En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía:
—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
—¿Quién eres, Señor?—preguntó.
—Yo soy Jesús, a quien tú persigues—le contestó la voz—. Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Acts 9:3–6