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Hechos de los Apóstoles 28:3–10

3 Pero cuando Pablo recogió una brazada de leña y la echó al fuego, una víbora salió huyendo del calor y se le prendió en la mano.

4 Y los habitantes1a, al ver el animal colgando de su mano, decían entre sí: Sin duda que este hombre es un asesino, pues aunque fue salvado del mar, Justicia2 no le ha concedido vivirb.

Pablo, sin embargo, sacudiendo la mano, arrojó el animal al fuego y no sufrió ningún dañoa.

6 Y ellos esperaban que comenzara a hincharse, o que súbitamente cayera muerto. Pero después de esperar por largo rato, y de no observar nada anormal en él, cambiaron de parecer y decían que era un diosa.

7 Y cerca de allí había unas tierras que pertenecían al hombre principal de la isla, que se llamaba Publio, el cual nos recibió y nos hospedó con toda amabilidad por tres días.

8 Y sucedió que el padre de Publio yacía en cama, enfermo con fiebre y disentería; y Pablo entró a verlo, y después de orara puso las manos sobre él, y lo sanób.

9 Cuando esto sucedió, los demás habitantes de la isla que tenían enfermedades venían a él y eran curados.

10 También nos honraron con muchas demostraciones de respeto1, y cuando estábamos para zarpar, nos suplieron2 con todo lo necesario3.

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