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Mateo 16–26

Capitulo 16

Fariseos y saduceos piden señal

aEntonces los fariseos y los saduceosb se acercaron a Jesús, y para ponerle a prueba1 le pidieron que les mostrara una señal2 del cieloc.

2 Pero respondiendo Él, les dijo: 1Al caer la tarde decís: «Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizoa».

Y por la mañana: «Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador». ¿Sabéis discernir el aspecto1 del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiemposa?

Una generación perversa y adúlteraa busca señal1, y no se le dará señal1, sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fue.

La levadura de los fariseos y saduceos

5 Los discípulos, al pasar al otro lado, se habían olvidado de tomar panes.

6 Y Jesús les dijo: Estad atentos y guardaosa de la levadura de los fariseos y saduceosb.

7 Y ellos discutían entre sí, diciendo: Lo dice porque no tomamos panes.

8 Pero Jesús, dándose cuenta, dijo: Hombres de poca fea, ¿por qué discutís entre vosotros que no tenéis pan?

¿Todavía no entendéis ni recordáis los cinco panes de los cinco mil, y cuántas cestas recogisteisa?

10 ¿Ni los siete panes de los cuatro mil, y cuántas canastas recogisteisa?

11 ¿Cómo es que no entendéis que no os hablé de los panes? Pero guardaosa de la levadura de los fariseos y saduceosb.

12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura de los panes, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceosa.

La confesión de Pedro

13 aCuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipob, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombrec?

14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautistaa; y otros, Elíasb; pero otros, Jeremías o uno de los profetas.

15 Él les dijo*: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo1a, el Hijob del Dios vivientec.

17 Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonása, porque esto no te lo reveló carne ni sangreb, sino mi Padre que está en los cielos.

18 Yo también te digo que eres Pedro1a, y sobre esta roca2 edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades3b no prevalecerán contra ella.

19 Yo te daré las llaves del reino de los cielosa; y lo que ates en la tierra, será1 atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será1 desatado en los cielosb.

20 Entonces ordenó a los discípulosa que a nadie dijeran que Él era el Cristo1b.

Jesús anuncia su muerte y resurrección

21 aDesde entonces Jesucristo comenzó a declarar1 a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianosb, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.

22 Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios1, Señor! Eso nunca te acontecerá2.

23 Pero volviéndose Él, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de 1, Satanása! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Condiciones para seguir a Jesús

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de , niéguese a mismo, tome su cruza y sígame.

25 Porque el que quiera salvar su vida1, la perderá; pero el que pierda su vida1 por causa de , la hallaráa.

26 Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?

27 Porque el Hijo del Hombrea ha de venir en la gloria de su Padreb con sus ángeles, y entonces recompensara a cada uno según su conductac.

28 En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombrea venir en su reinob.

Capitulo 17

La transfiguración

aSeis días después, Jesús tomó* consigo a Pedrob, a Jacobo1 y a Juan su hermano, y los llevó* aparte a un monte alto;

2 y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.

3 Y he aquí, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él.

4 Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres enramadas1, una para ti, otra2 para Moisés y otra2 para Elíasa.

5 Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y1 una voz salió de la nubea, diciendo: Este es mi Hijo amadob en quien me he complacido; a Él oíd.

6 Cuando los discípulos oyeron esto, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran temor.

7 Entonces se les acercó Jesús, y tocándolos, dijo: Levantaos y no temáisa.

8 Y cuando alzaron sus ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo.

Elías y Juan el Bautista

9 aMientras descendían del monte, Jesús les ordenó, diciendo: No contéis a nadie la visiónb hasta que el Hijo del Hombrec haya resucitado de entre los muertosd.

10 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elíasa debe venir primero?

11 Y respondiendo Él, dijo: Elías ciertamente viene, y restaurará todas las cosas;

12 pero yo os digo que Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que le hicieron1 todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombrea va a padecer a manos de ellos.

13 Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho epiléptico

14 aCuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de Él, dijo:

15 Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico1a y sufre terriblemente, porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.

16 Y lo traje a tus discípulos y ellos no pudieron curarlo.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo acá.

18 Y Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento1.

19 Entonces los discípulos, llegándose a Jesús en privado, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?

20 Y Él les dijo*: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fea como un grano de mostazab, diréis a este montec: «Pásate de aquí allá», y se pasará; y nada os será imposibled.

21 1Pero esta clase no sale sino con oración y ayunoa.

Jesús anuncia otra vez su muerte

22 aMientras andaban juntos por Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

23 Y le matarána, y al tercer día resucitará.a Y ellos se entristecieron mucho.

Pago del impuesto del templo

24 Cuando llegaron a Capernaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de dos dracmas1a y dijeron: ¿No paga vuestro maestro las dos dracmasa?

25 Él dijo*: Sí. Y cuando él llegó a casa, Jesús se le anticipó1, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributosa o impuestosb los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?

26 Y cuando respondió: De los extraños, Jesús le dijo: Entonces los hijos están exentos1.

27 Sin embargo, para que no los escandalicemos1a, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga2; y cuando le abras la boca hallarás un estáter3; tómalo y dáselo por ti y por .

Capitulo 18

El mayor en el reino de los cielos

aEn aquel momento1 se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos?

2 Y Él, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos,

3 y dijo: En verdad os digo que si no os convertís1 y os hacéis como niñosa, no entraréis en el reino de los cielos.

Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.

Y el que reciba a un niño como este1 en mi nombre, a me recibe.

Pero al quea haga tropezar1 a uno de estos pequeñitos que creen en b, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.

¡Ay de los que son piedras de tropiezo!

7 ¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezoa; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar1, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eternoa.

Y si tu ojo te es ocasión de pecar1, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno2 de fuegoa.

10 Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeñitos, porque os digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de mi Padrea que está en los cielos.

11 1Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdidoa.

Parábola de la oveja perdida

12 ¿Qué os parece? aSi un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada?

13 Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado.

14 Así, no es la voluntad de1 vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Sobre la exhortación y la oración

15 Y si tu hermano peca1a, ve y repréndelo a solas2; si te escucha, has ganado a tu hermano.

16 Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigosa.

17 Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesiaa; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentilb y el recaudador de impuesto1.

18 En verdad os digo: todo lo que atéis1 en la tierra, será2 atado en el cielo; y todo lo que desatéis3 en la tierra, será2 desatado en el cieloa.

19 Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por1 mi Padrea que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellosa.

Importancia del perdón

21 Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mía que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete vecesb?

22 Jesús le dijo*: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces sietea.

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