Salmo 32:1–5
¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada,
cuyo pecado es cubiertoa!
2 ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidada,
y en cuyo espíritu no hay engañob!
¶3 Mientras callé mi pecadoa, mi cuerpo1 se consumiób
con mi gemir2 durante todo el díac.
4 Porque día y noche tu mano pesaba sobre mía;
mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano1b.
(Selah2)
5 Te manifesté mi pecadoa,
y no encubrí mi iniquidadb.
Dije: Confesaré mis transgresiones al Señorc;
y tú perdonaste la culpa1 de mi pecadod.
(Selah)