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Mateo 5–9

Capitulo 5

El Sermón del monte

aY cuando vio las multitudes, subió al monteb; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él.

2 Y abriendo su bocaa, les enseñaba, diciendo:

Las bienaventuranzas

3 Bienaventurados1 los pobres en espíritua, pues de ellos es el reino de los cielosb.

4 Bienaventurados los que llorana, pues ellos serán consolados.

5 Bienaventurados los humildes1a, pues ellos heredarán la tierra.

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justiciaa, pues ellos serán saciados.

7 Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordiaa.

8 Bienaventurados los de limpio corazóna, pues ellos verán a Diosb.

9 Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Diosa.

10 Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justiciaa, pues de ellos es el reino de los cielosb.

11 Bienaventurados seréis1 cuando os insultena y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de .

12 Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetasa que fueron antes que vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípidaa, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundoa. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar;

15 ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud1, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casaa.

16 Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas accionesa y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielosb.

Jesús cumple la ley y los profetas

17 No penséis que he venido para abolir la ley o los profetasa; no he venido para abolir, sino para cumplir.

18 Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierraa, no se perderá ni la letra más pequeña1 ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.

19 Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros1, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde2 y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielosa.

20 Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseosa, no entraréis en el reino de los cielos.

Enseñanza de Jesús sobre el odio

21 Habéis oído que se dijo a los antepasadosa: «No matarásb» y: «Cualquiera que cometa homicidio será culpable1 ante la cortec».

22 Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano1 será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: «Raca2a» a su hermano, será culpable delante de la corte suprema3b; y cualquiera que diga: «Idiota», será reo del infierno4 de fuegoc.

23 Por tanto, si estás presentando tu ofrenda1a en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja tu ofrenda1 allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermanoa, y entonces ven y presenta tu ofrenda1.

25 Reconcíliate pronto con tu adversario mientras vas1 con él por el camino, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil2, y seas echado en la cárcela.

26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo1a.

Enseñanza de Jesús sobre el adulterio

27 Habéis oído que se dijoa: «No cometerás adulteriob».

28 Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazóna.

29 Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar1, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno2a.

30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y échala de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno1a.

31 También se dijo: «Cualquiera que repudie a su mujer, que le de carta de divorcioa».

32 Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer repudiada, comete adulterioa.

Enseñanza de Jesús sobre el juramento falso

33 También habéis oído que se dijo a los antepasadosa: «No jurarás falsamente1, sino que cumplirás tus juramentos2 al Señorb».

34 Pero yo os digo: no juréis de ninguna maneraa; ni por el cielo, porque es el trono de Diosb;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus piesa; ni por1 Jerusalén, porque es la ciudad del gran Reyb.

36 Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello.

37 Antes bien, sea vuestro hablar1: «, » o «No, no»; y lo que es más de esto, procede del mal2a.

Enseñanza de Jesús sobre la venganza

38 Habéis oído que se dijoa: «Ojo por ojo y diente por dienteb».

39 aPero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.

40 Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica1, déjale también la capa2.

41 Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espaldaa.

El amor verdadero y su recompensa

43 Habéis oído que se dijoa: «Amarás a tu prójimob y odiarás a tu enemigoc».

44 Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguena,

45 para que seáis1 hijos de vuestro Padre que está en los cielosa; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.

46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéisa? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos1?

47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles?

48 Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfectoa.

Capitulo 6

La verdadera observancia de la religión

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellosa; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

Las ofrendas

2 Por eso, cuando des limosna1, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombresa. En verdad os digo que ya han recibido su recompensab.

Pero , cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha,

para que tu limosna1 sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará2a.

La oración

5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las callesa, para ser vistos por los hombres1b. En verdad os digo que ya han recibido su recompensac.

Pero , cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puertaa, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensaráb.

Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabreríaa.

Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáisa.

El Padre nuestro

9 aVosotros, pues, orad de esta manera:

«Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

10 »Venga tu reinoa.

Hágase tu voluntadb,

así en la tierra como en el cielo.

11 »Danos hoy el pan nuestro de cada día1a.

12 »Y perdónanos nuestras deudas1, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudoresa.

13 »Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal1a. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén».2

14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotrosa.

15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresionesa.

El ayuno

16 Y cuando ayunéisa, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran1 sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensab.

17 Pero , cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostroa,

18 para no hacer ver1 a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensaráa.

El verdadero tesoro

19 No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran1 y robana;

20 sino acumulaos tesoros en el cieloa, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban;

21 porque donde esté tu1 tesoroa, allí estará también tu1 corazón.

22 aLa lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano1, todo tu cuerpo estará lleno de luz.

23 Pero si tu ojo está maloa, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande no será la oscuridad!

24 Nadie puede servir a dos señoresa; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas1b.

25 aPor eso os digo, no os preocupéis por vuestra vidab, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimentaa. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?

27 ¿Y quién de vosotros, por ansiosoa que esté, puede añadir una hora1 al curso de su vida2b?

28 Y por la ropa, ¿por qué os preocupáisa? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;

29 pero os digo que ni Salomóna en toda su gloria se vistió como uno de estos.

30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fea?

31 Por tanto, no os preocupéisa, diciendo: «¿Qué comeremoso «¿qué beberemoso «¿con qué nos vestiremos

32 Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestiala sabe que necesitáis todas estas

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