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Hechos de los Apóstoles 21:8–14

8 Al día siguiente partimos y llegamos a Cesareaa, y entrando en la casa de Felipe, el evangelistab, que era uno de los sietec, nos quedamos con él.

9 Este tenía cuatro hijas vírgenes que profetizabana.

10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agaboa,

11 quien vino1 a vernos, y tomando el cinto de Pabloa, se ató las manos y los pies, y dijo: «Así dice el Espíritu Santob: “Así ataránc los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentilesd”».

12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí1 le rogábamos que no subiera a Jerusaléna.

13 Entonces Pablo respondió: «¿Qué hacen, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesúsa».

14 Como no se dejaba persuadir, dejamos de insistir, diciéndonos: «Que se haga la voluntad del Señora»

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