Un día subían Pedro y Juan al templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración. Junto a la puerta llamada Hermosa había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Cuando éste vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió limosna. Pedro, con Juan, mirándolo fijamente, le dijo:
—¡Míranos!
El hombre fijó en ellos la mirada, esperando recibir algo.
—No tengo plata ni oro—declaró Pedro—, pero...
Acts 3:1–26