2º Reyes 4:8–17
¶8 Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunema, donde había una mujer distinguida1, y ella le persuadió a que comiera2. Y así fue que siempre que pasaba, entraba allí a comer2.
9 Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora entiendo que este que siempre pasa por nuestra casa, es un hombre santo de Diosa.
10 Te ruego que hagamos un pequeño aposento alto, con paredes, y pongamos allí para él una cama, una mesa, una silla y un candelero; y será que cuando venga a nosotros, se podrá retirar allía.
11 Y aconteció que un día vino él por allí, se retiró al aposento alto y allí se acostó.
12 Entonces dijo a Giezi su criadoa: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, ella se presentó delante de él.
13 Y él le dijo a Giezi: Dile ahora: «He aquí, te has preocupado1 por nosotros con todo este cuidado2; ¿qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al jefe del ejército?». Y ella respondió: Yo vivo en medio de mi pueblo3.
14 Él entonces dijo: ¿Qué, pues, se puede hacer por ella? Y Giezi respondió: En verdad ella no tiene ningún hijo y su marido es viejo.
15 Y él dijo: Llámala. Cuando él la llamó, ella se detuvo a la entrada.
16 Entonces él le dijo: Por este tiempo, el año que viene1, abrazarás un hijoa. Y ella dijo: No, señor mío, hombre de Dios, no engañes a tu siervab.
17 Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo al año siguiente en el1 tiempo que Eliseo le había dicho.