Cargando…

2 Corintios 5–10

Capitulo 5

Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra morada1a, es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manosb, eterna en los cielos.

2 Pues, en verdad1, en esta morada gemimos, anhelando ser vestidosa con nuestra habitación celestial;

3 y una vez vestidos, no seremos hallados desnudos.

4 Porque asimismo, los que estamos en esta tienda, gemimos agobiados, pues no queremos ser desvestidos, sino vestidosa, para que lo mortal sea absorbido por la vidab.

5 Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el Espíritu como garantía1a.

6 Por tanto, animados siempre y sabiendo que mientras habitamos1 en el cuerpoa, estamos ausentes del Señor

7 (porque por fe andamos, no por vista1a);

8 pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar1 con el Señora.

9 Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradablesa.

10 Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo1a, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo.

La nueva criatura

11 Por tanto, conociendo el temor del Señora, persuadimos a los hombres, pero a Dios somos manifiestos, y espero que también seamos manifiestos en vuestras concienciasb.

12 No nos recomendamos otra vez a vosotrosa, sino que os damos oportunidad de estar orgullosos de nosotrosb, para que tengáis respuesta para los que se jactan en las apariencias y no en el corazón.

13 Porque si estamos locos1, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotrosa.

14 Pues el amor de Cristo nos apremia1a, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieronb;

15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellosa.

16 De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carnea; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así.

17 De modo que si alguno está en Cristoa, nueva criatura es1b; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevasc.

El ministerio de la reconciliación

18 Y todo esto procede de Diosa, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristob, y nos dio el ministerioc de la reconciliación;

19 a saber, que Dios estaba en Cristoa reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres1 sus transgresionesb, y nos ha encomendado a2 nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Por tanto, somos embajadoresa de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamosb: ¡Reconciliaos con Diosc!

21 Al que no conoció pecadoa, le hizo pecado por nosotrosb, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Élc.

Capitulo 6

Características del ministerio cristiano

Y como colaboradores con Éla, también os exhortamosb a no recibir la gracia de Diosc en vano;

2 pues Él dice:

En el tiempo propicio te escuché,

y en el día de salvación te socorría.

He aquí, ahora es el tiempo propicio; he aquí, ahora es el día de salvación.

3 No dando nosotros en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no sea desacreditadoa,

4 sino que en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros1 de Diosa, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustiasb,

5 en azotes, en cárcelesa, en tumultos, en trabajosb, en desvelos, en ayunosc,

6 en pureza, en conocimientoa, en paciencia, en bondadb, en el Espíritu Santoc, en amor sincero1d,

7 en la palabra de verdada, en el poder de Diosb; por armas de justiciac para la derecha y para la izquierda;

8 en honra y en deshonraa, en mala fama y en buena famab; como impostores1c, pero veracesd;

9 como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimosa; como castigados1, pero no condenados a muerteb;

10 como entristecidos, mas siempre gozososa; como pobres, pero enriqueciendo a muchosb; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todoc.

11 Nuestra boca, oh corintios, os ha hablado con toda franqueza1a. Nuestro corazón se ha abierto de par en parb.

12 No estáis limitados1 por nosotros, sino que estáis limitados1 en vuestros sentimientos2a.

13 Ahora bien, en igual reciprocidad1a (os hablo como a niñosb) vosotros también abrid de par en par vuestro corazón.

Exhortaciones al creyente

14 No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulosa, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblasb?

15 ¿O qué armonía tiene Cristo con Beliala? ¿O qué tiene en común1 un creyenteb con un incréduloc?

16 ¿O qué acuerdo tiene el templo1 de Dios con los ídolosa? Porque nosotros somos el templob del Dios vivoc, como Dios dijo:

Habitaré en ellos, y andaré entre ellosd;

y seré su Dios, y ellos serán mi puebloe.

17 Por tanto, salid de en medio de ellosa y apartaos, dice el Señor;

y no toquéis lo inmundob,

y yo os recibiré.

18 Y yo seré para vosotros padre,

y vosotros seréis para mí hijos e hijasa,

dice el Señor Todopoderoso.

Capitulo 7

Por tanto, amadosa, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Diosb.

2 Aceptadnos1a en vuestro corazón; a nadie hemos ofendido, a nadie hemos corrompido, de nadie hemos tomado ventaja.

3 No hablo para condenaros; porque he dicho antes que estáis en nuestro corazóna para morir juntos y para vivir juntos.

4 Mucha es mi confianza en1 vosotrosa, tengo mucho orgullo de vosotrosb, lleno estoy de consueloc y sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicciónd.

