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Mateo 7–15

El juicio hacia los demás

7 a»No juzguen para que no sean juzgados.

2 »Porque con el juicio con que ustedes juzguen, serán juzgados; y con la medida con que midan, se les mediráa.

3 »¿Por qué miras la mota* que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojoa?

4 »¿O cómo puedes decir1 a tu hermano: “Déjame sacarte la mota del ojo”, cuando la viga está en tu ojoa?

5 »¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.

6 »No den lo santo a los perrosa, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose los despedacen a ustedes.

La oración recibirá respuesta

7 »aPidan, y se les daráb; busquen, y hallarán; llamen1, y se les abrirá.

8 »Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

9 »¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le1 dará una piedra,

10 o si1 le pide un pescado, le2 dará una serpiente?

11 »Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le pidena?

12 »Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagana, así también hagan ustedes con ellos, porque esta es la ley y los profetasb.

Dos puertas y dos sendas

13 »Entren por la puerta estrechaa, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición1, y muchos son los que entran por ella.

14 »Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Cómo conocer a los falsos profetas

15 »Cuídense de los falsos profetasa, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapacesb.

16 »Por sus frutos los conocerána. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

17 »Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malosa.

18 »Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.

19 »Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuegoa.

20 »Así que, por sus frutos los conocerána.

21 »No todo el que me dice: “Señor, Señora”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos.

22 »Muchos me dirána en aquel díab: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros1?”.

23 »Entonces les declararé: “Jamás los conocí; apártense de Mía, los que practican la iniquidad”.

Los dos cimientos

24 »aPor tanto, cualquiera que oye estas palabras Mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;

25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes1, soplaron los vientos y azotaron* aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca.

26 »Todo el que oye estas palabras Mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena;

27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes1, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción».

28 Cuando1 Jesús terminóa estas palabras, las multitudes se admiraban de Su enseñanzab;

29 porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas.

Curación de un leproso

8 Cuando Jesús bajó del monte, grandes multitudes lo seguían.

a2 Y se acercó un leproso y se postró ante Él1b, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme»

3 Extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: «Quiero; limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra1a.

4 Entonces Jesús le dijo*: «Mira, no se lo digas a nadiea, sino veb, muéstrate al sacerdotec y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos».

Jesús sana al criado del centurión

5 aAl entrar Jesús en Capernaúm, se acercó un centurión y le suplicó:

6 «Señor, mi criado1 está postrado en casa, paralíticoa, sufriendo mucho2»

7 Y Jesús le dijo*: «Yo iré y lo sanaré».

8 Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; solamente di la palabra1 y mi criado2 quedará sano.

9 »Porque yo también soy hombre bajo autoridada, con1 soldados a mis órdenes2; y digo a este: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace»

10 Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: «En verdad les digo que en Israel1 no he hallado en nadie una fe tan grande.

11 »Y les digo que vendrán muchos del oriente y del occidentea, y se sentarán1 a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

12 »Pero los hijos del reinoa serán arrojados a las tinieblas de afuerab; allí será el llanto y el crujir de dientesc».

13 Entonces Jesús dijo al centurión: «Vete; así como has creídoa, te sea hecho». Y el criado1 fue sanado en esa misma hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro y a muchos otros

14 aCuando Jesús llegó a casa de Pedro, vio a la suegra de este1 que estaba en cama2 con fiebre.

15 Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía.

16 Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniadosa; y expulsó a los espíritus con Su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermosb,

17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: «Él tomó nuestras flaquezas y llevó1 nuestras enfermedadesa».

Lo que demanda el discipulado

18 Viendo Jesús una multitud a Su alrededor, dio ordena de pasar al otro lado del mar.

a19 Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas»

20 Jesús le respondió*: «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombrea no tiene dónde recostar la cabeza».

21 Otro de los discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre»

22 Pero Jesús le contestó*: «Ven tras , y deja que los muertos entierren a sus muertosa».

Jesús calma la tempestad

23 aCuando entró Jesús1 en la barca, Sus discípulos lo siguieron.

24 Y de pronto se desató una gran tormenta1 en el mar de Galilea, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido.

25 Llegándose a Él, lo despertaron, diciendo: «¡Señor, sálvanosa, que perecemos!»

26 Y Él les contestó*: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fea?». Entonces Jesús se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.

27 Los hombres se maravillaron, y decían: «¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?»

Los endemoniados gadarenos

28 aAl llegar Jesús al otro lado, a la tierra de los gadarenos, fueron a Su encuentro dos endemoniadosb que salían de los sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y gritaron: «¿Qué hay entre Tú y nosotros, Hijo de Diosa? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo1

30 A cierta distancia de ellos estaba paciendo una manada de muchos cerdos;

31 y los demonios le rogaban: «Si vas a echarnos fuera, mándanos a la manada de cerdos»

32 «¡Vayan!», les dijo Jesús. Y ellos salieron y entraron en los cerdos; y la manada entera se precipitó por un despeñadero al mar, y perecieron en las aguas.

33 Los que cuidaban la manada huyeron; y fueron a la ciudad y lo contaron todo, incluso1 lo de los endemoniadosa.

34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando lo vieron, le rogaron que se fuera de su regióna.

Curación de un paralítico

9 Subiendo Jesús en una barca, pasó al otro lado del mar y llegó a Su ciudada.

a2 Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralíticob: «Anímatec, hijo, tus pecados te son perdonadosd».

3 Y algunos de los escribas decían para sí1: «Este blasfemaa»

4 Jesús, conociendo sus pensamientosa, dijo: «¿Por qué piensan mal en sus corazones?

5 »Porque, ¿qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, y andaa”?

6 »Pues para que sepan que el Hijo del Hombrea tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados», entonces dijo* al paralíticob: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».

7 Y levantándose, el paralítico se fue a su casa.

8 Pero cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor1, y glorificaron a Diosa, que había dado tal poder2 a los hombres.

Llamamiento de Mateo y la cena en su casa

9 aCuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateob, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo*: «¡Ven tras Míc!». Y levantándose, lo siguió.

10 Y estando Él sentado1 a la mesa en la casa, muchos recaudadores de impuestos2 y pecadores llegaron y se sentaron3 a la mesa con Jesús y Sus discípulos.

11 Cuando los fariseos vieron esto, dijeron a Sus discípulos: «¿Por qué come su Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadoresa

12 Al oír Jesús esto, dijo: «Los que están sanos1 no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermosa.

13 »Pero vayan, y aprendan lo que significaa: “Misericordia1 quiero y no sacrificiob”; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadoresc».

Pregunta sobre el ayuno

14 Entonces los discípulos de Juan se acercaron* a Jesús, diciendo: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamosa, pero Tus discípulos no ayunan?».

15 Y Jesús les respondió: «¿Acaso los acompañantes del novio1 pueden estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será2 quitado, y entonces ayunarán.

16 »Nadie pone un remiendo1 de tela nueva2 en un vestido viejo; porque el remiendo3 al encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor.

17 »Y nadie echa vino nuevo en odres1 viejos, porque entonces2 los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan».

Curación de una mujer y resurrección de la hija de un oficial

18 aMientras Jesús les decía estas cosas, vino un oficial1 de la sinagoga y se postró delante de Él2b, diciendo: «Mi hija acaba de morir; pero ven y pon Tu mano sobre ella, y vivirá».

19 Levantándose Jesús, lo siguió, y también Sus discípulos.

20 Y una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de Su mantoa;

21 pues decía para sí: «Si tan solo toco Su mantoa, …

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