Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre—no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia—lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.
Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento,
Philippians 2:12–15