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Lucas 9:13–62

13 «Denles ustedes de comer», les dijo Jesús. Y ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos y compremos alimentos para toda esta gente».

14 Porque había como 5,000 hombres. Y Jesús dijo a Sus discípulos: «Hagan que se recuesten en gruposa como de cincuenta cada uno».

15 Así lo hicieron, haciendo recostar a todos.

16 Tomando Él los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los iba dando a los discípulos para que los sirvieran a1 la gente.

17 Todos comieron y se saciaron; y se recogieron de lo que les sobró de los pedazos: doce cestas llenasa.

La confesión de Pedro

18 aEstando Jesús orando a solasb, estaban con Él los discípulos, y les preguntó: «¿Quién dicen las multitudes que soy Yo?».

19 Entonces ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado»

20 «Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo les preguntó. Y Pedro le respondió: «El Cristo1 de Diosa».

21 Pero Jesús, advirtiéndoles severamente, les mandó que no dijeran esto a nadiea,

22 y les dijo: «aEl Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianosb, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día».

23 Y a todos les decía: «Si alguien quiere seguirme, niéguese a mismo, tome su cruz cada día y sígamea.

24 »Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de , ese la salvaráa.

25 »Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si1 él mismo se destruye o se pierdea?

26 »Porque el que se avergüence de y de Mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en Su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángelesa.

27 »Pero en verdad les digo que hay algunos de los que están aquí, que no probarán la muerte hasta que veana el reino de Dios».

La transfiguración

28 aY como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó con Él a Pedro, a Juan y a Jacobo1b, y subió al montec a orard.

29 Mientras orabaa, la apariencia de Su rostro se hizo otrab, y Su ropa se hizo blanca y resplandeciente1.

30 Y de repente dos hombres hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías,

31 quienes apareciendo en gloria1, hablaban de la partida de Jesúsa que Él estaba a punto de cumplir en Jerusalén.

32 Pedro y sus compañeros habían sido vencidos por el sueñoa, pero cuando estuvieron bien despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con Él.

33 Y al retirarse ellos de Él, Pedro dijo a Jesús: «Maestroa, es bueno quedarnos aquí; hagamos tres enramadas1, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elíasb». Pero Pedro no sabía lo que decíac.

34 Entonces, mientras él decía esto, se formó una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.

35 Y una voz salió de la nube, que decía: «Este es Mi Hijo, Mi Escogido1a; oigan a Él»

36 Después de oírse la voz1, Jesús quedó solo. Ellos mantuvieron esto en secreto; por aquellos días no contaron nada de lo que habían vistoa.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

37 aY aconteció que al día siguiente, cuando bajaron del monte, una gran multitud le salió al encuentro.

38 En ese momento un hombre de la multitud gritó: «Maestro, te suplico que veas a mi hijo, pues es el único que tengo1,

39 y sucede que un espíritu se apodera de él, y de repente da gritos, y el espíritu hace que caiga con convulsiones, echando1 espumarajos; y cuando lo estropea, a duras penas se aparta de él.

40 »Entonces rogué a Tus discípulos que echaran fuera ese espíritu, y no pudieron»

41 Jesús les respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con ustedes y he de soportarlos? Trae acá a tu hijo».

42 Cuando este se acercaba, el demonio lo derribó y lo hizo caer con convulsiones. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.

43 Y todos estaban admirados de la grandeza1 de Diosa.

Jesús anuncia otra vez Su muerte

bMientras todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, Jesús dijo a Sus discípulos:

44 «Hagan1 que estas palabras penetren en sus oídos, porque el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombresa».

45 Pero ellos no entendíana estas palabras1, y les estaban veladas para que no las comprendieran; y temían preguntar a Jesús acerca de ellas1.

El mayor en el reino de los cielos

46 aY comenzó1 una discusión entre ellos, sobre quién de ellos sería el mayor.

47 Entonces Jesús, sabiendo lo que pensabana en1 sus corazones, tomó a un niño y lo puso a Su lado.

48 «El que reciba a este niño en Mi nombre», les dijo, «me recibe a ; y el que me recibe a , recibe a Aquel que me envióa; porque el que es más pequeño1 entre todos ustedes, ese es grandeb».

a49 Y Juan respondió: «Maestrob, vimos a uno echando fuera demonios en Tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no anda con nosotros»

50 Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan; porque el que no está contra ustedes, está con ustedesa».

Jesús reprende a Jacobo y a Juan

51 Sucedió que cuando se cumplían los días de Su ascensión1a, Jesús, con determinación, afirmó Su rostro para ir a Jerusalénb.

52 Y envió mensajeros delante de Él; y ellos fueron y entraron en una aldea de los samaritanosa para hacer los preparativos para Él.

53 Pero no lo recibieron, porque sabían que había determinado ir a1 Jerusaléna.

54 Al ver esto, Sus discípulos Jacobo1 y Juana, dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma2b

55 Pero Él, volviéndose, los reprendió* , y dijo: «Ustedes no saben de qué espíritu son,

56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas». Y se fueron a otra aldea.

Lo que demanda el discipulado

57 Mientras ellos iban por el caminoa, b uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas».

58 «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos», le dijo Jesús, «pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabezaa».

59 A otro le dijo: «Ven tras a». Pero él contestó: «Señor1, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».

60 «Deja que los muertos entierren a sus muertos», le respondió Jesús; «pero , ve y anuncia por todas partes el reino de Diosa».

61 También otro dijo: «Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casaa»

62 Pero Jesús le dijo: «Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrása, es apto para el reino de Dios».

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