Pablo confortado

5 Pues aun cuando llegamos a Macedoniaa, nuestro cuerpo1 no tuvo ningún reposo, sino que nos vimos atribulados por todos ladosb: por fuera, conflictos; por dentro, temoresc.

6 Pero Dios, que consuelaa a los deprimidos1, nos consoló con la llegada de Titob;

7 y no solo con su llegada, sino también con el consuelo con que él fue consolado en vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto1, vuestro llanto y vuestro celo por mí; de manera que me regocijé aún más.

8 Porque si bien os causé tristezaa con mi carta, no me pesa; aun cuando me pesó, pues veo que esa carta os causó tristeza, aunque solo por poco tiempo;

pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna1 de parte nuestra.

10 Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar;1a pero la tristeza del mundo produce muerte.

11 Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa1, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto2, qué celoa, qué castigo del malb! En todo habéis demostradoc ser inocentes en el asunto.

12 Así que, aunque os escribía, no fue por causa del que ofendiób, ni por causa del ofendido, sino para que vuestra solicitud por nosotros se manifestara a vosotros delante de Dios.

13 Por esta razón hemos sido consoladosa.

¶Y aparte de nuestro consuelo, mucho más nos regocijamos por el gozo de Titob, pues su espíritu ha sido confortado por todos vosotrosc.

14 Porque si en algo me he jactado con él acerca de vosotrosa, no fui avergonzado, sino que así como os hemos dicho todo con verdad, así también nuestra jactancia ante Titob resultó ser la verdad.

15 Y su amor1 hacia vosotros abunda aún más al acordarse de la obediencia de todos vosotrosa, y de cómo lo recibisteis con temor y temblorb.

16 Me gozo de que en todo tengo confianza en vosotrosa.

Capitulo 8

Generosidad de los macedonios

Ahora, hermanos, deseamos haceros saber la gracia de Dios que ha sido dadaa en las iglesias de Macedoniab;

2 pues en medio de una gran prueba de aflicción, abundó1 su gozo, y su profunda pobreza sobreabundó en la riquezaa de su liberalidad.

3 Porque yo testifico que según sus posibilidadesa, y aun más allá de sus posibilidades, dieron de su propia voluntad,

4 suplicándonos con muchos ruegos el privilegio1 de participar en el sostenimiento de2 los santosa;

5 y esto no como lo habíamos esperado, sino que primeramente se dierona a sí mismos al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Diosb.

6 En consecuencia, rogamos a Titoa que como él ya había comenzado antesb, así también llevara a cabo en vosotros esta obra de graciac.

7 Mas así como vosotros abundáisa en todo: en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud, y en el amor que hemos inspirado en vosotros1, ved que también abundéisa en esta obra de graciab.

8 No digo esto como un mandamientoa, sino para probar1, por la solicitud de otros, también la sinceridad de vuestro amor.

9 Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristoa, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobrezab llegarais a ser ricos.

10 Y doy mi opinióna en este asunto, porque esto os conviene a vosotros, que fuisteis los primeros en comenzar hace un añob no solo a hacer esto, sino también a desear hacerlo.

11 Ahora pues, acabad también de1 hacerlo; para que como hubo la buena voluntada para desearlo, así también la haya para llevarlo a cabo según2 lo que tengáis.

12 Porque si hay1 buena voluntad, se acepta según lo que se tiene, no según lo que no se tienea.

13 Esto1 no es para holgura de otros y para aflicción vuestra, sino para que haya igualdad;

14 en el momento actual vuestra abundancia suple la necesidad de ellos, para que también la abundancia de ellos supla1 vuestra necesidada, de modo que haya igualdad.

15 Como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo demasiado; y el que recogió poco, no tuvo escaseza.

Delegación encabezada por Tito

16 Pero gracias a Diosa que pone la misma solicitud por vosotros en el corazónb de Titoc.

17 Pues él no solo aceptó nuestro ruego, sino que, siendo de por sí muy diligente1, ha ido a vosotros por su propia voluntada.

18 Y junto con él hemos enviado al hermanoa cuya fama en las cosas del evangeliob se ha divulgado

Leer más



Un servicio de Software Bíblico Logos