar por el Señor y te advertí seriamente: “El día que salgas y vayas a cualquier parte, ten por seguro que ciertamente morirás”? Y tú me dijiste: “La palabra que he oído es buena”.

43 »¿Por qué, entonces, no guardaste el juramento del Señor y el mandamiento que te impuse?».

44 Dijo además el rey a Simei: «Tú sabes todo el mal que hiciste a mi padre Davida, que tú reconoces en tu corazón1; el Señor, pues, hará recaer tu mal sobre tu propia cabezab.

45 »Pero el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme delante del Señor para siemprea».

46 Entonces el rey mandó a Benaía, hijo de Joiada, y este salió y atacó a Simei1 y lo mató2. Así fue confirmado el reino en las manos de Salomóna.

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Nueva Biblia de las Américas (NBLA) (antes conocida como Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy) es una traducción Bíblica derivada de La Biblia de las Américas (LBLA). La NBLA fue inspirada por la creciente demanda de las nuevas generaciones de hispanos de hoy en los Estados Unidos de América y América Latina. Mientras la LBLA usa la forma de español "Vosotros", la NBLA usa la forma de español "Ustedes" e incorpora cualidades para ayudar al lector a entender más profundamente el texto. La NBLA es una traducción literal escrita en un español claro y digno de leerse. El vocabulario, la gramática y la estructura de las oraciones han sido cuidadosamente traducidas para una mayor comprensión, un claro entendimiento y más fácil de leer.

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