Dios nos la ha cumplido plenamente a nosotros, los descendientes de ellos, al resucitar a Jesús. Como está escrito en el segundo salmo:
»“Tú eres mi hijo;
hoy mismo te he engendrado.”
Dios lo resucitó para que no volviera jamás a la corrupción. Así se cumplieron estas palabras:
»“Yo les daré las bendiciones santas y seguras prometidas a David.”
Por eso dice en otro pasaje:
»“No permitirás que el fin de tu santo sea la corrupción.”
Acts 13:33–35