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2 Pedro 1:16–21

Testigos de la gloria de Cristo

16 Porque cuando les dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristoa, no seguimos fábulas ingeniosamente inventadasb, sino que fuimos testigos oculares de Su majestadc.

17 Pues cuando Él recibió honor y gloria de Dios Padre, la Majestuosa Gloriaa le hizo esta declaración1b: «Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido»

18 Nosotros mismos escuchamos esta declaración1, hecha desde el cielo cuando estábamos con Él en el monte santoa.

La palabra profética

19 Y así tenemos la palabra proféticaa más segura1b, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención como a una lámparac que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunted y el lucero de la mañanae aparezca en sus corazonesf.

20 Pero ante todo sepan estoa, que ninguna profecíab de la Escritura es asunto de interpretación personal,

21 pues ninguna profecía fue dada1 jamás por un acto de voluntad humanaa, sino que hombres inspirados2 por el Espíritu Santo hablaron de parte de Diosb.

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